Sindicales

16/2/2012|1211

No al cierre ni al desguace del Centro Gallego

Cada semana que pasa, se agrava la situación del hospital. Hace ya dos meses que los médicos no cobran y se encuentran de paro, al igual que el personal de laboratorio y los camilleros. La internación ha quedado reducida a su mínima expresión: apenas una decena de pacientes, cuando hay una capacidad de 400 camas. El servicio de la guardia y de consultorios externos se viene deteriorando a paso acelerado.


El derrumbe del Centro Gallego es consecuencia directa de un vaciamiento deliberado. El gobierno de la Junta de Galicia de España, que compartía la gestión y sostenimiento del hospital (el Centro Gallego es una institución de esa colectividad), decidió abandonarlo a su propia suerte y dejó de enviar dinero hace más de un año (otra derivación de la bancarrota capitalista mundial, en la cual los gobiernos europeos vienen cortando la asistencia social dentro y fuera de sus fronteras).


Esta decisión fue acompañada con el pedido de convocatoria y el traspaso de la gestión del hospital a manos de la colectividad gallega radicada en el país. A través de este pase de manos, el gobierno gallego pretende lavarse las manos y cargarle toda la deuda -que supera los 120 millones de pesos- a la nueva administración.


Las salidas en danza


Esta caída en picada del Centro Gallego no hubiera sido posible sin una red de complicidades, empezando por los nuevos gerenciadores locales. Según denuncias de los propios socios, los estudios de contaduría y de abogados que intervienen en la convocatoria están asociados directamente al presidente y otros funcionarios de la institución. En este lapso, la masa de socios ha bajado a 19.000, cuando el centro contaba con 100.000 afiliados. Más sugestiva es la aparición en escena de otra obra social, Ospaña, que también cuenta con el guiño del gobierno español, la cual canceló su contrato con la institución y se llevó una cantidad de afiliados y socios.


En la movida de Ospaña estaría metido Capaccioli, viejo vaciador del Francés, quien durante años dirigió desde el gobierno todos los hilos de las obras sociales y continúa en ese menester en la actualidad. El Estado ha hecho la vista gorda a este flagrante vaciamiento.


Bajo cuerda, se están fogoneando un conjunto de salidas. Una de ellas seria la transferencia del hospital a algún grupo económico, en la cual estaría involucrado también el sindicato ATSA -como ya lo hizo en el pasado con el Metropolitano o Trinidad, que terminaron en manos de Swiss Medical. Otra alternativa que ha trascendido, aunque más incierta, sería que el Centro Gallego pase a la órbita del Pami. Pero, en todos estos casos, la condición sería un recorte previo de personal y una reducción sensible de servicios. Cualquiera de estas variantes conduciría a destruir la condición actual del Gallego, la que lo distingue como un centro sanitario de excelencia y alta complejidad con una prestación amplia y variada.


Programa y plan de lucha


El cierre o el desguace del Gallego constituyen un golpe para sus 1.300 trabajadores y para la masa de socios, pero, además, representaría un daño fenomenal al sistema de salud en su conjunto. El gobierno nacional y el de la Ciudad vienen mirando para otro lado, con el pretexto de que está fuera de su incumbencia por tratarse de una institución privada. No ocurre lo mismo, sin embargo, en otros y numerosos casos, en los que el Estado ha ido en auxilio del capital.


En oposición al desangre, planteamos que se abran las cuentas de la institución y que su movimiento financiero sea sometido a una comisión independiente, integrada por representantes de los trabajadores y de los socios, quienes deberán ser elegidos y ser responsables ante una asamblea. Dicha comisión deberá establecer una escala de prioridades, de modo que los recursos que vayan entrando a la institución sean destinados al pago, en primer lugar, del personal, la puesta al día de los salarios y de los insumos básicos que se necesitan. En oposición al desmantelamiento total o parcial del hospital, planteamos que el Estado asuma la responsabilidad de la continuidad del mismo a partir de los planteos de los médicos, no médicos y socios. Reivindicamos al Gallego como centro de excelencia y, por ese motivo, impulsamos su integración a la red pública de salud.


Por un plan de lucha.