A pesar del inmenso apoyo popular con que contó a fines de 2009 la lucha de los autoconvocados de la salud, que se manifestaba en verdaderas puebladas que acompañaban cada marcha, el aislamiento al que las centrales sindicales y el resto de la burocracia sometieron a esta lucha fueron algunas de las causas que le impidieron torcerle el brazo al gobierno.

En aquellos días, el MST le reclamaba a viva voz a la CTA y a la CGT “que dicen apoyarnos, que convoquen a un paro provincial en apoyo a nuestros reclamos” (Alternativa Socialista, 506).

Este paro nunca se concretó. El “apoyo” de la CTA se limitó a caretear en algunas marchas y apostar a su desgaste. El grueso de su dirigencia mantuvo incólume sus lazos con la burocracia de ATSA, que actuaba y actúa como grupo de choque y rompehuelgas.

El MST, a pesar de todo, se ha sumado a la lista de esa dirigencia e incluso ha dejado de reclamarle el paro provincial.

El cambalache tucumano ha puesto de manifiesto el ADN de una izquierda impotente.