Sindicales

16/2/2006|933

Movilización a la Casa de Santa Cruz

Un factor de la victoria


En la mañana del martes 7 de febrero, la huelga petrolera de Santa Cruz —hasta ese día escrupulosamente silenciada por todos los medios— se transformó en el tema central de todos los informativos radiales o televisivos. El furor mediático tenía su explicación: después de la pueblada de Las Heras, el gobierno acusaba a los delegados petroleros y “al Partido Obrero” por la muerte del policía Sayago. Acevedo y Kirchner acariciaban la posibilidad de un doblete: liquidar la huelga petrolera, por un lado, y asestarle un golpe al Partido Obrero.


 


El PO no sólo dio la cara, sino que devolvió la escalada bajo la forma de un ataque sistemático al gobierno. En la mañana del martes 7, en el primer comunicado de prensa señalamos: “Represión en Santa Cruz: El gobierno, culpable”. Desde los principales canales, minutos después de que Acevedo estableciera la “versión oficial”, dijimos a todo el país que él era “la cabeza de un gobierno que ha practicado las detenciones y torturas en forma sistemática, y que no tiene ninguna autoridad para informar sobre lo sucedido”. Denunciamos la represión y la provocación armadas contra la huelga, y, por eso, responsabilizamos al gobierno de la muerte del policía Sayago. Desde las cámaras de TN redoblamos la apuesta y anunciamos “una gran marcha de apoyo a la lucha de Santa Cruz”. Minutos después, todo el Bloque Piquetero, así como dirigentes de la CCC, del Teresa Vive, del PTS y otros se comunicaban con el PO para apoyar la propuesta.


 


El mediodía del miércoles 9 fue un momento crucial para la huelga petrolera. Por un lado, la Gendarmería enviada por Kirchner llegaba a Santa Cruz. Los trabajadores deliberaban cómo proceder ante la militarización en la región de las rutas. Pero, por el otro, cuatro mil manifestantes llegaban a la Casa de Santa Cruz en Buenos Aires, vivando a la huelga petrolera. Mientras realizábamos la marcha, una radio nacional nos conectó con los huelguistas sureños. De ese modo, y en un momento dramático —donde se jugaba el futuro de la lucha—, los compañeros se enteraban que los piqueteros habían ganado en su apoyo el centro político del país.