Sociedad

18/7/2012|1231

La “partícula de Dios” contra la Iglesia

Las evidencias de la existencia de una partícula que la ciencia viene buscando hace décadas han conmocionado no sólo el ambiente científico. La comprobación en términos empíricos de la existencia del bosón de Higgs -más conocido como "la partícula de Dios"- significa un paso importantísimo para desentrañar las leyes que gobiernan el funcionamiento del universo, los enigmas que encierra la materia y, en particular, el mundo subatómico. Entre quienes se han sumado a la catarata de elogios y muestras de reconocimiento, encontramos a la Iglesia.



El portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Juan Antonio Martínez Camino, celebró: "bienvenida la 'partícula de Dios'"; y aseguró que "la teología no se va a derrumbar si se encuentra o no el bosón de Higgs" (Europa Press). "Llama la atención -agregó- que los físicos hablen mucho de Dios -cuando se refieren a la 'partícula de Dios'- al tiempo que algunos dicen que en la ciencia no hay lugar para Dios". No obstante, la física -según sus palabras- "nunca" podrá dar una respuesta "del todo terminada" a la pregunta de por qué existe algo en vez de nada, porque "no tiene instrumentos para ello". La partícula "maldita" La euforia de la jerarquía eclesiástica, tiene, sin embargo, patas cortas. El propio Higgs, a quien le molesta que la partícula lleve su nombre -pues en su descripción participaron otros científicos- "tampoco está de acuerdo que le llamen 'partícula de Dios', como es popularmente conocida, debido a que se declara ateo" (El Pais, 5/7). Esta denominación tampoco es aceptada entre los científicos. Por ejemplo, Pauline Gagnon -miembro del equipo de Atlas del Cern- dijo a la agencia Reuters: "el bosón de Higgs no está dotado de un significado religioso. Es ridículo llamarlo así". El científico Oliver Buchmueller, en tanto, es categórico al señalar que llamarlo de esta manera "es completamente inadecuado… No tiene nada que ver con Dios" (idem). La denominación, como se la identifica en la actualidad, proviene los años 90, cuando Leo Lederman, un premio Nobel, decidió escribir un libro de divulgación sobre la física de partículas. En el texto, Lederman se refería al bosón de Higgs como "The Goddamn Particle" ("La partícula maldita"), a raíz de lo difícil que resultaba detectarla. El editor del libro, en un desastroso arranque de originalidad, decidió cambiar el término "The Goddamn Particle" por "The God Particle"; de ese modo, "La partícula maldita" se convirtió en "La partícula de Dios". Oportunidad y antecedentes No es la primera vez que la Iglesia apela a algún artilugio para tratar de levantar su imagen, en momentos de crisis como la actual. Uno de los antecedentes de esta "lavada de cara" tuvo como protagonista a Stephen Hawking, el más prominente físico vivo contemporáneo. En la búsqueda de presentarse con una actitud "abierta" -un aggiornamiento a los nuevos tiempos-, el Vaticano, bajo el entonces Papa Juan Pablo II, había decidido invitar en 1981 a un grupo de expertos para que la asesorasen sobre cosmología. Dicha iniciativa coincidía con el "mea culpa" de la Iglesia por la persecución despiadada de la que había sido blanco Galileo Galilei -arrepentimiento que llegaba, agreguemos, 300 años después de ocurrido el hecho. Al final de la conferencia, los participantes concurrieron a una audiencia con el Papa quien dijo que estaba bien estudiar la evolución del universo después del Big Bang, pero que no se debía indagar en el Big Bang mismo, porque se trataba "del momento de la Creación y por tanto de la obra de Dios". En otras palabras, el Papa pretendía establecer una suerte de división de funciones y, al mismo tiempo, de complementariedad entre el mundo científico y el clero. Al primero le estaba asignado la tarea de explicar la evolución del universo del Bing Bang en adelante, mientras que a la Iglesia le estaba reservada la explicación del origen, del estallido original, del momento del nacimiento del universo, lo cual sería el resultado de una voluntad y decisión divinas. Lo que omitía o desconocía el Papa es que en la teoría física moderna, que tiene mayor consenso entre los investigadores actuales -y de la cual uno de sus artífices es, precisamente, el propio Stephen Hawking-, se prescinde del concepto de principio. Según palabras de Hawking, dicha interpretación teórica sostiene "la posibilidad de que el espacio-tiempo fuese finito, pero no tuviese ninguna frontera, lo que significaría que no hubo ningún principio, ningún momento de la Creación" (extraído "Historia del tiempo"). La ciencia se ha encargado de ir haciendo caer cada una de las barreras y tabúes en lo que respecta al funcionamiento de la naturaleza. En esos límites se atrincheró la Iglesia, el principal bastión ideológico de la reacción y del oscurantismo a lo largo de la historia. Precisamente, la teoría del Bing Bang termina por tirar abajo uno de los últimos reductos históricos del pensamiento clerical que hunde sus raíces en la escolástica y la lógica aristotélica, que plantea la existencia de una causa última -o "primera ", según el pensador griego-, que explicaría los movimientos posteriores y que la Iglesia se encargó de asociar con la mano de Dios. Del mismo modo, las evidencias sobre la existencia de la partícula de Higgs plantean que no hay que recurrir a ninguna fuerza exterior para explicar la materia que nos rodea y de la que también estamos constituidos y somos parte. La hipótesis de Higgs consiste en la presencia de un "campo" que penetra todo el espacio -el universo- con el que interaccionan casi todas las partículas elementales.



"Aquellas partículas que experimenten una interacción intensa con este campo serán partículas muy masivas, mientras las que lo hagan levemente serán ligeras" (El País, ídem). El grado de interacción explicaría la gran disparidad en la masa que se ha constatado en las diferentes clases de partículas elementales que se ha ido identificando en las últimas décadas. A los fines de hacer más accesible una comprensión, podríamos imaginar este campo como una gelatina de forma apenas perceptible. Este campo que, como dijimos, invade todo el espacio, resulta prácticamente indetectable. Sin embargo, el modelo de Higgs predice que si lo agitamos con suficiente fuerza podemos producir perturbaciones en este, que serían detectables. Esas perturbaciones son la partícula de Higgs. Aunque se vista de seda… No hay "lavada de cara" que pueda disimular el carácter y la función de la Iglesia. Si hay alguien que no se engañaba al respecto era el propio Hawkings quien se refiere en forma irónica al discurso del Papa que comentamos: "me alegré entonces de que no conociese el tema de la charla que yo acababa de dar en la conferencia. ¡Yo no tenía ningún deseo de compartir el destino de Galileo, con quien me siento fuertemente identificado, en parte por la coincidencia de haber nacido exactamente 300 años después de su muerte!" (ídem). El rol reaccionario de la Iglesia se potencia en las actuales condiciones de bancarrota capitalista. El capital en quiebra no puede prescindir del concurso de la institución clerical, para someter ideológica y socialmente a los trabajadores.





Más artículos publicados en Prensa Obrera sobre este tema:



MAQUINA DE DIOS



EL GRAN DISEÑO



HAWKING, DIOS Y LA POLITICA