Sindicales

19/11/2009|1109

Quién fue José Rodríguez

A los 74 años y luego de ejercer la secretaría general del Smata durante 34 años murió José Rodríguez.

Los obituarios de la prensa han ocultado la trayectoria siniestra del personaje y la burocracia se llamó a silencio, quizá porque la malversación de la obra social llevada adelante por el “gordo” no tenía nada que envidiar a la “faena” de Zanola en La Bancaria.
José Rodríguez tuvo a su cargo la intervención del Smata Córdoba bajo Isabel Perón en 1974, y la defenestración de la comisión interna y de los delegados de Mercedes Benz un año después. El 4 de noviembre de 1975 firmó una solicitada en la que calificó a la nueva, combativa e independiente paritaria de Mercedes Benz de  “prohijada por la subversión” y al paro resuelto por los trabajadores de la planta como “un acto típico de la guerrilla industrial”, una virtual orden de asesinato para estos activistas. De 115 trabajadores despedidos entonces, 14 permanecen desaparecidos hasta el día de hoy. A raíz del juicio sobre los desaparecidos de la planta un director de la casa matriz reconoció que “el despido de 115 obreros fue solicitado con carácter de urgente por el Smata y por Ruckauf (ministro de trabajo), quienes además recomendaban incrementar la cantidad”, lo que fue corroborado por el entonces embajador alemán en Argentina (Gary Weber, “La conexión alemana” y “Milagros no hay…” (www.lafogata.org).

La paga no fue menor. En el convenio colectivo firmado por José Rodríguez con las patronales automotrices en 1975 se estableció que el uno por ciento del precio de venta de cada vehículo fuera destinado a la formación de un Fondo Extraordinario para la “erradicación de elementos negativos” (Archivos Ministerio de Trabajo).

En el gremio, la expulsión de la burocracia había avanzado a ritmo vertiginoso y en 1975 el activismo acariciaba la posibilidad de recuperar el sindicato. No por casualidad el Smata es uno de los gremios que encabeza las listas de desaparecidos bajo la dictadura.

La “resistencia” de los 25

Se atribuye a José Rodríguez haber encabezado, junto a Saúl Ubaldini y como parte de la Comisión de los 25, el primer paro contra la dictadura. El mito pretende que esta Comisión fue una herramienta de la lucha de la clase obrera en ese período, una creencia que abonó la propia izquierda (el PST, precedente del MAS, y el PC, sostuvieron la tesis de la “resistencia limitada al golpe” de parte de esta burocracia y le extendieron el crédito, como parte del apoyo a la “renovación peronista” 83/84). Algún periodista ha imaginado incluso que José Rodríguez fue parte de la dirigencia gremial que “terminó presa” en los albores del “Proceso” (Clarín, 7/11).

José Rodríguez vivió cómodamente bajo la dictadura, jamás fue preso o torturado y los 25 no fueron parte de la resistencia obrera. Sus dirigentes fueron parte de los cuadros orgánicos de la burocracia sindical y como tales responsables de la pasividad frente al golpe y de la colaboración desde el primer día con las intervenciones militares, en calidad de “asesores”.
La Comisión de los 25 nació en 1977 con un llamamiento que expresó su “preocupación” por las desapariciones, pidió por la libertad de los detenidos “sin proceso” y la “normalización sindical”. Puso sus expectativas en la integración de la burocracia al cuadro sindical planteado por la dictadura, que no se propuso su proscripción en masa sino su integración selectiva, una “salida” dictada por la resistencia obrera y la probada vocación colaboracionista de la burocracia.

El movimiento fabril de resistencia se desarrolló fuertemente en marzo del 79, la burocracia se negó a centralizarlo y finalmente llamó a un paro sin preparación alguna para el 27 de abril. En éste, que sería el “momento heroico” de los 25, la clase obrera se sobrepuso a la defección de los dirigentes e inmovilizó grandes plantas del GBA y las líneas Mitre, Roca y Sarmiento.

“El gran negociador”

José Rodríguez fue firmante del convenio Fiat en 1995, que rebajó los salarios y los ató a la productividad, habilitó los “equipos continuos rotativos”, eliminó el descanso dominical, disolvió el régimen de categorías y permitió el libre despido durante dos años. Este “modelo” internacional de flexibilidad laboral se fue incrustando en el conjunto de convenios (todos por empresa, jamás de conjunto y en función de un pliego único) y explica el enorme salto en la “productividad obrera” en las plantas automotrices. Lo que, de todos modos, jamás convirtió a los trabajadores mecánicos “en una suerte de aristocracia obrera en comparación con los otros gremios industriales” (Clarín, ídem).

Este es el obituario que debe recordar la clase obrera mecánica y volcar su esfuerzo a la construcción de una gran agrupación clasista.