Sindicales

7/9/2006|962

La clase obrera en Zárate-Campana y sus luchas

De Campana (Buenos Aires) a San Lorenzo (Santa Fe), un polvorin

Zárate-Campana se ha constituido en los últimos quince años en un enorme polo industrial y uno de los mayores destinos de la inversión capitalista. Cada empresa tiene su propio puerto, lo que hasta cierto punto la transforma en una Zona Franca. La cercanía del río les da a las papeleras, además la posibilidad de volcar los efluentes. El proceso de producción de Siderca también requiere de agua abundante. Las empresas que necesitan agua de calidad, como las cerveceras, tienen a su disposición el acuífero Puelche. Las empresas del Parque Industrial no pagan impuestos municipales. La Panamericana les provee una buena vía de transporte terrestre, pero Solá ya les está construyendo la ampliación del tramo Zárate-Campana de la Ruta 9 y la llamada “ruta de la producción”, una autopista que unirá Zárate con La Plata en poco más de una hora.


Con todo, el principal foco de atracción para el capital ha sido la flexibilidad laboral y la tercerización masiva. Con estas facilidades se instalaron todas las cerveceras. Toyota pasó de armaduría a terminal integrada. Se instaló Faplac. Papelera del Plata trajo a Zárate sus tres plantas en la Argentina. Siderca hace la fiesta desde la devaluación. En Zárate el consumo de energía eléctrica industrial ha crecido sin parar y ya representa el 91% del total, repartido entre 35 empresas. El 9% restante lo consumen 130.000 habitantes. En Campana, el peso de Siderca ha transformado al municipio en un apéndice de la oficina de Recursos Humanos de Techint.


Con un patrón similar, las patronales armaron fábricas con media y alta tecnología, con planteles de obreros nuevos, sin experiencia sindical. En complicidad con la burocracia sindical y el Estado, derogaron en los hechos toda legislación laboral, se creyeron su propia quimera del “fin de la historia”, donde habría fábricas sin obreros que se rebelen.


Esa ilusión patronal se ha terminado. Los conflictos se suceden, uno tras otro, con reivindicaciones similares. Los jóvenes obreros de todas las empresas, engrosados en número y fuerza social por la reactivación, han declarado la guerra a la flexibilidad, el tercerismo y a la desorganización.


La fuerza de estos obreros viene de las enormes contradicciones de esa reactivación. La flexibilidad y los bajos salarios (sobre todo los que trabajan en negro para las tercerizadas) y el carácter internacional de los capitales, han producido un fenómeno particular: de la enorme riqueza que se produce diariamente en Zárate y Campana, no queda nada en la zona. Las ciudades son pobrísimas; la población, que vive en la miseria, ve con enorme simpatía los reclamos de los trabajadores.


Guerra de clases


El estado de ánimo de la clase obrera ha cambiado sustancialmente durante los últimos doce meses. La flexibilidad está fuertemente jaqueada por la resistencia obrera. En las fábricas y gremios más concentrados, como químicos o papeleros, prácticamente han sido todas victorias en el último período.


Con cortes y piquetes, el año pasado los químicos arrancaron un aumento importante. Con la huelga en Papelera del Plata la situación pegó un viraje de fondo por la profundidad del conflicto: no había una burocracia que regimentara la huelga y los piquetes. La victoria significó el reconocimiento de la dirección sindical. Detrás fueron Campanita y Papelera Latina. Los jóvenes obreros de la plástica Ravisud ocuparon la fábrica sin ningún apoyo sindical para terminar con los atropellos e imponer el cuerpo de delegados. Toyota es pionero mundial en flexibilidad, pero la situación general pone a la planta permanentemente al borde de un conflicto. El año pasado tuvieron que dar una fuerte recomposición salarial. En la química Voridian (Eastman) se eligieron delegados. En Ipesa salieron dos veces al corte con piquete para imponer cuestiones tan elementales como el pago de salarios.


Lo que ahora domina la situación es el conflicto de los químicos con Faplac. La empresa fue cerrada en 2000 en Pacheco y reabierta en el Parque Industrial en Zárate. Antes había sido plástica pero en la nueva planta la patronal cerró negocio con la burocracia maderera, que tiene su sede a 250 kilómetros en San Nicolás. El objetivo era imponer la más completa desorganización y flexibilidad. Pero los trabajadores de Faplac salieron al paro con piquetes durante un mes. Una asamblea con 500 asistentes, con los delegados de las veinte fábricas encuadradas en el gremio químico, obreros de Faplac y activistas de todas ellas, votó un plan de lucha que superó a la Directiva. Por ovación se resolvieron paros progresivos de 24, 48, 72 horas que se están cumpliendo. Con una conciliación obligatoria que la directiva aceptó se volvió al trabajo, pero la patronal despidió a un obrero. Los activistas consideran terminada la conciliación.


