Sindicales

29/6/1994|422

“Quebramos los despidos, los premios y la reforma negrera”

Con una cláusula de estabilidad laboral por un año, con opción a dos, única en el movimiento obrero argentino de hoy; sin despido alguno; con un aumento del 11% fuera de todo premio, 50 nuevas categorías y dotaciones discutidas por los trabajadores, cerró un conflicto sin precedentes en el interior de Atlántida.


Desde el 12 de febrero hasta el 10 de junio pasado, pasamos por todas las instancias de la lucha a excepción de la huelga general, cuya modalidad y características preparamos, sin embargo, hasta el detalle: paro adentro con olla popular y piquete afuera; en su financiación fondo de huelga; su extensión al gremio y al movimiento obrero de la zona. Así preveíamos responder si tocaban aunque más no fuera a un compañero.


Las consecuencias de un taller parado durante un mes en el ultracompetitivo mercado de revistas (imposibilidad técnica de realizar un stock), fue la verdadera arma que obligó a la patronal a negociar una salida como la optada: 4 turnos de 6 horas diarias en lugar de los tres de  8 horas, lo que no logró evitar una reducción masiva de alrededor de 100 compañeros por “recambio tecnológico”, “tercerizaciones” y “ajustes” de dotaciones.


Precisamente, el punto nodal de la polémica interna con la burocracia ongarista y con sectores dispuestos a las indemnizaciones, fue que ellos no planteaban la huelga para el caso de que se produjeran los despidos agendados por la patronal. Esto hubiera significado 100 familias en la calle y, más importante todavía, la derrota estratégica del taller, porque atrás de la primera tanda de despidos (aceptados) vendrían más rajes, rebaja salarial, ritmos negreros, extras de precio normal, represión sin límites, premios divisionistas; en suma, la derrota del movimiento obrero de Atlántida.


El derrotismo fue políticamente superado en el plano más difícil, en el marco de  8 asambleas generales, 16 asambleas de sección y 4 reuniones ampliadas de delegados y activistas. Si la interna hubiera cancelado toda discusión acerca de la pérdida de horas extras, ello habría sido la señal para los despidos y nuestra respuesta de una huelga indefinida que comenzaría aislada.


El conflicto cerró recién cuando la patronal tuvo que enfrentarse a la puesta en marcha de un plan de lucha basado en un quite de cumplimiento 100% en los diez días finales, por el salario y contra un acta “General Motors” que intentaba “colar” la empresa. La victoria consistió en reducir el premio del 9% al presentismo, productividad, calidad y desperdicio, a un 1% sólo por presentismo y arrancar, en su lugar, un aumento del 11%  a la hora en efectivo (8,15%) y en tickets (3%) para redondear un salario promedio de 1.200 pesos en las 40 horas semanales de lunes a sábado (hay 4 horas de capacitación).


La apertura del 4º turno (las automotrices vinieron negando el 3º hasta ahora) crea una cantidad de puestos de trabajo que absorbe el “recambio tecnológico” de hoy y el que se viene a mediano plazo.


El precio del nuevo sistema es la pérdida de extras (6a jornada sabatina) (en esto pretendieron hacer pie las posiciones derrotistas basadas en la ilusión de mantener indefinidamente las extras a precios especiales).


Bajo diferentes condiciones hay un hilo que une nuestra lucha con la de Fiat, donde también las extras servían para inflar el salario de bolsillo con más explotación.


En Atlántida, sin embargo, conseguimos que la pérdida de extras se tradujera en puestos  de trabajo; en aumento real con derrota de los premios; en ritmos discutidos por las secciones; en reducción de jornada en lugar de extensión extenuante; en la defensa del descanso dominical y, en caso de trabajarse, su pago al 4×1 (300%).


Por eso, el balance del activismo es el de un triunfo y así lo reflejó la participación de 15 delegados y activistas en el plenario antiburocrático de zona norte (ver nota “Corni y Atlántida hacen punta”).


No sólo fueron quebrados los despidos sino también la “reforma laboral” , inscripta en cada aspecto de la ofensiva patronal, que intentó movilidad para las horas del sábado, movilidad para las horas de capacitación, meter cláusulas generales de “flexibilidad laboral” y, quizás lo más gordo, acabar con el descanso dominical. Quebramos los intentos uno a uno.


El resultado es un golpe a la burocracia, que siguió el desarrollo del conflicto al milímetro, jugada al descabezamiento de la interna o, en su defecto, a que la patronal imponga una “flexibilidad” que desprestigie a quien es la oposición antiburocrática exclusiva en el gremio.


La huelga de Tierra del Fuego contra los premios fue rescatada por el activismo en las asambleas y su victoria jugó un papel positivo en provocar el retroceso final de la patronal, que sigue con atención el giro de la lucha de clases.


Importa ahora mantener a raya a la patronal alrededor de una adecuada caracterización de la nueva etapa planteada con el agotamiento del Plan Cavallo, y la explosión reivindicativa del movimiento obrero y de las masas.