Sindicales

15/6/2006|950

IMPA: Tomada por asalto por… Kirchner


El pasado 15 de mayo, los trabajadores de Impa realizaron elecciones internas para elegir el nuevo Consejo de Administración. Se presentaron tres listas: la N° 1, identificada con Luis Caro, la N° 3, representada por Eduardo Murúa, y la N° 2, identificada como “independiente”. Esta última terminó ganando las elecciones, con 55 votos contra 45 de la lista de Caro y 38 de la de Murúa. Una vez conocido el resultado, se produjo la ocupación violenta de la empresa por parte de las dos listas perdedoras. Cara y Murua, enfrentados el año pasado, se unieron en una acción de carácter gangsteril.


 


Los medios que han dado cuenta del hecho ponen énfasis en el comportamiento mafioso de estas camarillas, pero ocultan que el principal conspirador es el gobierno kirchnerista y sus socios en la Ciudad de Buenos Aires. Impa, una vieja fábrica dedicada a la producción de enseres de aluminio, está jaqueada por partida doble: por un fado, por el monopolio del pulpo capitalista Aluar, que es el que le provee el insumo básico y, por el otro, por una hipoteca con sus antiguos dueños. Impa se encuentra en un concurso de acreedores, cuyas cuotas viene pagando hace años. La falta de apoyo oficial a Impa contrasta con los generosos subsidios que tuvo Aluar, en particular, estos tres últimos años bajo el gobierno Kirchner (si se suman subsidios, exenciones, Aluar, a lo largo de su historia, según algunas estimaciones, ha recibido la friolera de 5.800 millones de dólares).


 


La toma protagonizada el año pasado por el abogado riquista, se realizó con el guiño del ministro de Trabajo, Tomada, quien venía insinuando que “el dinero aparecería cuando la cooperativa tuviese en manos de dirigentes más contemporizadores”. Murúa, quien revistó en las filas del kiehnerismo, integrando entre otras cosas su lista de candidatos, se distanció de éste y pasó a ser declarado “persona no grata” en los círculos oficiales.


 


Como resultado de estos incidentes, el gobierno pudo meter más abiertamente una cuña en Impa. Caro hizo el trabajo sucio, que luego dio lugar al desembarco del gobierno. La fábrica quedó bajo la tutoría del Inaes y se integró una “comisión normalizadora” (integrada por todas las tendencias), encargada de llamar a elecciones para elegir un nuevo Consejo de Administración. El proceso electoral estuvo marcado por la extorsión del gobierno, quien condicionó cualquier ayuda a que ganara la lista “amiga”. Poco antes de las elecciones, el Gobierno de la Ciudad había prometido un apoyo financiero para ayudar al Impa.


 


Esta política extorsiva se vuelve a reproducir luego de las “elecciones asaltadas”, pues “una de las consecuencias inminentes” de la ocupación “es la paralización del financia-miento, colocando a los trabajadores de Impa en una situación terminar (Argenpress).


 


Este nuevo episodio pone de manifiesto las limitaciones insalvables de la corriente encarnada por Eduardo Murúa. La búsqueda de conciliar con la causa “nacional y popular” se ha revelado un absoluto fracaso. Roto su idilio con Kirchner y con Ibarra, Murúa se ha refugiado en Hugo Chávez. Este nuevo ensayo no le ha ahorrado nuevas crisis. En el movimiento ha j quedado reducido a una mínima expresión. La alianza sin principios con Caro, muy probablemente, va a terminar de rematar este proceso.


 


No hay atajos. La perspectiva de la gestión obrera está inserta en una lucha de conjunto. La expropiación, la asistencia estatal, un salario igual a la canasta familiar (en oposición a la actual autoexplotación que viven gran parte de las fabricas recuperadas) solo puede ser parte de una lucha de conjunto por la transformación social general del país.