Sindicales

21/7/2005|909

La quiebra de Zanón

¿Hacía donde vamos?

La Cámara de Apelaciones acaba de aceptar el pedido de uno de los acreedores de Zanón y en consecuencia dejó sin efecto la ampliación del plazo para adquirir la empresa, que había sido aprobado en primera instancia por la Justicia. De esta forma, cayó la maniobra urdida por la propia familia Zanón, que se había presentado como oferente para comprar la fábrica a través de la firma Ocabamba, que no es más que un testaferro del propio Zanón, en la que figuran como accionistas su mujer y su hijo.


Fracasada esta maniobra, el juez del concurso tiene que dictar la quiebra.


A partir de la quiebra, se abren dos alternativas: que el juez dictamine la continuidad de la empresa, o que directamente se proceda al remate de los bienes. La primera alternativa tiene características excepcionales y sólo es admitida si por la interrupción de las actividades “hubiera un grave daño a los intereses de los acreedores”. El procedimiento usual es la liquidación inmediata de los bienes.


Si se admitiera la continuidad, la ley de quiebras abre la posibilidad de que los trabajadores, organizados bajo la forma de una cooperativa de trabajo, siempre que representen al menos las dos terceras partes del personal, se hagan cargo del manejo de la empresa. Pero importa señalar que una administración obrera judicial está subordinada al juez y a merced de los acreedores. Quien se hace cargo de la empresa debe ajustarse a un plan previamente acordado donde debe explicitar el proyecto de explotación de la firma y, lo más importante, el modo en que se pretende cancelar las deudas con los acreedores.


La continuidad podría ser ejercida también por el síndico o un administrador, que debería contar con el consentimiento de los trabajadores.


La otra alternativa, el remate de los bienes, “debe hacerse en la forma más conveniente al concurso”. En orden de preferencia, se debe privilegiar a la empresa como unidad. Una segunda opción consistiría en vender los bienes en bloque, con la empresa desactivada y, por último, vender cada activo por separado. La venta de la empresa y de los bienes se hace a precios de mercado, a partir de una base. Si fracasa esa instancia, se hace sin base.


No es cierto, como señala un informe sobre Zanón elaborado por la dirección del sindicato ceramista, que el valor de los activos “pasa a ser ínfimo”. Esto puede ser válido para una fábrica fundida, pero no para una empresa en marcha, y menos aún para Zanón, que tiene un liderazgo y plenas posibilidades de expansión tanto en el mercado interno como en el internacional. En este sentido, resultan infundadas las expectativas de comprar la fábrica con el argumento de que se adquirirían los bienes a precio de remate.


Más allá de estas alternativas, la llave del proceso de quiebra está en manos de una minúscula fracción de capitalistas, que tienen en sus manos la hipoteca de los inmuebles y las prendas de las maquinarias correspondientes a todo el grupo económico de Zanón (que abarca, junto con Zanón, Canteras Zafiro y Barda Negra). El Banco Mundial (Corporación Financiera Internacional) tiene la hipoteca de la planta de Neuquén. El Banco Río (en representación de varios otros bancos) tiene la hipoteca de la planta de Motta. Sacmi, Banco Nacional de Desarrollo y Iadep tienen prendadas, entre las tres, las máquinas de Zanón.


Estos acreedores privilegiados tienen amplias facultades para decidir la suerte de los principales activos de Zanón, incluyendo la posibilidad de rematarlos por cuerda separada sin esperar el resultado final del concurso.


La quiebra, por lo tanto, constituye un campo minado, que se presta a un sinfín de maniobras y es un caldo de cultivo para la manipulación patronal que puede inflar o depreciar los precios, digitar las bases del remate y condicionar integralmente el proceso que conduce a la liquidación de la empresa.


Aun si, hipotéticamente, lograran superar estos escollos, la compra de la empresa por parte de los trabajadores de Zanón representaría una carga asfixiante. En la actualidad, los compañeros de Zanón vienen cobrando alrededor de 1.000 pesos (el 60 por ciento de la canasta familiar), por debajo del salario promedio de numerosos gremios, a lo que habría que agregar la ausencia de beneficios previsionales. Inclusive el salario ha quedado rezagado si lo comparamos con las remuneraciones que se venían cobrando dos años atrás (800 pesos). Es cierto que en estos dos años se ha duplicado el número de trabajadores, pero también es cierto que en ese mismo lapso la producción se ha multiplicado por 20. Mientras el número de obreros se ha incrementado de 200 a 450, el volumen de producción ha pasado de 15.000 a 350.000 metros cuadrados de cerámicos mensuales. Este salto espectacular no ha redundado, sin embargo, en un beneficio para los compañeros. Si nos guiamos por las evidencias indicadas, la recuperación económica de Zanón, su rescate y reconstrucción productiva se han efectuado sobre la base de la postergación salarial. Si a este ajuste se le agregara el compromiso de saldar la deuda originada por la compra de la fábrica, la situación se haría insostenible.


La operación de compra debería hacerse, con toda probabilidad, al contado. Esto obligaría a la gestión obrera a tener que contraer un préstamo, en el mejor de las hipótesis con una institución bancaria, y en su defecto con prestamistas u otros inversores, incluyendo clientes o proveedores del ramo que ya mantienen vínculos comerciales con Zanón. En todos los casos, estamos hablando de un costo adicional en concepto de intereses, que pueden ser siderales. Quien ponga el dinero, directa o indirectamente, pasará a tener un peso gravitante en la vida de la empresa. La compra de Zanón, en cualquiera de sus combinaciones, va a potenciar la presión capitalista sobre la gestión obrera, en todos los órdenes. Esto sería el primer paso, como ya ha ocurrido en otras cooperativas, para la liquidación de la gestión obrera, para un proceso de diferenciación interior y burocratización, y su reconversión en una empresa capitalista.


Si hubiera que llegar a un compromiso, lo peor de todo sería embellecerlo y más aún presentarlo como una salida estratégica. Si tenemos que darle una estructura legal a la fábrica, más que nunca hay que defender el funcionamiento de la asamblea de fábrica como órgano soberano y al cual deberá estar sometida la dirección y representación legal de la cooperativa. Si hubiera que hacer una concesión en el manejo de la empresa, con más razón deben reforzarse los mecanismos de control obrero, fiscalización y organización independiente de los trabajadores.


La administración obrera judicial o la compra son extrañas a los intereses de clase. En oposición a ellas, los trabajadores debemos reivindicar la expropiación sin compensación económica de las empresas que despiden y son vaciadas por sus dueños, y la gestión obrera. Planteamos subsidios no reintegrables y garantía salarial para ponerlas en funcionamiento; participación de directores obreros en una banca nacionalizada.


Esto plantea un plan de lucha de conjunto del movimiento obrero. El sindicato ceramista de Neuquén debería ponerse a la cabeza de ese reclamo, exigiendo a la CTA y los sindicatos neuquinos unirse para lanzar un plan de lucha común, incluyendo como un reclamo central la expropiación de Zanón. Hay que aprovechar la quiebra para darle un nuevo impulso a este reclamo en el momento, además, en que en la provincia se viene incubando una rebelión contra el gobierno de Sobisch. La salida para Zanón no puede concebirse al margen de ese proceso.