Sociedad

7/2/2013|1256

Ajuste en el Conicet, una política de Estado

Vocal del Centro de Ciencias Exactas y Naturales (Cecen)

La convocatoria 2012 del Conicet para becas postdoctorales e ingreso a la Carrera de Investigador dejó un saldo de 1.509 científicos expulsados del sistema, una cifra casi idéntica a la del año pasado. Es decir que en dos años más de tres mil científicos, que dedicaron entre 10 y 15 años de sus vidas a formarse y a trabajar (en negro) en la investigación pública fueron despedidos sin siquiera tener derecho a una indemnización.


En un reciente artículo publicado en el opositor diario La Nación (lanacion.com.ar/1547853-el-98-de-los-cientificos-salidos-del-conicet-consigue-trabajo), Nora Bär realiza una defensa desbocada de la política científica K. A partir de un censo realizado sobre ex becarios del Conicet, trata de mostrar un futuro prometedor para los científicos argentinos. En realidad, los datos que brinda no hacen más que verificar el fracaso de esta política y el futuro penoso que nos depara a los investigadores.


Según los datos publicados, tan solo el 52% de los becarios consigue ingresar a la Carrera de Investigador del Conicet, y poco más del 2% ingresa a otros organismos de CyT. Es un dato notorio: casi la mitad de los investigadores que se forman en el Conicet son vetados de la posibilidad de investigar (por lo menos en el ámbito público).


Lino Barañao (y La Nación) nos insiste en que no hay ningún problema, porque los cientos de doctores expulsados del Conicet serían contratados por empresas que pagarían mejores salarios y nos permitirían aplicar nuestros conocimientos “al desarrollo del país”. Nada más lejos de la realidad. Según el mismo artículo, son menos del 7% los doctores contratados por empresas. Ni hace falta mencionar que los intereses de esas empresas tienen poco que ver con el desarrollo nacional.


Finalmente, el estudio corrobora que la mayor parte de los científicos expulsados del Conicet terminan trabajando como docentes, mayoritariamente en la universidad pública. Lo que omite el artículo es que esta salida, lejos de ofrecernos una estabilidad laboral y económica, nos somete a los concursos arbitrarios, la dedocracia, los salarios bajos y ahora, además, la posibilidad de que nos cesanteen a los 65 años.


Por supuesto que la columnista no saca estas conclusiones, sino que se contenta con que la mayoría de los becarios de ciencia y técnica consigue luego algún trabajo. Cabe destacar que el estudio se realizó entre quienes fueran becarios entre 1998 y 2011, o sea que no permite apreciar las consecuencias del “embudo” actual en toda su magnitud.


¿Por qué un diario gorila avala la política científica nac&pop? El hecho es que el “modelo científico-productivo” no fue otra cosa que la ampliación del Conicet a partir de una precarización brutal del trabajo del investigador. Mientras tanto, la estructuración bancomundialista y mercantilista del sistema científico de los ’90 siguió intacto: la Agencia de Promoción Científica (creada por Menem), la concentración de poder y las arbitrariedades del directorio de Conicet (sin participación de becarios o personal de apoyo) y fundamentalmente la orientación del sistema científico hacia la “estructura productiva”, es decir, a aumentar las ganancias empresariales.


Ahora que se acabaron los vientos de cola y la crisis mundial se abate sobre la Argentina, poniendo en rojo las cuentas públicas, somos los investigadores (actuales y futuros) los que tenemos que pagar el colapso del Sistema Científico. El gobierno y la oposición tradicional coinciden en esto; sólo la izquierda propone una salida. Después de diez años de experiencia kirchnerista, nuevamente nos mandan a “lavar los platos”, tal como hiciera Cavallo en 1994. Está en nuestras manos la tarea de poner en pie un verdadero desarrollo científico nacional que sirva a las necesidades de nuestro pueblo, pero sólo lo vamos a lograr de la mano de una reorganización social que ponga a los trabajadores a la cabeza del país.