Sindicales

26/7/2012|1232

Hospitales de la Capital: La catástrofe que no cesa

EXCLUSIVO DE INTERNET


El cierre de la Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica del hospital Durand, en medio de la epidemia de bronquiolitis que afecta a la población infantil en este invierno, provocó un considerable revuelo en los medios y en el ámbito de la salud pública. Se trata de la gota que rebalsa el vaso en el cuadro de deterioro catastrófico de los hospitales públicos de la Ciudad. Algunos de cuyos rasgos más salientes han sido, en el último período: el incendio del Alvarez -cuya refacción no ha comenzado y se atienden pacientes en improvisados containers-; el cierre de salas del Muñiz -incluyendo la Terapia Intensiva-; la ausencia de calefacción en pabellones del Borda y la usurpación de parte de sus instalaciones para la construcción de un Centro Cívico del macrismo; la inundación del subsuelo del Lagleyze -con la inutilización de parte de sus instalaciones-, y sigue, con cierres de servicios, falta de personal médico y de enfermería, aparatología obsoleta y sin mantenimiento, turnos diferidos al infinito, etcétera, etcétera.


El cierre de la Terapia Pediátrica del Durand se produce cuando el ministro de Salud macrista, Lemus, debe presentarse en los tribunales de la Ciudad por una causa sobre faltante de camas de terapia intensiva para niños, que permitan la correcta atención de enfermos graves con patologías respiratorias. El servicio cerrado fue inaugurado por Macri durante la campaña electoral de 2010; empezó a funcionar en agosto de 2011 y duró 10 meses. Donde se necesitaban ocho médicos y 18 enfermeros sólo se nombraron cuatro y nueve, respectivamente; parte de los cuales fueron renunciando debido a las condiciones precarias y a la sobrecarga de trabajo.


Simultáneamente, se conoció que la mortalidad infantil en la Ciudad aumentó durante 2011 un 26% respecto del 2010: de un 6,7/1000 a un 8,5/1000. Interpelado por la comisión de Salud de la Legislatura, Lemus atribuyó el incremento a un desvío "estándar dentro de rasgos esperables", que no se debía a "factores médicos, sino sociales"; aunque, contradictoriamente, admitió un "déficit de enfermeros neonatales". Argumentos que no sirven para justificar la muerte de 90 niños más -de menos de un año- por causas evitables. Y como si la falta de personal especializado no fuera responsabilidad de la política de Salud. O los "factores sociales" fueran extraños a los que gobiernan. En las barriadas pobres del sur de la Ciudad las cifras de mortalidad infantil han crecido en un 40% y se asemejan a las de las provincias del NOA.


Harina de otro costal es la campaña oportunista que sobre estas calamidades viene desarrollando el kirchnerismo, con actos en la puerta de los hospitales por donde desfilan legisladores, ministros y burócratas, para pegarle al macrismo. Baste mirar el estado de los hospitales de la Provincia de Buenos Aires y la migración masiva de enfermos del conurbano a hospitales de la Capital por falta de atención elemental. O el estado sanitario de las provincias de gobiernos kirchneristas. Baste eso para comprobar la identidad de intereses de ambos bandos, el abandono total de la salud pública y el paralelo desarrollo de las prepagas y la industria farmacéutica, a costa de la salud de la mayoría de la población trabajadora. Todos ellos y todos sus gobiernos, fueron firmantes de la legislación privatista vigente.


Ni macristas ni kirchneristas, los trabajadores debemos superar las trabas de las burocracias gremiales cómplices de estas políticas y organizarnos en favor de un sistema de salud estatal, universal y gratuito, bajo control de los trabajadores, que concentre todos los recursos sanitarios actualmente en manos de los pulpos de la medicina privada.