Sindicales

25/2/2019

La crisis del sector automotriz, en números

Frente a los despidos y suspensiones en toda la industria, reclamemos asambleas en los lugares de trabajo.

El tobogán de la crisis industrial pega de lleno en la industria automotriz, con la consecuencia de la disminución de horas trabajadas, la desaparición abrupta de las horas extras, un aumento en la cantidad de suspensiones, despidos y cierres de empresa.


El mercado interno automotriz se desplomó a partir de septiembre del año pasado tras la devaluación y el rebrote de la inflación. Por un lado, el precio de lista de los autos 0km (atado a la cotización del dólar) aumentó un promedio del 80%, pegando duramente en las ventas mediante planes de ahorro, que representan el 53% de las ventas con financiación. Por otra parte, debido a las altísimas tasas de interés, en 2018 hubo 14,9% menos de operaciones concretadas mediante crédito.


En diciembre, las terminales automotrices de la Argentina produjeron un 44,4% menos respecto de noviembre y un 38,5% por debajo de diciembre de 2017. En todo 2018, la producción disminuyó solo un 1,4 % respecto 2017, gracias al alza en las exportaciones de los últimos meses. Sin embargo, las expectativas “exportadoras” chocan con la crisis mundial y con la guerra comercial abierta, incluida la posibilidad de la salida de Brasil del Mercosur, como meneo Bolsonaro durante su campaña electoral.


Prácticamente la totalidad de la industria automotriz del país se encuentra atravesando una caída de la producción, despidos y suspensiones.


La Honda con su planta en Campana decidió suspender a sus 1.300 trabajadores a partir del 25 de febrero, quienes percibirán el 70% del sueldo. Se trataría de la ante sala de una tanda de despidos en caso de que no repunte la actividad.


Volkswagen, que dejó la producción del modelo Suran y sólo continuará la de la camioneta Amarok, tuvo suspensiones parciales hasta fines de 2018 combinada con retiros “voluntarios” y la consiguiente superexplotación de los que quedan.


Ford, que sólo mantiene en Argentina la producción de la camioneta Ranger, mantiene su fábrica cerrada hasta febrero y su personal suspendido. (En Brasil, tras decidir que no producirá ni comercializará camiones en América del Sur, cerrará su planta de San Bernardo despidiendo a 2.800 trabajadores.)


La planta que Chevrolet (marca de GM) tiene en General Alvear, en la provincia de Santa Fe, está desde septiembre con un plan de suspensiones rotativas de sus 2.200 trabajadores de la planta y sus fábricas satélites, por el lapso de cinco meses, acordado entre la empresa y el sindicato. Aunque mantiene su plan de inversiones en la Argentina de u$s300 millones de forma directa y u$s200 millones de manera indirecta por parte de los proveedores, anunció que cerrará tres fábricas en EE.UU y Canadá.


Toyota, en Zarate, a pesar de ser la menos golpeada por la crisis, está planificando unas 80 suspensiones para los meses inmediatos.


No solo las grandes automotrices descargan la crisis sobre sus trabajadores, también lo hacen las autopartistas aguas arriba:


Es el caso de Metalúrgica Tandil de la Renault que en octubre procedió al cierre dejando 160 familias en la calle, tras que la patronal y el gremio, la seccional local de la UOM, habían acordado una suspensión al 80% del sueldo.


Algo similar están viviendo en estos momentos los compañeros de Pilkington en lucha contra 14 despidos sin causa.


El rol de la burocracia


Las patronales tienen una política: descargar la crisis sobre los trabajadores con despidos y suspensiones. Reclamar nuevas prebendas al Estado (que se sumen a las excepcionales que ya existen: protección aduanera, rebaja de impuestos). Aprovechar la “volteada” para ir más fondo en la superexplotación de los trabajadores automotrices, con la violación de hecho o acordada con la burocracia sindical, de los convenios colectivos de trabajo, incrementando la flexibilización laboral y la polifunción.


En este sentido, el SMATA actúa como una verdadera cadena de transmisión de dichas patronales: con la excusa de la caída de la actividad, ha pactado con todas las empresas del sector decena de miles de suspensiones de sus afiliados, viabilizan los retiros voluntarios y gestionan los recursos preventivos de crisis de parte de industrias que ganaron fortunas. 


En el caso de Toyota, dónde la producción crecía, la conducción del sindicato cedió reivindicaciones claves del Convenio para “alentar las inversiones” (se incorporaron las horas crédito, se incrementaron los ritmos laborales, la reducción de los tiempos en las líneas, tres meses de asistencia perfecta para recién cobrar los premios de producción y presentismo, los contratos a prueba por dos años, etc). O sea, una “reforma laboral de empresa” que incrementará el ya explosivo nivel de enfermedades profesionales que sufren los trabajadores.


En 2016 realizó una movilización de sus afiliados al Congreso en apoyo a la ley de autopartes, un nuevo régimen de subsidios otorgado a las patronales automotrices. En octubre de 2017, el Frente Sindical, en el cual reviste el SMATA, mandó a sus trabajadores a rezar a Luján para no salir a luchar.


Ni hablar de la completa falta de democracia sindical, con la persecución de activistas, aprietes y amenazas. Llegando al extremo de desconocer las elecciones en que triunfaron sectores opositores, como en el caso de Gestamp y Lear, que mediante todo tipo de maniobras desafiliaron a delegados legítimos, los echaron y descabezaron las comisiones internas combativas. Exactamente lo mismo pasa con la UOM, el otro sindicato del sector.


Por una salida de los trabajadores


Los trabajadores no somos responsables de la crisis que han generado el gobierno y los grupos económicos que lo apoyaron.


Ante la baja del comercio y la producción, como consecuencia de la política económica recesiva del gobierno nacional y la crisis mundial, rechacemos las suspensiones y reclamemos el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario. No caigamos en la extorsión de que la única salida para mantener las fuentes de trabajo es la reforma laboral.


Hay que defender los puestos de trabajo y el salario con un plan de lucha que comience con un paro general activo de 36 horas. Ocupación de toda fábrica que cierre o despida y apertura de los libros de esas empresas, para comprobar su real situación económica.


Por un congreso de delegados de base con mandato para desarrollar un verdadero plan de lucha. Control de los ritmos de producción, para terminar con la superexplotación que provocan las cesantías. Respeto de los convenios colectivos de trabajo.


¡Que la crisis la paguen los capitalistas! ¡Por una nueva dirección en los sindicatos!