Sindicales

10/8/1994|425

Rechacemos al convenio negrero de Rodríguez y Brunelli

El SMATA y la UOM acaban de estampar su firma a uno de los acuerdos más negreros de la historia.


La médula del acuerdo, que fue firmado por el gobierno, las empresas automotrices y los gremios establece que “Las mejoras salariales se discutirán por empresa y los aumentos que se negocien deberán ajustarse a metas de incremento en la productividad” (Clarín, 3/8). En otras palabras: desaparece el salario de convenio y el convenio mismo, y se consagra definitivamente el salario a destajo. Una semana antes de los acuerdos, Mauricio Macri, vicepresidente de Sevel, le había dicho a El Economista (29/7): “Pretendemos que el aumento de salarios sea cero, y que todo mayor beneficio sea producto del incremento de la productividad”. Dicho y hecho.


Las patronales se han ahorrado el pasaje de la reforma laboral por el Congreso. El convenio SMATA-UOM se inscribe en los acuerdos recientemente firmados entre la CGT y la UIA. Los dirigentes sindicales, empezando por los de la UOM y el SMATA, les resultaron mas “baratos” a los patrones que los propios legisladores.


El “modelo” que ahora se intentará aplicar en las plantas automotrices es el convenio que Rodríguez firmó hace unos meses atrás con la General Motors. “Los convenios que se están negociando en el sector automotor forman parte de la llamada ‘polivalencia funcional’, donde se permite utilizar jornadas de trabajo más largas ante eventuales necesidades de la empresa, o que cada operario pueda cubrir, en forma flexible, varios puestos” (Clarín, 2/8/94).


El arreglo firmado en CIADEA (ex Renault) apenas unos días antes, ya daba una pista de los que se venía, al acordar “un módulo del 5% de salario a partir de junio por productividad, al que se agregará otro 5% en diciembre” (ídem). En las declaraciones ya citadas, Macri pretende subir la productividad por auto, de las 50 horas actuales, “a 22, 23 como en Europa”, pero sin valerse de la tecnología que allí se usa. Esto da una dimensión de la superexplotación que se viene. Es mediante esta superexplotación que las patronales pretenden hacer frente a la competencia con Brasil e internacional.


SMATA-UOM.


Un final anunciado


El Partido Obrero señaló, de entrada, el callejón sin salida al que conducía la política de la burocracia. “La burocracia del SMATA ha respondido al fin del acuerdo tripartito con el reclamo de una negociación del convenio y de los salarios por empresa, lo cual significa atomizar al gremio y adaptarse al planteo de discutir ‘cada caso por separado’, no sólo por empresa sino incluso dentro de ellas… Va derecho, entonces, a un callejón sin salida. En la manga se guarda la posibilidad de ofrecer a las patronales el mismo régimen que acaba de pactar con General Motors a cambio de salarios que oscilan entre 400 y 600 pesos” (PO Nº 419).


No nos equivocamos tampoco cuando afirmamos que la UOM, a su turno, con la firma del preacuerdo había “entregado todo”. El preacuerdo incluía una cláusula de paz social hasta el 31 de octubre, lo que significaba autorizar la continuidad de la política de “flexibilidad laboral” de las patronales al prohibir cualquier forma de lucha sindical. Esta misma cláusula de paz social también está presente en el acuerdo SMATA-UOM: “Las partes signatarias negociarán de buena fe y en un clima de paz social y mutua comprensión las bases y los mecanismos necesarios para la plena operación de este acuerdo”.


Un régimen parasitario y en crisis


El régimen de la industria automotriz funciona sobre la base de excepcionales prebendas a las empresas (protección aduanera, rebaja de impuestos). Esto, sin embargo, no ha sido suficiente; la viabilidad de la industria automotriz depende de una nueva vuelta de tuerca contra el movimiento obrero. Pero esto, por sí solo, denuncia una crisis de fondo, si tenemos en cuenta que se han estrechado los márgenes para una mayor explotación dado el alto nivel que ya tienen la intensidad y los ritmos de producción. Es sabido, por otra parte, que la industria no ha compensado las importaciones que realizó hasta ahora con las exportaciones a las que estaba obligada. El gobierno, luego de varios cabildeos, ha optado, sin embargo, por renovar la vigencia del mismo régimen que parecía desechar, prolongando, de ese modo, su crisis.


Las patronales, en este marco, ya han recibido nuevas concesiones. “Hace unos días fue emitido un decreto, el 1179, que le pone paños fríos a las obligaciones de los fabricantes modificando nuevamente las formas de medición del déficit comercial del sector y permitiendo —entre otras cosas— restar 6.000 unidades anuales por importaciones efectuadas al amparo del Mercosur” (Clarín, 29/7). Más importante son las concesiones que se vienen: “las terminales esperan subirse a fin de año a la posibilidad de pagar una multa y que ese castigo sea punto final para los tres años en los que pudieron importar con ventaja” (ídem).


La lucha por una nueva perspectiva sindical


Se avecina, en este marco, un período de despidos, de sustitución de efectivos por contratados y de modificación en la jornada y ritmos de trabajo. Pero aun esto no asegura un horizonte de expansión de la industria nacional. “Actualmente CIADEA (ex Renault) está evaluando la factibilidad de instalar una nueva fábrica de automóviles en Brasil o en la Argentina y la decisión mucho depende de la posibilidad de incrementar drásticamente la productividad en las plantas argentinas”. La política de integración de los pulpos en el Mercosur consiste en descargar el peso de la crisis sobre la clase obrera, abriendo una feroz competencia entre los trabajadores de ambos países. La burocracia sindical, por su lado, está en un proceso de franca descomposición.


Vamos a un enfrentamiento industrial de grandes proporciones y esto plantea una nueva política, una nueva estrategia y coloca en primer plano la cuestión de la dirección. Esta lucha debe ser librada de conjunto en torno a un programa común cuya plataforma básica debe ser: rechazar el convenio SMATA-UOM que nos enchufa la reforma laboral, la incorporación de los contratados al plantel permanente y plantear un salario que, como mínimo, debe ser igual a la canasta familiar.