La segunda ocupación de viviendas en el Bajo Flores sacó a la luz el estallido de una guerra por el control de la Ciudad. Sus protagonistas son el interino Telerman y el destituído Ibarra. Funcionarios del primero revelaron que la nueva “toma” de viviendas fue comandada por punteros ibarristas; a su vez, los ibarristas acusan a elementos del PJ y del macrismo. Horas después de este episodio, funcionarios de Telerman se “desquitaron” denunciando el ocultamiento de pruebas de la masacre de Once por parte de la ex secretaria ibarrista de “derechos humanos”.

El sobreseimiento

La guerra de clanes se ha desatado inmediatamente después del sobreseimiento de Ibarra por la “causa Cromañón”. Ibarra se prepara para armar sus listas electorales del año 2007. Días antes del sobreseimiento, Telerman había completado el “reparto” entre los suyos de los quince “centros de gestión y participación”, desde donde se manipularán las elecciones de comunas barriales. El ibarrismo sólo recibió el 20% del botín. El acuerdo de facciones que sostiene la “gobernabilidad” de Telerman es, por lo menos, precario.

Los fragmentos del bloque progresista que ungió a Ibarra y a Telerman se pelean por los negocios vinculados a la caja del Estado y a la obra “pública” y al lanzamiento electoral para el 2007. Pero esta pretensión choca con la clique, también kirchnerista, de Alberto Fernández, Scioli, Aníbal y Vilma Ibarra. Estamos ante una guerra entre los clanes “K”.

Desintegración política

Debajo del paraguas que cobija a “todos con Kirchner”, emerge un cuadro de aguda dispersión. Telerman ha sugerido (Clarín, 14/8), incluso, la posibilidad de dos listas kirchneristas, una líderada por él y la otra por Scioli, y aun más. Pero incluso si no se llegara a ese “extremo”, una “única” candidatura “K” albergaría un compromiso precario. Esta crisis plantea una gran oportunidad para el desarrollo de una alternativa obrera y socialista que denuncie la descomposición sin salida del 'progresismo'.