Sociedad

26/7/2007|1002

Fontanarrosa

Quienes como yo hemos escrito mucho en Prensa Obrera sobre los temas del fútbol, estamos obligamos a rendir un homenaje al Negro Fontanarrosa. Quien haya leído sus cuentos de fútbol debe sentir hoy, no que el fútbol está de duelo, sino que el hincha de fútbol está de duelo.


Nadie pudo reflejar como él los cruzados sentimientos de dolor, amor y emoción que atraviesa un fanático del fútbol. Nadie relató como él esa sensación de excitación y ese apuro particular que se produce cien metros antes de ingresar a un estadio el día de un partido difícil. Nadie pintó como él las cabalas del fanatismo futbolero. Su “Viejo Casale” no es la obra maestra de un escritor; es la obra maestra de un hincha fanático del fútbol.


Sin pretender hacer sociología, Fontanarrosa pintó como nadie los sueños de los jugadores del interior de “triunfar”, primero en el fútbol grande de su provincia y luego del país. Fontanarrosa pintó no sólo los sueños de los futbolistas “chacareros”; también pintó los de los “descubridores” de talentos de los pueblos del interior. Sus cuentos tienen lo insólito de fusionar el fútbol profesional con el semiprofesional, el de la calle y el de los baldíos.


Los relatos tienen el olor al “lilimento” de los vestuarios. Las “Memorias de un utilero” son la foto más magnífica de los sueños de los que juegan al fútbol las tardes de los sábados al salir del laburo. Nadie describió como él las vicisitudes de cada armado de un picado cualquiera, en un barrio cualquiera en una esquina cualquiera, o en una cancha alquilada. Las demoras de los del cuadro propio y las del contrario, las cargadas, los líos, los desencuentros por los horarios o hasta quién traía la pelota. Leyendo sus cuentos de fútbol, uno mismo está en el vestuario o haciendo el “calentamiento” para entrar al picado de ese día.


La vida, la pasión de los miles y miles jugadores de barrio que además se transforman los sábados a la tarde y los domingos en hinchas, y soñadores del fútbol. Quedará retratada para siempre en los cuentos del Negro, que eligió quedarse en su Rosario porque nunca dejó de ser un hincha de fútbol, y no hay nada peor para un fanático que no ver a su equipo. La interpretación del “Vuelo de los pájaros”, sobre un hincha que no podía ir más a la cancha por problemas del corazón, es también su final. Nada ni nadie lo apartó de su profundo amor al fútbol.


A pesar de ser de Central lo consideraremos para siempre un hincha “que nunca abandona”. Central perdió uno, pero lo ganamos todos los hinchas de fútbol.


Lo dice un “leproso”.