Más allá de los intentos de regimentación de la Directiva, hay dos hechos que deben destacarse. En primer lugar, la huelga de solidaridad de los químicos expresa una conciencia de clase y una determinación que contrasta con la atomización de la última década. Es, por lo tanto, una huelga profundamente política, de clase contra clase. En segundo lugar, fábricas que no tenían una tradición de lucha han hecho una enorme experiencia piquetera y aún revolucionaria.


La intención de la patronal de Tenaris-Siderca de imponer un nuevo convenio de fábrica va a enfrentar la resistencia obrera. Aún así, este nuevo convenio es una señal impartida por el grupo empresario al conjunto de los explotadores. Si pasa en Siderca, puede pasar en el resto de las fábricas. Para ellos está claro que la fuente de ganancias no sólo está en el beneficio de la devaluación.


Otros sectores en lucha


El gobierno municipal es primer flexibilizador. Con 300 trabajadores municipales con contratos basura de distinto tipo, con cooperativas truchas en todos los ámbitos, estamos ante una brutal política de “fraude laboral” masivo. El hospitalito de Zárate se hace con cooperativas truchas; lo mismo piensan hacer con el reciclado de basura, organizado en común entre los municipios de Zárate y Campana. Se agregan los trabajadores de los planes en las escuelas. La complicidad del Concejo Deliberante es manifiesta. También la impotencia de la izquierda que actúa en el Concejo. Esto produjo el derrumbe electoral de IU de octubre del año pasado (pasaron del 40% al 8% de los votos).


Los municipales desarrollaron una lucha por aumento salarial que duró un mes y terminó con la conquista de 250 pesos de aumento. Pero con 750 pesos no se vive y los compañeros ya discuten volver a salir. Se presentó un reclamo por un 19%. Está en discusión la elección de delegados.


Los estudiantes secundarios, tanto de Zárate como Campana, se sumaron masivamente a la lucha contra la prueba integradora de fines de 2005. Por primera vez en la historia de Zárate se eligieron delegados por curso y tienen pendiente retomar la lucha por el boleto, las becas y organizarse para acabar con el flagelo de las pasantías. Todas las escuelas industriales tienen convenio de pasantías con las fábricas de la zona, que disponen del alumnado y de los docentes para organizar el semillero de los futuros obreros. Distintas camadas de jóvenes desfilan por las fábricas con el señuelo de ser tomados luego de terminar los estudios. En jornadas agotadoras que tienen como componente horas de producción a la mañana con horas de estudio a la tarde, las patronales usan a la escuela pública como selector de personal.


Este año el Municipio de Zárate rescató de la Cooperativa la concesión de Agua y Cloacas. Tuvo que hacerlo para sostener todo el régimen político ante las luchas populares que maduraban. Sobre todo se trató de salvar a la propia burocracia de Cooperativa, responsable de la desaparición de quince millones destinados a las obras. Hoy el agua que bombea Aguas de Zárate no es potable, ni tiene presión en muchos barrios. Se vienen nuevas luchas ante el seguro fracaso de la “municipalización”. Aguas de Campana está en plena campaña para aumentar las tarifas.


Los residuos industriales son tratados en los papeles: las fábricas químicas se deshacen de los tóxicos a bajo costo mediante la tercerización de su depuración. La lucha de los vecinos contra la catástrofe ambiental está en el tapete, llueven las denuncias.


Sólo en Zárate hay quince asentamientos. Se estima en 7.000 viviendas el déficit habitacional de Zárate. La cuarta parte de los zarateños viven en condiciones de hacinamiento o en viviendas precarias. Los asentamientos son potencialmente explosivos. A las carencias propias de la falta de viviendas se agrega que no se les provee de servicios básicos como agua energía eléctrica o alumbrado público. Esta lucha está en sus comienzos.


Un programa


Frente a la catástrofe laboral y ambiental capitalista de Zárate y Campana, planteamos:


• Encuadramiento como químicos a los obreros de Faplac.


• Pasaje a planta y convenio de todos los contratados y tercerizados privados o municipales. Prohibición del trabajo en negro.


• Por un básico de 2.000 pesos, indexado por el costo de vida.


• Por negociaciones colectivas con paritarios elegidos en asamblea.


• No a las pasantías. Por la formación integral del estudiantado en las escuelas. Becas.


• Anulación de todas las leyes de flexibilidad laboral. Jubilación del 82% móvil.


• Por un plan de emergencia de 2.000 viviendas construidas en forma directa por cada municipio, bajo control obrero y financiada con un impuesto a las grandes empresas.


• Apertura de los libros de Cooperativa. Plan de obras bajo control obrero, municipalización y financiación con impuesto a los grandes usuarios de las napas. Que las obras las ejecute la municipalidad en forma directa, con trabajadores organizados independientemente en una bolsa de trabajo. No al tarifazo en Campana.


• Reducción de las tarifas domiciliarias de la CEZ al 50%.