Opinión

28/11/2020

¿Qué implica homenajear a la figura de Maradona?

Del pibe de Villa Fiorito a multimillonario en Dubai.

Varios debates en toda la sociedad trajo la muerte del innegable ídolo popular Diego Armando Maradona. Mucho se ha hablado sobre sus logros y el reflejo de una ilusión para la clase trabajadora de los barrios populares. Pero, por otro lado, es necesario también un análisis más profundo sobre cómo este niño de Villa Fiorito se convirtió en un propietario de pisos en Dubai, relacionado al narcotráfico, con denuncias de abuso sexual en su haber.

Fútbol, una pasión de la clase trabajadora argentina y un negocio multimillonario

Es natural que, tratándose del deporte más popular de nuestro país, la muerte de su mayor exponente haya dolido de semejante forma en las entrañas de la clase trabajadora, movilizando a millones a su despedida, que se mantuvieron allí a pesar de la represión desplegada por la Policía Federal y de la Ciudad. El fútbol es, para muches, el escape, el momento de alegría, de distracción frente a las cotidianas situaciones de crisis y miseria.

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Pero la pasión de muches, en este sistema, es un negocio para pocos.

Los mismo negociados que Maradona criticó, como sus conocidas peleas con la FIFA y los Grondona, fueron los que lo llevaron a lo más alto de la escala social. Y, a la vez, fueron las mafias en torno a estos negocios las que en parte lo llevaron a esta solitaria muerte.

Las “contradicciones”

Hablar de las contradicciones de la clase trabajadora en la figura de Maradona es, mínimamente, un análisis superficial. Poco quedaba de ese chico de Villa Fiorito cuando comenzó su descomposición personal. No es comparable en absoluto las presiones que pueda tener un obrero o un desocupado, con actitudes machistas o violentas, como acto reflejo de la misma violencia que el sistema ejerce sobre él; con las presiones de un astro de fútbol multimillonario que desde un lugar de poder económico y por su influencia mundial ejerce violencia.

Cuando hablamos de la violencia nos referimos, no a cuestionamientos morales, si no a los delitos que cometió contra la integridad física de otras personas, específicamente mujeres, y nos parece importante nombrarlos. Maradona tenía denuncias públicas por acoso sexual hacia la periodista Ekaterina Nadólskaya (Rusia, 2017), un escrache público por violencia de género por parte de su expareja Rocío Oliva con un video que lo sostiene, una denuncia judicial y pública por violencia psicológica de parte de Claudia Villafañe (2019), imágenes de él desnudo en una fiesta sexual en Cuba con dos jóvenes. Diego además era un abandonador serial de hijes, como muestra la denuncia pública de Santiago Lara que pedía por su reconocimiento como hijo, señalando que su madre y Maradona habían mantenido relaciones sexuales cuando ella era menor de edad.

Nadie ignora estas denuncias en su contra, porque las mencionadas son sólo las públicas. Sin embargo se exalta su figura. Claro está que no es por estas actitudes, si no por su destreza futbolística y la representación de “el sueño argentino”, del pibe del potrero a ganar el Mundial y ayudar a su familia, corporizada en él.

Ahora, la pregunta es si podemos separar ambas cosas. ¿No es este lugar de “Dios” que le otorgó este sistema, que lo marginó de niño y luego lo utilizó como ejemplo de autosuperación, el que le permitió ejercer estas violencias y luego vivir y morir impune, rodeado de homenajes? Homenajeado por los mismos responsables de su descomposición personal y a su vez responsables políticos de las violencias que sufrimos las mujeres y diversidades sexuales y de género .

Un ejemplo, tal vez el más fuerte, fue encontrarnos con una cinta de duelo en las páginas oficiales del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades. Un ministerio vaciado de políticas que realmente atiendan las problemáticas del colectivo que pretende representar, que debería estar de duelo todos los días porque cada 31 horas muere una mujer por femicidio, y cada tres días ocurre un crimen de odio en nuestro país. Crímenes olvidados por el Estado, que no brinda ningún tipo de contención a la hora de realizar denuncias, y no lleva adelante ninguna política profunda contra esta situación. Sin embargo, el duelo solo fue por la figura de Maradona.

De Menem a Fidel, de Juan Pablo II a Francisco

No podemos dejar de lado tampoco que Maradona no es solo esa figura que se pronunció contra el Alca, o que habló en apoyo de la Revolución Cubana. Fue también un gran protegido del menemismo, tanto que llegó a declarar que quería ir como vice en su fórmula presidencial. No es algo simplemente anecdótico. Sus relaciones formadas en ese momento con el poder fueron probablemente las que potenciaron su descomposición.

Desde sus vínculos con quien fue denunciado como proxeneta, Pancho Dotto, a la relación de su exrepresentante Cóppola con los líderes del narcotráfico local, fue beneficiado con la impunidad durante el menemismo. Es el Estado el primer garante del negocio de la droga en los barrios, donde las juventudes que lejos están de la realidad social y económica de Maradona y su entorno, no tienen las mismas posibilidades de escape de las adicciones, y que son perseguides y criminalizades para encubrir las verdaderas responsabilidades.

Pocos años duró su crítica hacia el poder eclesiástico. Es recordado por todes el episodio en que acusó al Vaticano de hipócrita, por tener un techo de oro mientras predica contra el hambre en el mundo. Sin embargo, años después, lo vimos abrazándose con el Papa Francisco, diciendo que “era un buen hombre y que haría mucho por los chicos”, cuando la Iglesia es la principal encubridora de pedófilos dentro de su institución.

Entonces, ¿qué implica homenajear a Maradona?

Maradona fue probablemente la mayor víctima de su propia descomposición, ya que finalmente lo llevó a su muerte. El rápido ascenso social y el lugar de poder que esto le trajo probablemente haya sido uno de los principales factores que lo llevaron allí.

Sin embargo, como revolucionaries no podemos dejar de lado, o minimizar, a las otras víctimas que esta descomposición dejó a su paso, sobre todo cuando estas pertenecen a la clase trabajadora y a los sectores más golpeados y oprimidos por este sistema.

Su figura como ídolo popular, y la conmoción mundial que causó su muerte, nos debe llevar a muchas reflexiones. ¿Es acaso el sueño de la salida individual de la pobreza el que queremos fomentar, o debemos tomar la tarea de resaltar los límites de esta perspectiva oponiendo la necesidad de una salida revolucionaria? ¿Tenemos que celebrar el sentimiento nacionalista funcional a los intereses de las burguesías nacionales, que termina en gobiernos entreguistas y privatizadores como el de Menem, o debemos señalar el rol de contención social histórica que este sentimiento implica?

Tenemos que seguir luchando, organizándonos de manera independiente del Estado, de los gobiernos de turno, de las iglesias, para que la única salida de los pibes de los barrios no sea la de uno en un millón que la pega jugando al fútbol -ni que éste se convierta en un negociado con sus vidas. Que la salida sea tirando abajo este sistema, que solo trae violencias y descomposición social