Si el joven K estaba envalentonado y creía que tenía la bandeja servida para hacer pie en el Hospital y formar su propia base de apoyo, se equivocó. Qué mejor oportunidad, pensó, que el 25 de Mayo para convocar a los trabajadores a concurrir a Plaza de Mayo. Haciendo volar su imaginación, Salvatierra ya se veía al frente de una columna de compañeros del Francés, obviamente, comandados por él. Para eso, no ahorró recursos. El día 25, estaba todo preparado. Se organizó un locro masivo y, por supuesto, el interventor invitó a todos los compañeros del Francés a sumarse. En un primer momento, si uno se ajusta a la cantidad de compañeros que se acercaron al convite, Salvatierra quizá haya fantaseado que la cosa marchaba viento en popa. Pero esa ilusión se desvaneció muy rápido, tan rápido como el hecho de que a medida que los trabajadores se servían su porción, se retiraban del lugar. Salvatierra tuvo que contentarse con la presencia de, a lo sumo 10 personas alcoholizadas, aportadas, encima, por la burocracia sindical.