Sindicales

16/1/1997|526

Metrovías, hacer el balance de una derrota para reformular la lucha

Los 17 compañeros despedidos del taller de Polvorines quedaron finalmente fuera. El resto de los talleres intentaron una resistencia con quites de colaboración. Pero ni la UTA, ni el cuerpo de delegados, fueron capaces de salir a la lucha frontal para frenar a la empresa.


Los despidos fueron una provocación muy clara de la patronal, en momentos que el activismo y sectores de delegados venían preparando la resistencia a la política patronal. Que consiste en ir imponiendo una racionalización, reducción de personal y flexibilización de las condiciones de trabajo, mediante persecuciones, sanciones y despidos, la cesión a contratistas de tareas que hoy hace Metrovías o incluso el pasaje de personal de Metrovías a las contratistas (llamado “tercerización”).


Como parte de esta política ya hubo, previamente, 30 despidos en el taller de Once. En esa oportunidad, una asamblea de más de 200 trabajadores del subte tomó importantes resoluciones: 1) rechazar la “tercerización”, 2) nombrar una representación especial de 6 miembros del cuerpo de delegados y la UTA, para iniciar un reclamo a la empresa, consistente en dicho rechazo a la “tercerización” y otras reivindicaciones relacionadas con concursos y condiciones de trabajo en el personal de líneas, 3) comenzar un plan de lucha, si la empresa se mantenía en la política de despidos o desplazamiento de trabajadores.


Pero a partir de ese momento, la dirección de UTA y un sector de delegados que se reclaman de izquierda, lanzaron una campaña contra las resoluciones tomadas. Bloquearon el accionar de la comisión especial de delegados, y desconocieron las resoluciones de la asamblea con el argumento de que eran ‘ultras’ o de que la representación de las líneas en la asamblea era minoritaria en relación a la de los talleres. Que las líneas están más atrasadas, que no estaban en condiciones de parar, que “la gente no da”, etc. Argumentos éstos que no fueron planteados en la asamblea, donde no hubo mociones encontradas. Y al revés, suponiendo que existiera ese “desnivel” (muy cuestionado por activistas de las líneas que afirman que los que “no dan” son algunos delegados), las resoluciones de la asamblea debieron ser llevadas a todos los sectores para abrir el debate y enriquecer las medidas de organización, a fin de preparar la resistencia a la ofensiva patronal en curso.


A partir de allí, una sola reunión con la empresa, de la que no se extrajeron conclusiones ni continuidad, aprietes patronales y un par de despidos que pasaron sin reacción. Y luego, los 17 despidos de Polvorines, que debieron ser respondidos en la línea de lucha que votó la asamblea general. Los que salieron, de espaldas a las resoluciones tomadas en común, a proclamar que no se puede luchar, crearon las condiciones de su propio pronóstico. La campaña para “echar para atrás”, que incluyó rasgos de macartismo contra el activismo más decidido, culmina “demostrando” que “la gente no da”.


Es necesario un balance de los activistas para retomar la línea de la lucha contra la “tercerización” y los despidos. Reactivar la comisión de delegados, el pliego de reivindicaciones y las tratativas con la empresa. Al primer nuevo despido, asamblea y organización del paro. Como los compañeros choferes de UTA de Transporte del Oeste y los de “La Perlita”, que con una lucha decidida quebraron a las patronales.