Sindicales

17/8/2006|959

Parmalat: Desenlace de una lucha gigantesca

Por estrecho margen, la asamblea de Pilar aceptó la propuesta de la patronal de suspender a la mitad del personal (pagándoles el 70 por ciento del sueldo). La empresa se reserva el derecho a elegir los suspendidos, entre los cuales, ya ha adelantado, va a incluir a todos los activistas. Las suspensiones son la antesala para el despido. La empresa ha abierto la posibilidad de que los suspendidos se acojan a un retiro voluntario, aunque no está claro en qué condiciones. Los directivos han manifestado que no estarían dispuestos reconocer el 150 por ciento de la indemnización que marca la ley.


Desembarazado del activismo, Taselli tiene las manos libres para reorganizar la empresa con vistas a su cierre definitivo.


El activismo hizo un esfuerzo gigantesco por remontar esta situación. Semanas atrás, tal como lo reflejamos en las páginas de Prensa Obrera, había logrado que la asamblea de Pilar rechazara la oferta patronal. Pero, dos semanas después, el aparato del sindicato volvió a la carga y logró hacer pasar esta propuesta ruinosa. La política funesta de la burocracia horadó el conflicto, al que ya había sometido a un desgaste creciente y sistemático, a lo que se agregar un aislamiento consciente y deliberado.


El punto culminante fue la resolución por iniciativa de Atilra, de la planta de Chascomús, de aceptar la propuesta patronal. El sector de distribución de preventistas y repositores, que funciona en las instalaciones de Constitución, ya estaba en desbande.


Hay que tener presente que los trabajadores vienen luchando desde hace 20 meses. Han sido protagonistas de un extraordinario conflicto. La derrota sobreviene luego de una lucha heroica que fue sostenida por un activismo aguerrido. Precisamente, su presencia e intervención fue determinante para que el conflicto se prolongara durante un año y medio. Durante este período, Taselli no tuvo más remedio que seguir abonando los sueldos y mantener a gran parte del personal. El conocido vaciador creyó que iba a ser un trámite expeditivo.


La lucha de Parmalat no empalmó con otras luchas del gremio. La industria láctea está en expansión pero esta reactivación no ha redundado en un movimiento salarial. La burocracia logró contener los reclamos. Esto, a su vez, dio pie para que las patronales agravaran aún más las condiciones de flexibilización y precariedad laboral.


El planteo del activismo -que el Estado se haga cargo de Parmalat y su funcionamiento bajo gestión de los trabajadores como salida al vaciamiento de la empresa- no logró el respaldo de la mayoría de los trabajadores. La masa de estos la consideró un salto demasiado grande, sin posibilidades de implementarse, más aún con la hostilidad del propio aparato sindical. Las propuestas de la burocracia se revelaron espejitos de colores; primó un retiro decoroso frente a la perspectiva de cierre de la empresa.


La impresionante lucha de Parmalat está lejos de haber pasado desapercibida en el gremio y, agreguemos, en el conjunto del movimiento obrero. El desenlace de la lucha debe servir para sacar todas las conclusiones y poner en pie una tendencia antiburocrática que supere el escollo que representa la burocracia.