Sindicales

8/5/1997|538

Se viene el pacto de la CGT con la UIA

Una clásica cortina de humo.


Mientras anunciaba ‘urbi et orbi’ que realizaría un paro general, ‘a más tardar en mayo’, la burocracia de la CGT estaba ultimando, en realidad, un acuerdo para imponer la ‘flexibilidad laboral’ con la nueva conducción de la Unión Industrial Argentina, enteramente alineada con Duhalde. Participaron de la maniobra distraccionista del ‘paro en mayo’, la burocracia en pleno de la CTA y el grupo de Palacios del MTA. Ahora habrá que ver lo que dicen ante el inminente acuerdo ‘laboral’ entre la CGT y la patronal industrial, que cuenta con el visto bueno del gobierno menemista.


La base del acuerdo es introducir las características de los contratos precarios o ‘basura’ dentro de los convenios colectivos de trabajo, autorizando la rebaja de salarios, la liquidación de las horas extras y la consiguiente extensión de la jornada laboral, la fragmentación de las vacaciones, la ‘flexibilización’ de las categorías laborales y, por último, la drástica reducción de la indemnización por despido. Los contratos ‘basura’ no quedarían derogados, pero con la incorporación de sus normas a los convenios de trabajo se pretende limitar el perjuicio fiscal que ocasionan, ya que los contratos ‘basura’ exceptúan a las patronales del pago de las cargas sociales.


La coexistencia actual entre convenios de trabajo y contratos ‘flexibles’ quedaría superada mediante el pacto que se está tramando. El nuevo régimen dejaría a la burocracia de los sindicatos con el monopolio de la negociación de los convenios, pero con el agregado de que también habilitaría los acuerdos por empresa, que se‘articularían’ con lo establecido en el convenio nacional. Es decir que los convenios de trabajo tendrían la suficiente ‘flexibilidad’ como para permitir que las patronales puedan imponer lo que quisiesen en las empresas, sin por eso violar los acuerdos generales del sindicato.


Dentro del acuerdo aparece también la figura de la ‘mediación laboral’, que obliga al trabajador a pasar por esta instancia antes de quedar habilitado para promover un juicio laboral, por perjuicios o prácticas desleales, a las patronales. Se trata de una clara privación de derecho y de la liquidación de una reivindicación antigua de los sindicatos —el establecimiento de una justicia laboral.


El pacto antiobrero entre la burocracia cegetista y la UIA, ambas de cuño duhaldista, pretende inspirarse en el pacto recientemente firmado por las burocracias sindicales y las patronales españolas, que no casualmente fue saludado positivamente por toda la prensa financiera internacional. Un abogado laboralista cercano a la burocracia sindical, aunque crítico del menemismo, Lucio Garzón Maceda, saludó este acuerdo debido a que preserva la función central de la burocracia sin afectar por ello la posibilidad de imponer los convenios por empresa, o sea la flexibilidad laboral (La Voz del Interior, 4/5). El acuerdo español no elimina, sin embargo, los contratos ‘basura’, sino que los incorpora a los convenios de trabajo; es el caso de los jóvenes de 16 a 22 años, para los que se establecen contratos que van de seis meses a dos años; es tambien el del mantenimiento del contrato ‘temporal causal’, para el que se prevé, al terminar, una prestación por desempleo, y lo es igualmente la conservación del‘trabajo a tiempo parcial’, que se refiere al de menos de 12 horas por semana o de 48 horas por mes.


Toda esta vulneración de derechos que protegían a los trabajadores de la explotación capitalista, es lo que reclamó precisamente la CGT en la solicitada del 1º de mayo —‘un nuevo contrato social’, que no “debilite la capacidad negociadora de los sindicatos”. Claro que esa ‘capacidad’ se refiere al monopolio de negociación de la burocracia para mejor entregar los derechos de los trabajadores.


Claro que el mantenimiento de la burocracia sindical como bisagra de la superexplotación no satisface a todo el mundo en la burguesía. Hay diversas razones para ello. Una, es que mantiene a los sindicatos en el negocio de la salud, al menos como intermediarios, afectando a las pre-pagas y, se verá, a las compañías de seguro. Otra, es que fortalece al ala industrial de la patronal, que quiere que algunos sectores privatizados o financieros paguen una parte mayor de la factura que permita reactivar la producción. Una tercera tiene que ver con que el bloque CGT-UIA responde a Duhalde y se opone a las maniobras reeleccionistas de Menem y a la promoción de candidatos menemistas en las listas del PJ.


Tanto la CTA como el MTA de Palacios sabían perfectamente que, con la nueva dirección de la UIA, se venía el pacto de la CGT. Sin embargo, en lugar de advertir del hecho y denunciar a Duhalde y a sus agentes, eligió emblocarse con la CGT en la demagogia del ‘paro en mayo’. Esta conducta no obedece a la ingenuidad, sino que marca los puntos de negociación entre los burócratas ‘combativos’ con Duhalde y, de un modo general, con el conjunto de los partidos patronales opositores, que coinciden con la fracción de la burguesía que tomó la dirección de la UIA y que apoya a Duhalde.


Para los activistas sindicales contrarios a la CGT ‘empresarial’, el pacto de ésta con la UIA y el gobierno, y la complicidad de las burocracias opositoras, significa una verdadera impasse en las tentativas de impulsar el paro nacional y el apoyo a las luchas en curso. Pero esta impasse se limita a poner de relieve algo que la experiencia ya ha señalado reiteradas veces: es necesario que los activistas dejen de moverse dentro de las perspectivas de las burocracias opositoras y que se organicen en un polo político-reivindicativo independiente.


Luego del Cutralcazo y de la huelga docente de Neuquén; luego de la ocupación de Atlántida y del crecimiento de los conflictos en la industria automotriz; luego de este desarrollo ascendente del movimiento obrero, las burocracias, todas las burocracias, tienen mayor necesidad que nunca de arribar a una ‘concertación social’ con los explotadores.