Sindicales

11/3/2004|841

El cambio es que se vayan

El número final de 1.572 avales, el mayor de la historia Naranja, esta vez sobre un padrón de 7.500 afiliados, 25% menor que en la última elección (10.000), señaló un primer elemento. Ahora, la masiva adhesión en las primeras recorridas en Ciccone, en Sacerdoti, en Berkes o en la Obra Social, en contraste con la bronca que se manifiesta a cada paso contra “el sindicato”, está mostrando una tendencia creciente de la base a sacarse de encima a la vieja dirección ongarista que lleva dos décadas “atornillada” a los sillones de Paseo Colón.


Que la Junta Electoral “monocolor” haya dado a conocer la lista oficialista una semana después de vencido el plazo de presentación, puede ser la primera señal de desconcierto. Quizás la enorme representatividad de la Lista Naranja los haya convencido de la necesidad de hacerse algún maquillaje. En tantos años de dominación burocrática el ongarismo ha desarrollado un gran “instinto de conservación”.


Por eso, han procurado presentar una lista “renovada”, con algunos delegados de taller ocupando lugares destacados, pero sólo para “hacer pasar”, disimulada entre estos nuevos nombres, a toda la camarilla responsable del desastre actual: empezando por el propio Ongaro como secretario general y H. Amichetti como adjunto, más abajo, en la tesorería y entre los vocales, están todos, no falta nadie. Sin contar a la cuadrilla de “asesores” que cobran sueldo y desempeñan un papel determinante en los asuntos cotidianos del gremio aunque nunca figuran como candidatos (es decir, nunca son sometidos a la aprobación de los trabajadores).


Desafiando el ridículo (de donde ya se sabe que no hay retorno), en una carta difundida en la Rioplatense hacen la referencia explícita a la importancia de “los cambios en la historia”, pretendiendo mostrar como “lo nuevo” la lista encabezada por el octogenario Ongaro y su ladero Amichetti.


¡El cambio es que se vayan!


Vaciamiento sindical y recomposición del activismo


Pateando los talleres en el esfuerzo de poner en pie la lista, tenemos una nueva dimensión del vaciamiento y el abandono sindical, y del surgimiento de jóvenes activistas que, aunque lentamente, ganan posiciones en los cuerpos de delegados y las comisiones internas. Una juventud predispuesta a escuchar nuestros planteos.


Es profundo el repudio a la entrega del convenio en Ivisa, en Muresco y en infinidad de talleres en los que se fraccionan las vacaciones y el aguinaldo y se consiente el alargamiento de la jornada, mientras muchos delegados a menudo se someten a la orientación del “aparato”, de adaptación a la explotación y a las componendas con el patrón. Es moneda corriente el cajoneo de las denuncias de violaciones de convenio o trabajo en negro. Otro dato relevante es que talleres tradicionalmente verdes, como La Ley, OGCAL o Saigra, avalaron en masa a la Naranja.


En este escenario arranca la campaña electoral.


Por qué la Naranja


Poner en pie una lista de oposición en un gremio industrial, arrasado en los últimos años, diezmado por los despidos, en su mayor parte desorganizado y desafiliado o en negro, y sometido a una implacable represión de la patronal y la burocracia, constituye por sí solo un hecho excepcional.


Pero la Naranja es además una oposición clasista, con veinte años de combate sin descanso contra la burocracia de Ongaro, que une la experiencia de las grandes luchas contra las patronales gráficas a las banderas del Argentinazo.


En nuestra lista están reflejados los procesos más importantes del gremio de la última etapa: los conflictos salariales de Interpack y La Nación, la lucha contra los despidos en Morvillo y AGR, las nuevas comisiones internas combativas como las de Cortiñas y New Press, la evolución de compañeros que rompen con el ongarismo, como los de Berkes, y la resistencia de talleres poderosos como Crónica y Ciccone, fuertemente golpeados por la crisis capitalista.


La calidad de nuestros candidatos halla una aguda expresión en la Interna de Quebecor, que dos años después del despido continúa exigiendo su reinstalación; en la juventud que tomó en sus manos la conducción de sus lugares de trabajo, y en la figura de Néstor Pitrola, dirigente histórico del gremio y del movimiento piquetero.


Canalizar el desprecio generalizado de la base a una cúpula de dirigentes alejada de los problemas y necesidades cotidianos de los trabajadores, agente de la flexibilidad durante todos estos años, alineada en silencio en la CGT de Daer en el apoyo a la nueva “Ley Banelco”; canalizar ese desprecio en el voto a la Naranja, organizar y armar programáticamente a la nueva camada de luchadores, son los desafíos de esta campaña electoral.


• Para que se vaya la burocracia ongarista.


• Por paritarias libres y un salario que lleve la categoría 1 a 800 pesos. Por una Obra Social sin aranceles y por la restitución de las clínicas zonales.


• Por un sindicato bajo control del plenario de delegados y la Asamblea General.


¡El próximo 16 de abril hay que votar masivamente a la Lista Naranja!