Sociedad

17/4/2019

Estados Unidos: el sarampión se expande de la mano de Trump

Acorde a un informe del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), el sarampión se encuentra en expansión en los Estados Unidos: entre el 1º de enero y el 11 de abril, se confirmaron 555 casos en 20 estados del país. La cifra supera con creces los 372 casos confirmados en 15 estados durante todo el año pasado, arrimándose a los 667 registrados en 2014 (el mayor número desde su erradicación en el 2000).


El epicentro se encuentra en el Estado de Nueva York, y en particular en su capital. La ciudad “ha confirmado 329 casos de sarampión desde que comenzó el brote en el otoño, y los casos han sido confinados en gran parte dentro de la comunidad judía ultraortodoxa. El brote comenzó después de que personas no vacunadas regresaron de celebrar Sukkot, un festival de la cosecha judía, en Israel” (New York Times, 15/4)


En 2017, 75 de los 188 casos registrados respondieron a un brote en Minnesota, en una comunidad somalí estadounidense con escasa cobertura de vacunación; mientras que la mitad de la eclosión de 2014 se explicó por un brote mayormente concentrado en las comunidades Amish no vacunadas en Ohio.


La expansión aparece directamente ligada a la caída en algunos sectores de las tasas de vacunación, resultante de la agitación del movimiento antivacunas, incluso cuando existen leyes estatales que exigen la vacunación de los niños mayores de 2 meses de edad a partir de la cohorte de nacidos en 2008.


Los antivacunas sostienen que la vacuna contra el sarampión, la rubeola y la parotiditis (MMR, por su sigla en inglés) sería causante de autismo, idea que había sido planteada por Andrew Wakefield en 1998, en la prestigiosa revista médica The Lancet. La tesitura se reveló como un fraude y ha sido definitivamente desechada por la comunidad científica: The Lancet debió retractarse en 2004. Analizando el asunto, la revista inglesa BMJ señalaba en una editorial de 2011 que la “una clara evidencia de falsificación de datos ahora debería cerrar la puerta a este daño perjudicial a la vacuna”.


Pero los antivacunas han contado con fogoneos clave. Donald Trump ha dado un apoyo prominente a la teoría conspirativa de que las vacunas causan autismo, de la que se hizo eco ya en 2012 en un debate republicano por Fox News y en numerosos tweets en ese y los siguientes años, abogando por retrasar y espaciar las vacunas: “El autismo SUBE – creo en las vacunas, pero no en las inyecciones masivas, todo al mismo tiempo. Es demasiado para que pueda manejar un niño pequeño. El gobierno debería parar AHORA!”. Dos años antes de que el magnate asumiese la presidencia del país, Jack Pitney, profesor de política del Claremont McKenna College y autor de The Politics of Autism: Navigating El Contested Spectrum, advertía que "lo que Trump dijo no es sólo un error, es peligroso porque si la gente lo toma en serio y retrasa las vacunas para sus hijos, los niños podrían enfermarse", dijo Jack Pitney.


No se trata del único respaldo de fuerzas de Estado a este sector retrógrado. En Italia, donde no inmunizar a los niños “se convirtió en una tendencia (…) en los últimos años, muchas vacunas cayeron cinco, seis o siete puntos en pocos años” y “el sarampión irrumpió con fuerza en 2017” con el resultado de decenas de muertes, el ultraderechista Movimiento 5 Estrellas, que integra el gobierno, “basó parte de su campaña apoyando a las asociaciones antivacunación”(El País, 13/3) y colocó el año pasado como ministra de Salud a Giulia Grillo, quien consideraba que “vacunar a los niños debe ser una elección exclusivamente de los padres y no algo obligado por ley” (La Vanguardia, 3/6) y dio una moratoria para permitir inscripciones escolares sin certificado de vacunación. Ante la crecida de niños con sarampión y la emisión de una ley que prohíbe la asistencia a niños no vacunados, Grillo en marzo ha tenido que recular y aparecer como defensora de la norma (El País, ídem).


En nuestros pagos, se pudo ver la confluencia de estos movimientos retrógrados en el reciente encuentro de terraplanistas respaldado por el municipio de Colón, que incluyó un “simposio” antivacunas. La acción de este sector pone en peligro los logros alcanzados por las campañas de vacunación y el calendario obligatorio vigente en nuestro país.


El Estado capitalista, amparando a quienes desacreditan el conocimiento científico y estimulando la expansión de corrientes que afectan la salud de la población, aparece una vez más como agente de la barbarie.