Sociedad

9/5/2013|1267

De Darín a Francella

Una abogada de la Red contra la Violencia de Género, asesora legal de la AFSCA, denunció al programa "Poné a Francella", creado hace 12 años, porque "promueve el acoso y abuso sexual a menores". El sketch juega con la perversión de un mayor con una adolescente. La Red reclama la supresión de dicho ciclo de la programación actual de la grilla de Telefé.


La denunciante es una asesora legal del antes Comfer y ahora Afsca durante todo el periodo kirchnerista. El cargo que detentó durante diez años es político y no de planta. Hermida Leyenda, la denunciante, quien integra la Red Contra la Violencia de Género, es también la defensora de un hombre condenado a 16 años de prisión por matar a su novia. Se trata de Daniel Bellini, dueño de Pinar de Rocha, legendario boliche de Ramos Mejía. Bellini fue conocido durante años por gestionar, de manera despótica, ese establecimiento con trabajo hiper-precarizado (quien escribe estas líneas fue trabajadora en negro del lugar, en el que el 80 por ciento de los trabajadores cobraban en negro). Allí se explotaba la prostitución ajena y se desarrollaba el narcotráfico, temas que habían suscitado viejas causas, todo bajo el amparo del ministerio de Trabajo de Tomada y el encubrimiento de los diferentes intendentes de La Matanza.


El defendido por la doctora Hermida Leyenda había contratado, antes de 2001 y en varias oportunidades, a la protagonista de la tira "Poné a Francella", Julieta Prandi, para hacer presencia en el boliche de marras, las que lejos estaban de ofrecer una imagen diferente a la que comúnmente se ofrece en esta sociedad: mujeres ofrecidas como objetos.


Cuesta mucho creer que esta vulgar campaña impulsada por una empleada kirchnerista (todo-terreno) contra la tira de Francella, luego de doce años de estrenada, no tenga nada que ver con las declaraciones del actor sobre cuestiones de "fanatismos" y "fundamentalismos" en el país, publicadas en el diario La Nación.


El kirchnerismo es una agencia cada vez más torpe de procedimientos profundamente arbitrarios contra gente crítica, aún en términos muy livianos como los expresados por Francella, quien en estos últimos doce años creció en popularidad a partir de importantes intervenciones artísticas. No sólo en tiras como "Casados con hijos", sino en películas como "El secreto de sus ojos".


Para hacer su campaña persecutoria, el kirchnerismo recurre a una falsa defensa de las mujeres y niñas. Ataca la descripción humorística de la perversión de un mayor hacia una adolescente, un producto bastante extendido dentro de esta sociedad y con un correlato trágico en la realidad. Cada uno debe juzgar la calidad de ese humor: si desnuda la afrenta o hace su apología, y tener la posibilidad de expresar la opinión crítica de modo abierto. Lo que importa es que el pueblo se exprese, no que ese derecho sea reservado a una puntera con antecedentes cuestionables.


El gobierno, que manda la campaña, tiene en haber una negociación con la Iglesia católica, genocida y pedófila. Eva Giberti, también K, ha asegurado en declaraciones públicas que el gobierno no sabe cómo abordar el crecimiento de la violación intrafamiliar. El 10 de febrero cerraba una nota con perplejidad: "¿A quiénes tenemos que apelar (se interrogaba) para evitarles abusos y violaciones?".


El humor convencional reproduce cánones sociales. Cotidianamente se naturaliza la explotación laboral, las vejaciones que vienen detrás de ellas (una de las más naturales, el abuso de parte de patrones precarizadores y gerentes contra las mujeres). Ninguna de las que vociferaron a favor de la presentación realizada por la defensora del asesino Bellini, ha dicho ni mu cuando la presidenta Cristina Kirchner se presenta aquí o en Angola de la mano de Jorge Castillo, un hombre que en su rubro no sólo regentea la trata de personas para el negocio de la indumentaria sino el abuso sexual contra mujeres, que trae aparejado el trabajo precario.


La campaña es una cortina de humo para encubrir las responsabilidades del Estado, promotor de los estándares sociales que repudiamos, y los individuos o empresas, o artistas que hacen lo propio. La lucha contra el humor convencional, que convalida abusos y arbitrariedades, debe ser desarrollado con planteos y luchas anticapitalistas y socialistas, porque solamente cambiando las bases materiales de la sociedad actual se puede erradicar el espectáculo y el lenguaje que lo legitima. Sólo la organización independiente de las mujeres podrá poner en su lugar la agenda de un cambio social vinculado con la abolición de la explotación del hombre (y la mujer) por el hombre (y sus socias).