Volkswagen: militarización y suspensiones


El pasado jueves 23 de febrero, a las 5 de la madrugada, unos 200 gendarmes instalaron en la Panamericana un enorme operativo preventivo para que la empresa anunciara la suspensión de 600 trabajadores durante un año y medio. Esos efectivos, con carros hidrantes y de asaltos, además de infantes de la policía provincial, eran toda una definición de la alianza entre la patronal, el gobierno y la burocracia, sin la cual estos ataques contra el movimiento obrero no resultarían posibles. 


 


Las suspensiones masivas en Volkswagen son parte de un plan de ajuste que se desarrolla desde abril del año pasado, y que no ha terminado.  El paso siguiente es ahorcar económica y psicológicamente a los suspendidos para obligarlos a que tomen el camino de los retiros voluntarios.  La burocracia del Smata intentó presentar este esquema antiobrero  de suspensiones y retiros como la “mejor alternativa”, planteo que por supuesto no tuvo ni un mínimo de cabida por parte de los trabajadores. Desde mediados de enero la dirección del SMATA se esforzó en vano por tratar de convencer a los trabajadores de los beneficios de este plan de ajuste, cosa que no hizo más que aumentar el repudio y la bronca. 


 


Como adelantamos en Prensa Obrera, la lista negra fue integrada por todos los “indeseables”, tanto para la patronal como para la burocracia.  El activismo antiburocrático en su totalidad forma parte de esa lista, junto a compañeros afectados por enfermedades laborales o que tuvieron licencias extensas. El dato que confirma esto es que un grupo de trabajadores que participaron en el programa de Gustavo Silvestre, Minuto Uno, en C5N, donde denunciaron lo que estaba ocurriendo en VW, fueron suspendidos en su totalidad. Uno de ellos fue hostigado durante su jornada laboral por parte del consejo directivo, la comisión interna y activistas de la Verde.


 


El objetivo final de esta reducción de personal responde a un plan de mediano plazo para aumentar los ritmos de producción y flexibilizar aun más las condiciones de trabajo, la burocracia del Smata es tributaria de esta perspectiva. No en vano ponen a Toyota como ejemplo de la industria automotriz en la Argentina. 


 


Mientras los suspendidos serán presionados con una brutal rebaja salarial, los trabajadores que queden en planta serán los encargados de cargar sobre sus espaldas los costos del ajuste patronal.


 


Ante el hecho consumado de las suspensiones  masivas, que no son otra cosa que despidos encubiertos, es más necesaria que nunca la organización independiente de los trabajadores, tanto de los suspendidos como de los que quedaron adentro, por la defensa real de los puestos de trabajo, el salario y el convenio colectivo. Por una nueva dirección en el SMATA.