Sindicales

6/3/1997|529

Parazo en Metrovías

El jueves 20 de febrero, los trabajadores de Metrovías realizaron un parazo en las 5 líneas de subterráneos y en el Premetro contra el despido de 3 compañeros de las líneas E y B, dispuesto por la patronal. El paro tuvo una adhesión total en el conjunto de los trabajadores, que mostraron una gran disposición de lucha. Ante esta situación, y con la finalidad de desmovilizar a los trabajadores, el Ministerio de Trabajo resolvió en tiempo récord (en menos de 5 horas) declarar la conciliación obligatoria con los compañeros despedidos adentro.


El paro comenzó en la línea E por la mañana, cuando luego de ingresar a la empresa los trabajadores se enteraron de que 3 compañeros habían sido despedidos. Inmediatamente se reunieron en asamblea y a pesar de la negativa de la burocracia de la UTA, resolvieron comenzar la huelga. Las restantes líneas, al conocer la resolución de la E, decidieron en asambleas masivas en las cabeceras plegarse inmediatamente. La huelga surgió genuinamente desde abajo, organizada por los activistas antiburocráticos que tomaron la tarea en sus manos, recorriendo las líneas, convocando las asambleas y organizando el paro. La burocracia, por su lado, prácticamente no apareció, y cuando lo hizo fue para hacer de bombero, como en el caso de la línea E, donde un burócrata de la UTA les dijo a los trabajadores que salgan de la vía, que “no era el momento de hacer tonterías”, lo que fue respondido con una merecida trompada.


La empresa, sin duda, se sintió segura para largar los despidos. Hacía sólo un mes había logrado despedir a 17 trabajadores del taller Polvorines y anteriormente a 30 trabajadores de los talleres de Once. En esa oportunidad, una asamblea de más de 200 trabajadores del subte había rechazado la denominada ‘tercerización’, votó un pliego de reivindicaciones relacionadas con concursos y condiciones de trabajo y decidió comenzar un plan de lucha si la empresa se mantenía en la política de despidos o desplazamiento de trabajadores. Sin embargo, cuando la empresa resolvió despedir a los compañeros de los talleres, tanto la burocracia como un sector de delegados que se reivindican de izquierda no tomaron ninguna medida de lucha para enfrentar a la patronal, y lanzaron una campaña contra las resoluciones de la asamblea por considerarlas ‘ultras’ y por caracterizar que ‘la gente no da’. El parazo del 20 fue el resultado, entonces, de una serie de retrocesos y traiciones, que mostraron al activismo y a la masa de los trabajadores que no se podía esperar las decisiones de la burocracia para salir a la lucha, ya que ésta se encuentra absolutamente comprometida con la política de ‘flexibilidad laboral’.


La trampa de la conciliación


La ‘conciliación obligatoria’ dictada por el Ministerio de Trabajo tuvo como finalidad desmovilizar a los trabajadores. Justamente por esto, la burocracia sindical se apresuró a aceptarla. Para la empresa significa ganar tiempo para volver a la carga con los despidos, la ‘flexibilidad’ y el pasaje de trabajadores a contratistas de Metrovías (‘tercerización’). El carácter trucho de la ‘conciliación’ se demuestra en que la empresa se ha negado a que el compañero despedido de la línea B vuelva a tomar servicio, aunque se le pague el salario.


La burocracia, luego del conflicto, ha mantenido la misma parálisis de siempre. En una reunión de delegados realizada luego del paro, presentó la ‘conciliación’ como un triunfo, ocultando que el gobierno es el principal impulsor de la ‘flexibilización laboral’, la reducción salarial, etcétera; por lo que su resolución es una política para favorecer a la patronal de Benito Roggio.


De esta manera, rechazaron, junto con un sector de delegados de ‘izquierda’, la convocatoria a la Asamblea General del gremio, tal cual había sido exigido por la Asamblea de la línea B y del taller Rancagua, realizada durante el paro.


Es necesario, entonces, lanzar una campaña denunciando el carácter trucho de la ‘conciliación’, exigir la Asamblea General de toda la UTA, para votar un plan de lucha contra los despidos y la ‘flexibilización laboral’, y organizar al activismo de Metrovías en un comité de lucha que prepare los combates que vienen.