Sindicales

16/6/2011|1181

Perdieron Clarín y los K, ganaron los obreros

Reingresó a trabajar Pablo Viñas

Tras siete años de maniobras judiciales, al grupo Clarín se le acabó el carretel y tuvo que reincorporar a Pablo Viñas. Fue también una derrota de la burocracia ongarista y del moyanismo, los que se empeñaron en evitar el ingreso del dirigente represaliado.

La huelga de 2004 en la que fue despedido Pablo, fue traicionada por el sindicato ongarista que se puso al frente para luego levantarla -conciliación de Tomada mediante- y dar paso a los despidos masivos, con el concurso de Piumato y de otros notorios kirchneristas que hoy están en el Evita. Allí surgieron las migas con el moyanismo. La comisión interna -con algunos despedidos al igual que Pablo- fue amparada por el ministerio de Tomada, y pactó con Clarín su reincorporación excluyendo a Pablo. Fue un caso de discriminación sindical extrema (que no vieron ni Morgado ni Rachid, quienes recibieron la denuncia). Recalde hizo su parte en las gestiones y en la discriminación, como jefe de la Comisión de Legislación y Trabajo. La comisión interna transformada en patota agredió a Pablo en el interior del ministerio y la seguridad de Tomada sacó en vilo a la víctima por orden y cuenta de los patoteros.

Con la interna ya adentro de la planta -y Pablo afuera- se produjo el publicitado bloqueo a Clarín instrumentado por el moyanismo, que no enarboló ninguna reivindicación obrera y tampoco el ingreso del compañero. De manera que el kirchnerismo bloqueó de todas las maneras posibles la reinstalación de Pablo.

Hoy, varios de los patoteros arreglaron su retiro por jugosas sumas y los otros esperan su precio -generosamente publicitado por televisión.

El amplio espacio cedido al grupo de delegados corruptos por 6,7,8 le fue negado por completo a Pablo Viñas, destacado miembro de la juventud obrera realmente militante. Tal vez porque “con nosotros no, Barone”, con el PO no hay arreglo indemnizatorio. Somos un partido empeñado en organizar a los gráficos y a los periodistas del grupo, como a los trabajadores de todos los grupos capitalistas de cualquier ramo que sean. La nuestra no es una batalla “cultural” a favor de la hegemonía de otros medios: es una batalla de clase.

Los siete años transcurridos fueron el terreno de todo tipo de atropellos patronales. La Justicia concedió al poderoso grupo todas las facilidades para terminar con el movimiento y con la cobertura gremial de Pablo. Pero, testarudos, los obreros renovaron su mandato como congresal con un sonoro triunfo interno y una votación masiva en todo el gremio en las elecciones de 2008. La tenacidad revolucionaria del activista fue premiada en el secreto de las urnas contra todos los aprietes de jefes y gerentes. La sentencia final de reincorporación es un incuestionable triunfo obrero en la Justicia, contra la misma Justicia.

El grupo no está acostumbrado a perder fallos. Sin duda, ha operado la crisis política, la división en la clase capitalista, la vidriera en la que está el medio que todos los días nos habla de “recuperar las instituciones” y “respetar las reglas de juego y la seguridad jurídica”. Se les complicaron las cosas a los jueces y a los condenados para desconocer las sentencias, como tantas veces hizo Clarín. Hay muchas luchas de la clase obrera de por medio en esta remontada de los obreros de AGR, es parte de un proceso al margen del cual no existen victorias como ésta. Se trata del diario que tiene que informar todos los días de la rebelión obrera y popular en la provincia presidencial.

La reincorporación es una bocanada de oxígeno al duro proceso de reorganización en el que un defraudado colectivo obrero enfrentará nuevos intentos de reestructuración patronal. Se ha otorgado un aumento -malo- para descomprimir, mientras se rumorean “retiros voluntarios” direccionados. Trabajaremos no tan sólo desde el taller, sino desde toda la rama gráfica a la que pertenece AGR para establecer una línea de defensa obrera.

Bienvenido, Pablo. Adelante, compañeros de AGR.