Sociedad

7/4/2011|1171

Biotecnología y capitalismo

La privatización de los genes

Se cumplen diez años de la publicación de los primeros resultados relativos al desciframiento del genoma humano (la disposición de los componentes químicos de los genes que aseguran la herencia de nuestra especie). Desde entonces quedó claro que la explotación capitalista del asunto podía ser un negocio enorme porque el descubrimiento abría posibilidades inexploradas para la terapia médica en el tratamiento de enfermedades como el cáncer, la diabetes o el mal de Alzheimer, entre otras.

No hay nada muy novedoso, por lo tanto, en el reciente artículo del diario español (El País) -dedicado a este décimo aniversario-, cuando alerta sobre el daño que implica la política de patentamiento de genes que domina la investigación en biotecnología (“La genética topa con la patente”, 31/3).

Cuatro años atrás, en otro diario, se señalaba que “los resultados de permitir que se patenten genes han sido desastrosos. Se paralizan investigaciones científicas o se elevan dramáticamente sus costos, lo que perjudica a los pacientes. Usted o alguien que usted ame puede morir a causa de una patente de genes que jamás debería haber sido concedida. ¿Suena descabellado? Desgraciadamente, es más que real”, escribía Michel Crichton en el New York Times (18/2/07). Explicaba entonces que el patentamiento de material genético se empleaba para detener investigaciones, impedir estudios médicos y mantener información vital fuera del alcance de los propios médicos.

Siete años antes que el New York Times, en estas mismas páginas señalamos que la explotación capitalista del descubrimiento del genoma humano podía convertir el avance científico en un verdadero infierno: “mientras los investigadores científicos explican que es necesario un cuidadoso y no poco demorado itinerario para avanzar con procedimientos adecuados en la línea del tratamiento de enfermedades, los representantes de la “industria farmacéutica” lo que quieren son lucros, y cuanto más rápido mejor. Existe, entonces, una carrera desenfrenada para salir al mercado de una u otra manera, que está moviendo a las compañías farmacéuticas y de biotecnología del mundo para ser el primero en encontrar y patentar los genes relacionados con enfermedades claves. Una carrera sembrada desde hace mucho tiempo de numerosos víctimas: desde 1990 se han ensayado numerosos tratamientos experimentales de “terapia génica”, involucrando a más de 3.500 enfermos. Luego del fallecimiento de uno de ellos -John Gelsinger- comenzaron a filtrarse a la prensa informes, hasta entonces reservados, sobre los oficialmente denominados “efectos indeseables graves” resultantes de estos ensayos. Involucran a centenares de pacientes con alteraciones notables de la salud después de los tratamientos efectuados sin los controles necesarios. Mientras tanto, las compañías involucradas en el negocio cotizaban sus acciones en alza en Wall Street (“El genoma de los humanos” en Prensa Obrera Nº 672, 6/7/2000). En otro artículo sobre el tema desarrollamos la denuncia de los alcances criminales de la investigación capitalista en esta materia, cuyo principal promotor era desde finales del siglo pasado un eminente genetista de la Universidad de Harvard, Richard Lewontin (“Proyecto Genoma Humano; los mitos y los dólares”, En Defensa del Marxismo N° 32, diciembre 2003).

Novedades

Una década después sabemos que casi el 20% de los genes conocidos que todos tenemos en los cromosomas del núcleo de nuestras células (que en total son más de 23.000) se encuentran… “patentados”. La mayoría son de utilidad en tratamientos oncológicos y de otras enfermedades (el dato está subestimado porque es de algunos años atrás). El argumento con el cual se autorizó el patentamiento es que sin él no habría incentivos para la investigación para la industria privada. Lo que hoy reconoce el artículo de El País es que “hay muy pocas evidencias de que se hayan promovido las innovaciones en el diagnóstico”, según escribió el mes pasado en la prestigiosa revista Science Robert Cook-Deegan, experto en propiedad intelectual y genómica de la Universidad de Duke (Estados Unidos). El año pasado el Departamento de Salud estadounidense publicó un informe que analizaba específicamente el efecto de las patentes de genes en el desarrollo de pruebas diagnósticas. Su conclusión es que los test genéticos no patentados, o comercializados bajo licencias no exclusivas, están mucho más difundidos que los test derivados de licencias exclusivas.

La privatización de los resultados de la investigación científica que supone cualquier tipo de patentes, tiene en el caso de los genes una vuelta de tuerca original, porque el patentamiento de un gen no cumple siquiera el requisito formal de que el objeto de patentamiento debe ser siempre el resultado de una invención. Pero ningún gen es un invento sino un producto natural. Para justificar el patentamiento de genes, se recurrió a la aplicación de criterios aceptados con relación a moléculas químicas, partiendo de la base que el ADN es un compuesto químico. Sin embargo, como explica un estudioso en la materia, la asimilación entre los criterios de protección de una molécula química -en especial la utilizada con fines terapéuticos- y un gen humano, es cuanto menos inconsistente. Una molécula química puede ser el resultado de una actividad inventiva de un creador científico y tener una concreta actividad curativa. Al contrario, no existe actividad inventiva con sólo aislar un gen. Por lo tanto, la asimilación automática de las reglas de protección de las moléculas químicas y de los medicamentos a los genes parte de una base falsa. En la actualidad el gen es un producto obtenido de una manera cada vez más automática por procedimientos que son públicos y conocidos desde hace tiempo (Salvador Darío Bergel: Patentes de Genes: Implicancias Eticas y Jurídicas).

El año pasado un juez de Nueva York invalidó patentes genéticas de la empresa de Myriad Genetics considerando a los genes “productos de la naturaleza” y por tanto no patentables, sentencia que ha sido apelada ante la Corte Federal estadounidense por los abogados del gran capital… biotecnológico. La rapiña por los negocios “genéticos” ha dado lugar a una lucha intercapitalista, debido al elevado grado de monopolización de los patentamientos, lo que constituye un factor con peso propio en el desarrollo de conflictos que tiñen de un carácter caótico el avance en la investigación biotecnológica. La privatización de los genes ha llevado la anarquía y la explotación capitalista del conocimiento a un extremo de descomposición. Sobre un terreno similar, nada menos que un premio Nobel de Medicina denunció días atrás que la industria farmacéutica ha dejado de investigar antibióticos “que ya se sabe que son demasiado efectivos y curan enfermedades clave (…) las farmacéuticas no están interesadas en curarle a usted sino en sacarle dinero, así que la investigación es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que hacen crónica la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento” (Richard J. Roberts en La Vanguardia, 4/2/11)…

!Salud!