Sindicales

25/11/2010|1156

Un balance ‘curioso’ de la lucha de Kraft

A un año del conflicto de Kraft, el PCR publicó “Terrabusi Kraft: una lucha heroica”, de German Vidal.

Según el trabajo, “el enemigo principal era la Kraft, no el gobierno nacional” -una tesis por lo menos curiosa de parte de una organización furibunda contra los K, a partir de su defensa del ‘campesinado’ sojero. Sostiene también que la CGT y el sindicato apoyaron la lucha. En una palabra, el esquema está armado para justificar el apoyo a la ‘paz social’ armada por los nuevos héroes del PCR: el gobierno y la burocracia de la CGT. Por eso repite que “La empresa no acata la disposición ministerial (…) pisoteando nuestra soberanía”, o que “la dirección de la CGT repudia los despidos (…) Daer, incluso en este momento en que apoya la lucha deja en claro su posición”. Todos artífices del acta de ‘paz social’. La realidad es otra: Kraft sostuvo los despidos, el Ministerio de Trabajo planteó una conciliación obligatoria para darle margen a la patronal, la burocracia de la CGT repudió los despidos, para de inmediato justificarlos. Moyano da un apoyo verbal, pide represión y, cuando ésta ocurre, la repudia para llamar a “retomar el diálogo”.

El caso de Daer es particular. La burocracia verde hacía varios años que había perdido el control de la fábrica. Una barrida de la CI y del conjunto de los activistas era un sueño hecho realidad; para que se materializara había que luchar por dirigir el conflicto, sacárselo de las manos a la Interna y al activismo. Por esto es que coquetea con los trabajadores en un primer momento, pero no llamó a un paro, ni a un quite de colaboración; jugó con el desgaste. Es más, “en un plenario de congresales y comisiones internas del STIA Capital, el mismo Daer se niega a llamar a un paro del gremio” (esto en el momento en que Vidal sostiene que Daer apoyaba el conflicto).

El libro sostiene que el gobierno era ajeno o mero mediador, por lo cual la CI acordó una “tregua” con el solo objeto de mostrar “buena voluntad”. Los trabajadores se “obligan” a volver a trabajar y la patronal se siente “obligada” a no reincorporar a los despedidos.

La realidad es que en Kraft presenciamos un frente único entre la patronal (apoyada por la UIA, a pesar de los esfuerzos de Vidal por separar a los patrones imperialistas, de los nacionales), el estado y la burocracia sindical contra los trabajadores.

La dirección del conflicto se la disputaban dos sectores, pero no dos políticas. La CI se paralizó casi al mismo tiempo que se inició la lucha. Las reuniones se hacían por separado. El libro presenta esto como la expresión de dos posiciones políticas: la mayoría, que planteaba hacer el paro “adentro”; la minoría que planteaba “sacar el conflicto a la calle”. La realidad es que ambos sectores fueron extremadamente sectarios. Estamos obligados a coincidir con el autor en la cobardía política del PTS al abandonar la planta ante el riesgo de represión; la política de “sacar el conflicto a la calle” no era más que una postura. La orientación del “piquete obrero estudiantil”, externo, en suplantación de la organización y la lucha sigue hasta el día de hoy.

La elección de la nueva interna se hizo bajo el paraguas de la firma del acta que dejaba a más de 50 despedidos en la calle, esta es la explicación de la derrota de la Lista 2 de Bogado. Vidal distorsiona ‘grosso’ -dice que fue una maniobra de Kraft para que gane la lista de Hermosilla. Dice que “Se subestimó esta escandalosa maniobra fraudulenta de la Kraft… los compañeros (…) pensaron que el fraude principal vendría del lado del gremio”. Con esta línea, la lista de Bogado rechazó un acuerdo de lista única contra la burocracia; no es, sin embargo, lo que Vidal autocritica -el faccionalismo en el movimiento obrero. Ninguno sabía dónde estaba parado, unos rechazaron la unidad creyendo que ganaban, los otros planteaban la unidad creyendo que perdían.

En Kraft, una patronal no alcanzada por la crisis (en medio del conflicto comienza las negociaciones para comprar Cadbury) se lanzó a liquidar a una Interna y cuerpo de delegados antiburocráticos, que eran el único impedimento que encontraban para hacer pasar el ajuste en la planta. La respuesta de los trabajadores impidió que esos objetivos de la patronal se pudieran cumplir.

La posterior huelga de la Alimentación, liderada por los trabajadores de Arcor, tuvo como antecedente esta lucha. Esta huelga no contó, sin embargo, con el apoyo activo del conjunto del gremio; mostró la enorme limitación de las nuevas direcciones de Buenos Aires. El saldo más extraordinario de la lucha de Kraft fue que a la hora de votar una nueva interna, la base de la fábrica lo hizo en el sentido de repudiar un acta de ‘paz social’.