Sindicales

14/7/1994|423

“Estamos pidiendo un sinceramiento, ni tan siquiera un incremento” (Minguito)

Para cualquiera que acompaña el conflicto metalúrgico solamente a través de los titulares de los diarios o noticieros, la impresión que se recibe es que la UOM habría desatado una formidable ofensiva contra las patronales, que desde hace 38 meses tienen congelados los salarios de los obreros. Pero como ocurre la mayor parte de las veces, esa impresión es falsa; mirando con un poco más de cuidado, lo que se observa es una ofensiva de la patronal para destruir aún más las condiciones de trabajo de los metalúrgicos, mientras la burocracia de la UOM plantea una reivindicación que ella misma niega o afirma que no existe.


La frase del título, que admite que la UOM no está reclamando un aumento salarial, sino sólo la oficialización de incrementos ya obtenidos por las organizaciones de fábrica, del orden del 30% (la mitad de lo que subió el costo de vida desde el último convenio); esa frase pertenece a Gregorio Minguito, secretario de organización de la UOM, y la reproduce “Crónica” el pasado 9 de julio. Para que el reconocimiento no pasara desapercibido, la repitió Naldo Brunelli en ocasión del paro del lunes 11: “durante 39 meses no pudimos obtener un sinceramiento de haberes” (El Cronista, 12/7).


¿En qué estamos, entonces: en un plan de lucha o frente al Muro de los Lamentos? ¿El objetivo es quebrarle el brazo a la patronal o arrancarle un acto de contricción? Para el “sinceramiento”  basta con juntarse con una copa de vino, de ningún modo fingir que se dirige un plan de lucha.


En estas condiciones, es completamente natural que la patronal de la rama 17 (¿no era que no se discutía más por ramas?) asegure que no tiene inconvenientes en “otorgar” (perdón, en “sincerar”) el 30%, pero claro que a cambio de una demoledora lista de exigencias. De este modo, la falta de política de la UOM, o mejor, su política capituladora, ha puesto a la patronal a la ofensiva y a la UOM a la defensiva, no importando para el caso el alto acatamiento que tienen los paros activos. Como en el judo, la patronal, gracias a la ineptitud de la burocracia de la UOM, utiliza la fuerza de la movilización obrera contra los trabajadores.


La patronal quiere: convenios por empresa; congelamiento del salario por un año; cláusula de “paz social”; que presten servicios simultáneos o alternativos en más de una máquina (polifuncionalidad) (lo cual equivale a trabajar el domingo); “vacaciones en cualquier momento del año calendario, como expresión de la emergencia ocupacional de público y notorio conocimiento” (textual); restricciones a la actividad de las comisiones internas; eliminación del delegado en empresas de menos de diez trabajadores. En una palabra, las patronales pretenden ahorrarse el pasaje por el Congreso del proyecto de “reforma laboral” y enchufárselo en vivo y directo a la UOM. Esto sí que se puede llamar “ahorro de costo laboral” en la tarea de liquidar conquistas; la dirección de la UOM resultaría “más barata” a los patrones que los propios legisladores.


La patronal tiene fundados motivos para suponer que la burocracia de la UOM no está en desacuerdo con estas exigencias, en primer lugar porque ha tolerado sin  chistar que fueran siendo impuestas en las fábricas durante todos estos largos cuarenta pasados meses. Pero, además, porque así lo reconoció otro miembro del secretariado de la UOM, apenas terminara el congreso de delegados en la Federación de Box. A la pregunta del periodista de “Página 12”: “¿Ustedes canjearían el aumento por la flexibilización?”, Gdansky respondió: “Sólo si se llegan a acordar los tres puntos que demandamos”, los cuales había resumido, antes, en los siguientes: “cumplimiento del aumento del 32 por ciento acordado por la rama 17; que ese aumento se extienda a las otras ramas, y que se vuelva a la negociación por actividad” (28/6/94). Resulta claro de esto que la burocracia de la UOM está dispuesta a aceptar las brutales condiciones patronales y que el roce se concentra, exclusivamente, en que la burocracia no acepta convenios por empresa, porque quiere el monopolio de la representación sindical.


Como se puede ver, la burocracia la tiene clarita —lo que para los metalúrgicos es por lo menos muy oscuro. Es por eso que importa citar aquí la declaración de Brunelli referida a que el secretariado de la UOM no fue desbordado de ninguna manera en la Federación de Box, como se ilusionaron muchos compañeros y se engrupieron, como es ya costumbre, muchos partidos de izquierda, esto a pesar (otra vez más) de las advertencias que hiciera contra cualquier auto-engaño el Partido Obrero. A “El Cronista” (12/7), el entregador de Somisa le dijo: “sobre el protagonismo de las bases obreras en la asamblea que resolvió la protesta en curso —a pesar de los mensajes contrarios enviados por Lorenzo Miguel a través del secretario adjunto de la UOM, Luis Guerrero”, (que) “en definitiva no se hizo ninguna cosa que no estuviera estipulada por los secretarios generales”.


Brunelli ratifica así el control del plan de lucha por parte de la burocracia de la UOM y la crisis que se ha abierto en esta cúpula acerca de cómo manejar la explosión reivindicativa que recorre al país, el ascenso obrero y el deterioro político creciente del gobierno menemista. Esta crisis innegable no debe paralizar a los activistas, inclinándolos hacia un bloque u otro, y menos aún llevarlos a pensar que la “nueva generación” es capaz de plantear una salida obrera a los problemas de superexplotación y de perspectivas propias o independientes de la clase obrera. Hay que organizarse para barrer a la “vieja” como a la “nueva” generación de burócratas (de “nueva”, claro, no tiene ni el pelo), y poner en pie una realmente nueva dirección obrera.