Sociedad

14/1/2015|1347

¿Por qué se vuelve a debatir la Vuelta de Obligado?


A partir de un texto de Luis Alberto Romero se ha abierto una virulenta polémica sobre la Vuelta de Obligado. Sin embargo, no se cumple ningún aniversario memorable – recién en 2015 se cumplirán 170 años, ni ha existido una novedad en la historiografía que justifique volver con tal empeño sobre el combate que las fuerzas de la Confederación libraron contra la flota anglofrancesa en noviembre de 1845.


¿Por qué, entonces, se vuelve al hecho? Porque la historia se escribe desde el presente y Romero(*) impugna “el discurso engañador y triunfalista de la epopeya de Obligado” que ahora aparecería en la confrontación del gobierno contra los fondos buitre. Sostiene que en Obligado no se libró causa nacional alguna porque nación no había – “luchó… la provincia de Buenos Aires, defendiendo un interés propio” y va en la misma dirección en cuanto a los buitres, impugnando “esta manipulación del nacionalismo que coloca una cuestión contractual en el ámbito de la moral y de los sagrados intereses de la patria”.


Romero aconseja al gobierno seguir la conducta de Rosas -“podría servir de ejemplo”- que aún con el episodio de Obligado mantuvo los vínculos con Gran Bretaña, “base de la prosperidad de Buenos Aires”, y consiguió que “en 1849, los ingleses reconocieran los derechos de la Confederación sobre los ríos y levantaran el bloqueo”.


Rosas “carecía de sueños fundacionales o regeneradores”, dice Romero, pero actuó bien y obtuvo un logro histórico.


Salvo para las expresiones más recalcitrantes de la historiografía liberal, la Vuelta de Obligado es considerada (y lo es) un hito de la independencia nacional. Aun Alberdi y Sarmiento, enemigos acérrimos de Rosas, la reivindicaron como un acto mayor de afirmación nacional. Cualquiera puede apreciar que si no hubiese existido la Vuelta de Obligado -y, lo más importante, la repulsa popular a la misión de los “gringos”-, las Provincias Unidas habrían tenido que soportar la dictadura de Rosas (si seguía en pie) más la dictadura del comercio extranjero impuesto a cañonazos.


El punto, sin embargo, es otro. En el debate en la Cámara de los Lores sobre el tratado de 1849, que puso fin al estado de beligerancia con Inglaterra, Lord Aberdeen, canciller en 1845, declaró “(la independencia de Uruguay) era, en realidad, el único objetivo de importancia, porque con Rosas no teníamos ninguna disputa, nada teníamos de que quejarnos, nada que pedir, excepto la independencia de la República Oriental”. Así consta en los archivos del Foreing Office. Y éste fue el punto que decidió finalmente la contienda. Cuatro años después de la batalla de Obligado -24 de noviembre de 1849- la Confederación Argentina aceptó retirar sus tropas del Uruguay. Recordemos que 1845 había sido el año clave por la oportunidad histórica de reincorporar a la Banda Oriental a la Confederación. En abril de 1845, Urquiza aplastó al ejército de Fructuoso Rivera -agente del comercio y las flotas extranjeras- en India Muerta y las tropas de la Confederación tuvieron a su alcance la posibilidad de ocupar Montevideo, alzar a todo el interior y zanjar definitivamente una encrucijada histórica. Esta es la batalla que no quiso librar Rosas convirtiendo una victoria en derrota.


Rosas protagonizó, con la Vuelta de Obligado, un acto de independencia nacional, sólo para entregar, más tarde, la verdadera causa nacional en juego, que era la defensa de la Banda Oriental como parte constitutiva de la Confederación, es decir un único Estado en ambas márgenes del Plata. Permitió así que se consagrara la escisión promovida por Gran Bretaña durante treinta años, con Portugal primero y con Brasil después, como fieles aliados. Un objetivo estratégico en cuyo origen estuvo también el interés de derrotar la rebelión social acaudillada por Artigas, impulsor del Reglamento de Tierras, una causa en la que la burguesía comercial porteña y los terratenientes actuaron junto a la diplomacia inglesa, prohijando la invasión portuguesa de 1816 para aplastar el “Sistema de los Pueblos Libres” (en el mismo Congreso de Tucumán que declararía la Independencia).


“Seguir el ejemplo de Rosas”, como aconseja Romero, es el camino de la rendición nacional, que es el que está llevando este gobierno, eso sí, sin haber librado jamás su Vuelta de Obligado.