Sindicales

25/8/1994|426

La “izquierda” dónde estuvo (¿y dónde está?)

Cuando en Parque Norte se votó el levantamiento del plan de lucha de la UOM, estaba claro que se había aprobado la discusión por rama  y un blanqueo de los salarios. El Secretariado nacional presentó a ese acuerdo como una “equiparación” necesaria para “reconstruir la unidad del gremio”, con la promesa de que habría una “segunda etapa” donde sí se plantearía el aumento salarial.


El PO advirtió que las patronales pretendían valerse de la discusión planteada por el “plan de lucha”, para introducir cláusulas de “flexibilidad”. Es más, advirtió la traición del Secretariado nacional con anticipación. El acuerdo en Sevel lo confirmó días después: discusión por fábrica y 3% de aumento. Para los obreros metalúrgicos la situación es clara: Nos entregaron otra vez. Pero la zanahoria del “plan de lucha” del Secretariado sí se la comió la “izquierda”, que con esto le tiró un inútil salvavidas a la burocracia.


El Mst se entusiasmó desde el vamos con el “plan de lucha” , incluso lo consideró como propio, sin tener en cuenta que los entregadores tenían bajo su control las negociaciones; el aparato; el dinero; en fin, la dirección y la estrategia. Según el Mst, alcanzaba para superar a la burocracia con “controlar” y “presionar” a través de asambleas de fábrica. ¡Como si el Secretariado nacional fuera un barco a la deriva, al que se puede remolcar a cualquier puerto! Con esta ilusión a cuestas, el Mst no planteó, y no podía hacerlo, la necesidad de una nueva dirección.


El título de su periódico, del 27/7, luego de la traición, lo dice todo: “Se podía ganar más”.


Pero el Mst se ve obligado a reconocer que las futuras negociaciones “serán por ramas”; que se va “a luchar en forma aislada”; que el blanqueo salarial “… para un gran sector del gremio representa un 0,7% o directamente nada…”.


¿En qué consiste, entonces, lo que se ganó? Parece ser que la victoria consiste en el blanqueo (?); en que “esta vez no pudieron levantar por los diarios…” (sic) y en que antes “cada fábrica era una isla. Ahora nos vimos las caras” (sic). Está claro que con semejantes pavadas no se puede organizar al activismo para terminar con la burocracia; a no ser que nos agrupemos… para vernos las caras.


La otra vertiente del morenismo, el Mas, hace suyas las resoluciones de la Federación de Box, asegurando que “se resolvió que se luchaba por un aumento para todos los metalúrgicos”. Aun cuando esto fue lo que creyeron haber votado los delegados presentes, el Mas oculta que las resoluciones, tal como fueron redactadas, constituyeron la primera gran maniobra de la burocracia para llevar el conflicto a una derrota. Las resoluciones, publicadas unos días después, reclamaban “la inmediata equiparación salarial” (cursiva nuestra). Está claro que la equiparación (sin determinar monto ni porcentaje) significaba blanquear (sin aumentar) a las ramas que habían conseguido aumentos “extra-oficialmente”.


Con su apoyo irrestricto a las “resoluciones”, el Mas avaló la discusión por ramas y el “aumento” trucho del salario.


Ante su propia incapacidad para orientar el movimiento y ayudar a superar las limitaciones de éste, desde algún escritorio los morenistas exigen que “Hoy los delegados tienen que defender las resoluciones de la Federación de Box, ahí van a mostrar de qué lado están…”. El Mas concluye, entonces, adjudicando a los 1.800 delegados la responsabilidad del levantamiento del plan de lucha, lo que es una forma de eximir relativamente de la traición a la burocracia.


Finalmente, y para demostrar que no aprenden ni olvidan nada, el Mas nos recuerda que con democracia se come, se cura y se educa; con “la democracia sindical, dice el Mas, no hay traición posible”, como lo demostraría Tierra del Fuego.


Pero el Mas le oculta a sus lectores, que la burocracia de Tierra del Fuego también le trampeó a los obreros, pues el 2,7 x 1 que pactó de palabra con las patronales, antes de recabar autorización de la Asamblea, significó para muchas fábricas de Ushuaia, nada más que un “blanqueo”. Y ahora, luego de la huelga, se queda “mosca” ante los despidos, cumpliendo con la cláusula de “paz social” que firmó (al igual que Martínez, dirigente del Mas).


El Ptp, por su lado, fue fiel a su tradición de ladero izquierdo de la burocracia. Apoyó sin críticas al programa que la burocracia impuso en la Federación de Box, con el argumento de que el acortamiento de los plazos en el plan de lucha lo transformaba en “el plan de los delegados”. “Esta vez el engranaje se movió desde abajo”, tituló su periódico. A la traición la caracteriza como un “triunfo parcial”, aunque se podía seguir la lucha (con los mismos dirigentes, claro).


Para el Ptp habrían habido dos traiciones. Una, la de negociar por ramas y el trueque del “aumento” por el “blanqueo”… pero esto no sería grave (es decir, lo justifica). Lo realmente importante, lo que llama “la principal traición” fue no cerrar un acuerdo en la rama siderúrgica.


Este extraño razonamiento es que un aumento salarial hubiera “afectado” a los capitalistas pequeños o medianos, a los que consideran potenciales aliados, —aun a costa de nuestras reivindicaciones.


El Ptp no entiende que Volando y el Citi están igualmente prendidos a la hora de atacar a la clase obrera, aunque reciban porciones diferentes de la torta. Tampoco explican porqué las Apymes impulsan la “flexibilidad laboral” con tanta furia como Techint.


En este sentido, la estrategia nacionalista, esto es de colaboración de clases, del Ptp se parece a la de la burocracia sindical. No por casualidad, el Ptp votó a Menem.


De conjunto, la “izquierda”  no previó la inevitable traición de la burocracia y alimentó todas las ilusiones que llevan ciegamente a la derrota.


14/8/94