Sindicales

25/3/1999|619

Obreros tuercen el brazo a la patronal y al Smata

Una impresionante reacción obrera frenó 150 despidos en Cables UTA. Todo comenzó en una asamblea de fá­brica donde los directivos de Smata y la Comisión Interna, sueltos de cuerpo, informaron la habilitación de un recur­so de crisis en el que la patronal elevó a 150 los 100 despidos previstos.


De entrada, una compañera acusó de alcahuete a un miembro de la inter­na que, en bloque, se ‘escondió’ desde ese momento atrás de la burocracia central. Así, un prestigiado delegado de base planteó “decir basta a los despidos, rechazar el recurso de crisis por falso en una empresa que tiene 205 plantas en el mundo”, que se “llenó los bolsillos mediante el convenio de rebaja de salarios que firmó el Smata en el ‘96”, beneficiada “porque ni el Smata ni la interna quisieron fijar los topes de produc­ción”, dijo entonces: “ahora, si no hay producción en todo caso sus­penda, pero pagando la totalidad del salario, en forma rotativa y sin ningún despido más”.


El aplauso cerrado del conjunto de la asamblea sumió en una confusión a la burocracia. Ianello, miembro del Consejo Directivo, acusó de zurdo al delegado combativo que dos años atrás encabezó una lucha salarial que le va­lió el marginamiento de la interna, la persecución patronal con sanciones, re­baja de categoría y cambio de sección, pero que dejó una conquista de un tí­quet y premio de más de un 20%.


La respuesta del burócrata echó nafta al fuego, hizo renacer toda la antigua tradición de lucha de la fábri­ca, a pesar de los despidos sufridos en estos años. El compañero, defendido por varios más, contestó que si “ser zurdo’ es defender los derechos de los obreros, estaba contento de ser­lo” y tenía “la conciencia tranquila ‘ de no ser un vendido ni un corrup­to como los dirigentes del Smata y la CI que lo entregaron abierta­mente a la persecución patronal que enfrentó solo a través de denuncias en la Subsecretaría de Trabajo de Tigre”.


El delegado hizo mención a una car­ta-documento enviada por él, días an­tes, a José Rodríguez, exigiendo que se ponga al frente de una lucha por el reparto de horas sin afectar el sala­rio, consiente que sería apoyada por toda la fábrica. A partir de eso, la Asamblea exigió la presencia del com­pañero en todas las audiencias en el Ministerio.


En semejante clima, un mecánico de base agregó “si hay que ocupar la fábrica lo hacemos” y se tomó como resolución efectiva la huelga general ante el primer despido al término de los diez días de negociación que establece el procedimiento de crisis. Se votó el paro de todos, “los de adentro y los de afuera”.


En una siguiente audiencia poste­rior, bajó la propuesta patronal: 150 suspendidos hasta el fin de año, con pago del 75% del salario y destino ‘alter­nativo’. Si la situación del sector no mejora, esos pagos son tomados a cuen­ta de la indemnización; si mejora, se reincorpora a los que hagan falta, pero con las horas a devolver durante todo el año 2000.


La ‘propuesta’ resume todas las porquerías juntas que el Smata está firmando a lo largo y a lo ancho del país: los despidos en cuotas (Ford) y el banco de horas (Toyota) al mismo tiempo. En la asamblea siguiente se resolvió el rechazo total y la re­afirmación de lucha. La empresa co­locó una escribana en las inmediacio­nes con el objetivo de intimidar, pero fue literalmente echada a gritos y silbi­dos, acusada de buchona. Los obreros se encargaron de mostrar que están dis­puestos a llevar adelante la huelga re­suelta.


Al cierre de estas líneas, la empresa se torcía el brazo. Aceptó cambiar los despidos por suspensiones rotativas durante tres meses, con pago del 75% del bruto, lo que implica una pérdida salarial efectiva de 3% —los descuentos suman 22% en Smata— y estabilidad hasta el 31 de diciembre. Sólo la ‘suge­rencia’ de un burócrata de devolver el 25% de las horas levantó un escollo, repudiado por la mayoría.


De todas maneras, cualquiera sea la forma definitiva que tome el acuerdo, estamos ante un enorme triunfo obrero. Por el carácter rotativo de las suspen­siones (algo que ya no es así en la mayo­ría de las automotrices), por la paga de esas horas y porque no hay ningún des­pido y, al contrario, hay un acta de estabilidad hasta fin de año.


Esta lucha de UTA, como la asam­blea de Renault que alteró los planes patronales o el paro de Diasa a princi­pios de año, ponen de relieve las debili­dades de estas poderosas multinacio­nales, del gobierno y de la burocracia. Están obligados a maniobrar con extre­ma ‘delicadeza’, fábrica por fábrica, para evitar que la lucha decidida de una sola de ellas encienda un proceso de resistencia en el conjunto del movi­miento obrero metalmecánico.


El problema de los obreros del Sma­ta y de la UOM es el problema de su vanguardia. No hay confusión sobre el papel del gobierno. Quedaron atrás las ilusiones del año pasado en una crisis pasajera. Se extiende lentamente, como una mancha de aceite, el odio a la burocracia sindical. La tarea es poner en pie núcleos de activistas, preparar la masa de fábrica con la política del re­parto de horas, para que entre todos animen a los trabajadores más decidi­dos a quebrar en los próximos ‘rounds’ la política de la burocracia.