Sociedad

10/8/2000|676

Rene Favaloro, la agonía de un régimen social

Cuenta el escritor Eduardo Galeano que, advertido de la situación de quiebra de la Fundación de René Favaloro, le preguntó a éste, no hace mucho tiempo, por qué no recurría a los “ricos muy ricos”, que podrían deducir lo que aportaran de sus impuestos. “Sería una buena idea (le contestó Favaloro) si en este país los ricos muy ricos pagaran impuestos”.


Con absoluta crudeza, el creador del by pass (puente de arterias que reemplaza partes dañadas cercanas al corazón) retrató la descomposición social que lo llevaría a pegarse un tiro. Dice una información que la crisis de la Fundación Favaloro comenzó cuando el Pami transformó facturas por 2.800.000 pesos a favor de la Fundación en bonos a cobrar “quién sabe cuándo”; aunque éste fue, en todo caso, sólo el detonante de una cadena de cesación de pagos que involucra al Estado y a prestadores privados.


El suicidio de Favaloro expresa una situación sin salida de la clase social que gobierna el país. Favaloro era, después de todo, un hombre del “establishment”. Partidario de la privatización de la salud y la universidad, su Fundación debía beneficiarse con la “desregulación” de las obras sociales y el desarrollo del negocio de la salud. Por eso no cuestionó la política de demolición de las obras sociales y se puso a la cabeza del (frustrado) “seguro de salud” de la provincia de Buenos Aires, un sistema de medicina prepaga que corría con la ventaja de tener asegurado el mercado del Ioma. Impulsor de la desregulación, fue su víctima a la hora de competir en el “mercado” de la salud, en el que tuvo que actuar en el último tramo, sin poder contar con un prometido subsidio estatal de 8 millones de pesos, que fue eliminado del Presupuesto a iniciativa de la Alianza.


¿Con cuánto se “salvaba” a la Fundación Favaloro? ¿Por qué ni el Estado ni los privados le tendieron una mano y dejaron caer una “institución de excelencia”?


Las preguntas inundan todos los medios, pero el tiempo demostrará que la razón por la cual se dejó hundir a la Fundación tiene que ver con una política de entregarla a capitales internacionales en lugar de mantenerla en pie por medio de una clientela cautiva del Estado. A horas de su muerte, la Fundación comenzó a despedir trabajadores y habría prohibido toda prestación no paga.


El carácter social emblemático de esta muerte, no ha sido reconocido por nadie. Algunos dirigentes sindicales han convertido al cardiocirujano en el paladín de un régimen solidario y de bienestar social. “Favaloro quiso para su país Ðdeclaró Alicia Castro, del MTAÐ una sociedad mejor y un sistema de salud para todos. Apostó a un modelo solidario y perdió, en un contexto que privilegia el lucro y la especulación financiera y desalienta el trabajo, la innovación tecnológica y la producción nacional” (Página/12, 3/8).


La izquierda, si se quiere, ha ido más lejos, convirtiendo al médico en un héroe del pueblo. “El tiro que dio en el corazón de Favaloro materializó el violento golpe que, como muchos, y como el país mismo, sufría este médico de parte de estas políticas y estos gobiernos, preocupados en servir a los poderosos de adentro y afuera y no a las necesidades del pueblo y la Nación” (Hoy, Pcr/Ptp, 2/8).


La muerte del cardiocirujano ha colocado al rojo vivo el debate sobre la salud y ha planteado una polarización aguda y violenta sobre su futuro. Los grandes grupos y el gobierno de la Alianza están decididos a imponer la privatización total del sistema, para que “el Estado no pueda condenar a otros Favaloro”.


El suicidio de René Favaloro representa un acto de impotencia de una clase social, la que dirige este país.