Sociedad

22/4/2010|1125

Richard Stallman y el reparto de computadoras

La reciente visita a Buenos Aires de Richard Stallman, quien lidera el movimiento del “software libre”, mostró todo lo atractivo que trae el movimiento del software libre, a la vez que desnudó todas sus limitaciones fatales al no ir al fondo sobre la cuestión de la producción y consumo de los productos de la industria del software, restringiéndose siempre a la defensa férrea de los derechos de acceso libre a los productos de la propiedad intelectual, dejando a un lado totalmente la cuestión de quién controla los medios de producción y los medios de comunicación internacionales.

El 8 de abril denunció al plan “conectar igualdad” del gobierno nacional en un debate en el mismo Congreso Nacional al decir que “el plan de entregar computadoras a los niños argentinos con software privativo me puso muy triste. Es un plan para entregar el futuro del país a una empresa colonizadora. No se debe” (http://vimeo.com/10808825). Es cierto. Stallman denuncia un plan que va a otorgar suculentos beneficios para los pulpos del software y de las comunicaciones, ya que crea dependencias con ellos de por vida para la compra de software “privativo”, al tiempo que genera una demanda enorme para servicios carísimos de internet (que Cristina no va a liberar de ninguna manera).

Pero Stallman apoya otro proyecto de ley, impulsado por el diputado Eduardo Macaluse (del grupo SI, disidente del ARI), que va a garantizar que “estas computadoras se entreguen únicamente con software libre”. Es verdad que el software libre otorga aplicaciones de excelente calidad y de adopción mundial, totalmente gratuitas y producidas bajo las normas de código abierto, capaces de satisfacer todas las necesidades de los alumnos. Pero ¿quién les paga a sus familias internet y el mantenimiento de las computadoras? Para Stallman, el único problema es que los chicos no se “educan mal” con el software privativo. La liberación nacional y social consiste en utilizar unicamente el software libre.

Pero por más que el software libre sea una excelente alternativa para el consumidor, que puede tener un excelente sistema operativo gratuito basado en Linux, y excelentes aplicaciones de software (procesadores de palabra, hojas de cálculo, exploradores de internet, todo lo que uno necesita para utilizar una computadora), la verdad, estamos locos por no hacerlo y por seguir utilizando sistemas operativos caros y malos. Igualmente, el software libre no nos puede liberar. Por la simple razón de que constituye el modelo de negocio que más les conviene a los pulpos de producción del software en el marco de la crisis capitalista; su auge se debe a que corta costos e involucra una superexplotación de sus productores por parte de los grandes monopolios: IBM, Oracle (que acaba de deglutir a Sun), Hewlett Packard, etc., que constituyen “la oposición” a Microsoft.

¿Cómo se lleva a cabo esta superexplotación de los productores del software? Consiste básicamente en echarlos a todos de su trabajo y convertirlos en cuentapropistas. El proceso es así: surgen comunidades de desarrolladores de software que juntos, por su propia cuenta, generan el software que ellos necesitan. La misma comunidad sabe lo que necesita, lo pone a prueba y depura al producto, el resultado es un producto de software libre, hecho gratuitamente y entregado gratuitamente sin secreto alguno a los que más lo necesitan. Es en ese preciso instante en que los pulpos entran en las comunidades mediante el patrocinio de eventos, de mini-proyectos y, finalmente, mediante la “compra” de esos mismos productores, que terminan como empleados tercerizados de ellos. Sobre esta forma de superexplotación Richard Stallman no dice una sola palabra.

Cuando el modelo ya no da más, cuando la “comunidad” ya dio todo lo que tiene para dar, el producto termina con una versión “comunitaria” y otra “empresarial” (que no es gratuita y que es la versión que realmente vale). Por otro lado, los pulpos están en muchos mejores condiciones para avalarse del “código libre” y utilizarlo para fines propios, que por supuesto no comparten con nadie. Es este desguace final lo que se limita a denunciar el “gurú”.

La única liberación en cuanto al “software” nos puede llegar mediante su producción independiente de los pulpos, es decir, con su expropriación bajo el control de los mismos productores, aliados con el control de los trabajadores sobre los medios internacionales de comunicación.