Sindicales

17/8/2006|959

“La fuerza de los trabajadores unidos es mayor a cualquier patota”

Omar Rombolá, trabajador de Coca-Cola

Omar: En esta planta, la empresa tiene la política de que no haya organización sindical de base. Nunca hubo comisión interna ni cuerpo de delegados. Una política compartida por el Sutiaga, que siempre defendió el punto de vista de la patronal: nunca fueron a organizar a los trabajadores. Hubo un proceso de desafiliación en la década del '90, desafiliaciones compulsivas, y el Sutiaga no hizo nada.


El proceso de organización que vivimos hoy nace a mediados del año pasado, cuando despiden a nuestro compañero Alejandro. Lamentablemente no logramos reincorporarlo; pero sí logramos que empezara a cambiar algo en la cabeza de los compañeros: el hecho de que se podía reclamar y que se podía pelear. Empezamos a avanzar en la pelea por organizarnos.


En noviembre elevamos un petitorio al Sutiaga con más de 200 firmas (sobre 500 trabajadores), exigiendo inmediata elección a comisión interna, cuerpo de delegados, afiliación de todos los compañeros y que se restituyan ciertos derechos de convenio que se nos habían quitado (el sindicato firmó en la década del '90 un convenio a la baja donde se nos quita antigüedad, adicionales nocturnos, pago de título, día por familiar enfermo, entre otras cosas), y que se encuadre sindicalmente a los trabajadores electricistas, electrónicos y de calidad.


En forma cínica, nos contestaron que necesitábamos un año de antigüedad en la afiliación para ser delegados: cuando ellos saltearon la ley por más de quince años, ahora nos exigían pautas estatutarias.


En enero el secretario gremial, Romero, pidió una reunión a solas con los que llamó los más “empapados”: se encontró con una asamblea que le exigió votar ya una representación en la planta. Para zafar, nos dijo que podemos votar una comisión provisoria. Hacemos asambleas, votan los cuatro turnos, y en tres días había 20 delegados. A partir de allí comienza una campaña de aprietes, amenazas anónimas, calumnias sobre todos los miembros de la comisión.


En marzo, el sindicato arma una maniobra para desmontar la comisión que habíamos votado en enero: llama a elecciones restringidas, y arma una proporcionalidad tal para colocar gente en la nueva comisión que le responda. Una semana antes de esa elección, la patronal —actuando junto con el sindicato– me traslada a 30 kilómetros, a una fábrica en Quilmes. El resultado de la elección de marzo, pese a las maniobras, fue que sobre seis delegados, tres de los elegidos son de la comisión de enero, responden a los trabajadores, y tres al sindicato. La patronal y el sindicato se juegan al desgaste de la lucha, y nos atacan. En mayo vienen los despidos (Carlos, y otros compañeros de la unidad operativa de Loma Hermosa, donde hubo un intento de formar una lista opositora a la burocracia), Ariel de la planta principal.


El 8 de junio hay una resolución cautelar en favor de mi restitución a la planta, pero la patronal no la cumple y no me permite entrar. Cuando estábamos peleando por mi vuelta a la planta, la reincorporación de todos los despedidos, y demás reivindicaciones, sufro un ataque, cuando me dirigía a la planta el jueves 3, a las 5:45 de la mañana. Cinco tipos que salen de dos autos me atacan a patadas y a trompadas, me dejan en el piso y me gritan: “No vengas más a la planta”.


Yo me presento en la puerta de la planta. Al verme ensangrentado y golpeado, los compañeros se llenaron de indignación. Se hizo una asamblea con el turno noche, que resolvió plantarse en la avenida central de la planta, una calle interna, al grito de “paro” para que el sindicato llame a un paro contra la agresión. Es una medida histórica, porque se trata de una fábrica tumba, un campo de concentración durante más de una década. No calcularon semejante reacción. El sindicato no llamó al paro e informó que yo había tenido un accidente. Esto potenció la indignación de los compañeros, pero prefirieron no salir sin la protección legal del sindicato.


La campaña sigue, la organización sigue; con este ataque no nos van a frenar. La fuerza de los trabajadores unidos es mayor a la de cualquier patota. Queremos una comisión interna en la planta funcionando, y lo vamos a conseguir para luchar por nuestros derechos.


Hacemos responsables de lo que le suceda a cualquier compañero o sus familiares a Coca-Cola Femsa y el Sutiaga, porque es claro que este ataque está ligado a nuestra pelea contra ellos.