Sindicales

17/4/2014|1310

Parazo nacional y despues

paro pagina central

En su tipo, el paro nacional de 24 horas del día 10, fue uno de los más extraordinarios. En los ’70 y los ’80, mirábamos con lupa el porcentaje de paro en gremios estratégicos como colectiveros, por los “componentes” patronales y porque no se trata de un colectivo que trabaja bajo un mismo techo, sino de miles de individuos. El paro del transporte fue absoluto. En conjunto, paró, probablemente, un 80 ó 90% de los 16 millones de trabajadores. En el segundo cordón del gran Buenos Aires cerraron los pequeños comercios.Pararon de modo general las bases de los gremios de las cinco centrales. En VW Córdoba, la burocracia y la patronal garantizaron el trabajo; en otras, como Mercedes Benz, donde todo el mundo tiene auto, no se trabajó, y así en otras grandes mecánicas y siderúrgicas. Fracasaron las maniobras oficiales contra la huelga, como la firma de paritarias de apuro (en Comercio tuvieron que dar marcha atrás después de la huelga), o presiones como la quita de subsidios a las empresas que no garantizaran el transporte.

Hubo una rebelión de las bases obreras en un escenario de disgregación de la burocracia sindical. En bancarios, el karnereaje de Palazzo no logró mover la banca; un piquete de Tribuna Bancaria recorrió ‘la city’ para explicar que la paritaria firmada por la burocracia fue a la baja inconsulta y apurada paritaria. En Municipales de Córdoba, el cuerpo de delegados votó por escaso margen una moción de la burocracia K contra la huelga, pero no trabajó nadie. En Córdoba, la huelga dividió a la burocracia que se acaba de unir en una sola CGT.

La izquierda jugó un rol protagónico en la rebelión de bases, mediante asambleas y debates. El PO y el clasismo impulsamos asambleas a favor de la huelga en Fate, AGR-Clarín, en Kraft, lo mismo que en la docencia bonaerense. Nuestro partido promovió decenas y decenas de piquetes de huelga, en las puertas de las empresas, a la hora del ingreso, más allá de los cortes de algunas rutas, que atrajeron la atención de los medios. En las radios y en la tele, defendimos en forma principista el piquete de huelga, en contraste con quienes alegaban que los cortes no dejaban espacio para quienes quisieran trabajar. Cuando el 80% de la clase obrera no tiene delegados y la mitad está precarizada, el piquete de huelga es una obligación absoluta.

La huelga generó crisis y diferenciaciones en varios sectores. El michelismo atravesó un debate interno, en su congreso, por su adaptación al paro matero. Los grandes reclamos de la huelga que la izquierda se empeñó en acentuar, fueron: 9.000 pesos de mínimo, aumento de emergencia de 3.000 para activos y jubilados, prohibición de despidos y suspensiones, absolución de los petroleros de Las Heras.

La burocracia sindical opositora ganó la plana de convocante del paro, pero ha salido dividida de la experiencia. Barrionuevo y Venegas desarrollan un discurso ‘destituyente’, que no encuentra punto de apoyo, al menos por ahora, ni en las patronales, el capital internacional o el Vaticano. Moyano y Micheli están empeñados en ‘regular’ la presión obrera y en adecuarse a las alternativas políticas que emerjan del desarrollo de la crisis. Han convocado por decreto al paro del 10, con la evidente intención de conservar el monopolio de las iniciativas futuras.

La huelga ha sido una expresión de la tendencia de abajo, como lo estableció la enorme huelga docente bonaerense, y ahora las de Salta y La Rioja, entre otros distritos. Por un lado, refuerza esas luchas, pero crea una expectativa de continuidad, por el otro, que puede ser paralizante y aislar las huelgas en curso. Hay que ser concretos en esto, para no caer en el error monstruoso de atribuir un carácter progresivo a la burocracia en estas circunstancias, o hacer diferenciaciones capciosas entre Moyano y Barrionuevo. En una entrevista reciente, Facundo Moyano le refregó a la periodista María O’Donnel la enorme importancia que tiene el sindicalismo empresarial de su familia. El ‘colectivero’ Fernández y el ‘fraternal’ Maturano, ya adelantaron su disposición a un compromiso con el gobierno.

La huelga ha sido un golpe decisivo al ajuste, que enfrenta, de aquí en más, un camino empinado, si no directamente intransitable. Los Massa y compañía se alinearon contra la huelga nacional, como antes lo habían hecho con la huelga docente. Son candidaturas tambaleantes.

El gobierno analiza algún corrimiento del mínimo no imponible a ganancias, pero deja afuera a millones de tercerizados monotributistas. La medida será inocua porque la trayectoria de la carestía y de nuevas luchas salariales la invalidan.
El Frente de Izquierda ha sido la única fuerza política nacional que apoyó el paro, y lo hizo con alma y vida, a pesar de los coqueteos del “Pollo” Sobrero con Moyano. A la entrevista con Moyano, que había anunciado un comunicado de la mesa nacional de Atlanta, solamente concurrió Sobrero. La agudización de la lucha de clases torna fundamental separar a los trabajadores de la burocracia sindical, que es el recurso último de la burguesía y el Estado para derrotar a la clase obrera. Hay que despejar toda sombra de oportunismo para poder impulsar el plan de lucha hasta quebrar el ajuste.