Sindicales

3/12/2009|1111

Kraft: Moyano y Tomada con la multinacional

Luego de seis horas de discusión en el Ministerio de Trabajo, las partes no llegaron a nada.
El funcionario que sigue a Tomada y habla por él fue módico: “Intimamos a la empresa a que reincorpore a los ocho suspendidos que fueron despedidos y sobre el resto debe actuar el Ministerio de Trabajo de la provincia”. El “tratamiento”, en provincia, de los otros 45 despidos es una farsa: compañeros cercados por el hambre son convocados al solo efecto de que firmen el despido a cambio del pago de la indemnización. El ministerio se allanó al planteo de la empresa de que los ocho despedidos son responsables de violencia y tienen causas penales.

El STIA y los representantes de la CGT, que estuvieron presentes a pedido de la interna, fueron cómplices declarados de los planteos del Ministerio. La pomposa invitación a Moyano por parte de la Comisión Interna sirvió al solo efecto de darle cartel a los enterradores de la lucha, Moyano no pisó un piquete de la dilatada huelga de Kraft y hasta convocó una marcha contra ella. La invitada CGT, no arrimó siquiera los fondos para un fondo de huelga que permita subsistir a las familias.

Así las cosas, gobierno, empresa y burocracia han decidido dejar a los 53 despedidos en la calle. Según la empresa, 16 de ellos ya tomaron la indemnización, cínico reconocimiento de la política de quebrar por hambre a las familias obreras.

“Volvimos”

Un día antes de la reunión en el Ministerio de Trabajo, los obreros de Kraft, con el apoyo de varias organizaciones, volvieron a ocupar la Panamericana a la altura de Henry Ford durante tres horas. El corte fue muy bien recibido dentro de la planta, donde se libra una lucha sorda pero intensa contra una ofensiva, palmo a palmo, de la patronal.

En la sección Tambo, en el tiempo en el que tres meses atrás se producía un pallet ahora se sacan tres. En Variedad, los 60 golpes por hora han pasado a ser 75. La multifunción se convierte en norma en toda la planta. Varios líderes han sido suspendidos por corrupción, en una política de mano dura cuyo único objeto es indicar a los trabajadores quién manda. Está vigente el “código laboral”, que fija tiempos precisos hasta para ir al baño –no más de diez minutos de abandono de la máquina. Existe trabajo pero no hay prácticamente horas extras, todo se concentra en forzar un salto en la productividad obrera.

El propósito de esta ofensiva es quebrar, en una carrera contra el tiempo, todo tipo de resistencia obrera, aislando a los delegados y activistas.

La ofensiva patronal está provocando una resistencia creciente. Un signo son las 400 firmas que, a esta altura, suscriben el petitorio que reclama la reincorporación de los 53 despedidos y el pago de los jornales adeudados. Otros, el aporte semanal del ticket de comedor para el fondo de huelga; la acogida que recibió el nuevo corte de la Panamericana; las habladas y reuniones en el comedor, que tiende a convertirse en centro de la deliberación; el debate abierto en torno a la elección de delegados de sector y el reclamo cada vez más audible por el bono de fin de año. Todos los esfuerzos deberían confluir en una primera asamblea general. La paz social de la patronal, son los despedidos afuera y el látigo adentro.