El 1º de agosto, la dirección celeste del sindicato de trabajadores de la educación, encabezada por Gustavo Maure, se proponía reformar los estatutos para anular el plenario provincial de delegados escolares, su instancia más democrática.

Para lograr su objetivo, armó el plenario en San Rafael, la ciudad más alejada del centro de Mendoza que pudo encontrar. Desde un principio, se vio que había preparado todo: llevó al menos 200 delegados truchos con automandato o que se afiliaban al sindicato en la fila de acreditaciones. Para aprobar la reforma, debía obtener los dos tercios de la votación.

Se votaron dos propuestas: la celeste y otra presentada por la "Asamblea por la Recuperación del Sute", formada por delegados independientes y todas las agrupaciones de oposición. La votación se produjo en medio de un clima de tensión. Al final, ni siquiera con trampa le dieron los números. Los rostros de los burócratas anticiparon el resultado.

No pudimos evitar, en medio de la alegría por haber derrotado la maniobra, que se nos escapara un "se va a acabar, se va a acabar la burocracia sindical", que retumbó como una hermosa melodía en el Teatro Roma de San Rafael.