Sociedad

11/8/2011|1189

Tecnópolis y la verdad (o la ciencia)

“Tecnópolis”, la megaexposición montada como parte final de los festejos oficiales del Bicentenario, ha sido recorrida por un elevado número de personas desde su inauguración. Ha sido armada como un gran show de espectáculos gratuitos y el protagonismo espectacular de Fuerza Bruta. La muestra atrajo con un ensamblaje ecléctico que promete, entre otras cosas, “experimentación artística, mixtura de géneros musicales, circo, contenidos audiovisuales, deportes urbanos, tecnología y contenidos on-line”.

El despliegue ampuloso intenta presentar un nuevo “modelo” de política científica. Pero no existe tal cosa en materia de ciencia y técnica (CyT), ni siquiera un plan de conjunto. Los organismos de CyT dependen de siete ministerios diferentes, o de ocho, si consideramos que las universidades dependen administrativamente de Educación. La creación del Ministerio de Ciencia ha navegado por esta fragmentación de un modo deliberado. Su cometido es proponer actividades aisladas, pero lucrativas en algún nicho de la industria. Lino Barañao, el ministro, acumuló experiencia en la Agencia de Promoción Científica, creada por el menemismo, para (también) desplazar a las anquilosadas camarillas del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas).

Por lo tanto, el “modelo” no es tal ni tampoco “nuevo”; no hay ruptura sino continuidad con el diseño “neoliberal”: “las políticas del Ministerio de Ciencia y Técnica continuaron sustentándose, esencialmente, en articular emprendimientos productivos entre el sector privado y el público, sobre la base de proyectos generados en el sector privado y financiados o subsidiados por el sector público”(1).

El Ministerio de Ciencia y Técnica ha priorizado la “innovación”, que según la definición de la Academia Española es la “creación o modificación de un producto y su introducción en un mercado; por lo que un aspecto esencial es su aplicación comercial por parte de las empresas”(2). Su asunto no es la ciencia sino los negocios -en el campo de la biotecnología, la nanotecnología y el software. En este terreno desarrolló su experiencia profesional el ministro Barañao, de modo que aquí también funciona el “capitalismo de amigos”. El principal proyecto de la “innovación” supone un gasto de 14 millones de dólares (mitad público y mitad privado o de agencias capitalistas internacionales) para medicamentos de alta complejidad, muy caros, que permitiría abaratar costos a laboratorios farmacéuticos o ahorrar divisas en la importación sin alterar en nada el negociado descomunal de la medicina privada.

Sobre ninguna de estas iniciativas existe deliberación alguna, no ya en el ámbito popular, sino en el de la propia comunidad científica. El Conicet mantiene secularmente un funcionamiento vertical; la Agencia de Promoción Científica ha pasado de las trenzas menemistas a las kirchneristas. “Nos preguntamos: ¿cuáles son los problemas que no permiten implementar, por ejemplo, la producción pública de medicamentos, de vacunas, de insumos médicos, la eliminación de vinchucas para atenuar la incidencia del Mal de Chagas, eliminar arsénico de aguas para consumo, el saneamiento de cuencas fluviales, el control del uso de agroquímicos, generar polos tecnológicos públicos en donde se pueda producir, por ejemplo, anticuerpos monoclonales, proteínas recombinantes, productos químicos de síntesis, etc.? Todos ellos, desarrollos de aplicaciones múltiples que permitirían utilizar racionalmente el conocimiento existente y activar la capacidad potencial que subyace en los organismos de CyT y en las universidades nacionales.”(3)

Especialistas que reclaman un sistema integrado de CyT, han elogiado algunas iniciativas del Inti (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) en diversos rubros como: discapacidad, agropecuarios, textiles, medio ambiente, asistencia a cooperativas y empresas recuperadas, abastecimiento básico comunitario, gestión integral de residuos sólidos urbanos, unidades productivas tipo, cadenas de valor artesanal, planes de integración de la comunidad al sistema productivo, por mencionar sólo algunos. Notablemente, el presidente del Inti, un ‘cristinista’ de primera hora, ha hecho pública su protesta por la “casi nula participación del organismo” en Tecnópolis.

El gobierno se adjudica haber incrementado la inversión en CyT, pero su monto actual es de apenas el 0,6% del PBI, muy por debajo de los estándares internacionales y aún de Latinoamérica, muy lejos del mínimo de 1% establecido formalmente por los organismos de CyT más diversos. Algo parecido sucede con la reivindicación oficial de su apoyo al aumento de investigadores en el Conicet: en gran medida son becarios que se encuentran en situación laboral absolutamente inestable: con remuneraciones en negro, sin obra social, etc… Con el kirchnerismo ha nacido el movimiento… de los “jóvenes científicos precarizados” que reclaman por sus condiciones de trabajo. Y todavía queda por investigar las denuncias sobre gastos nada claros en la construcción del nuevo edificio del Ministerio de Ciencia y Técnica, así como en la instalación de la propia Tecnópolis, donde fue utilizada mano de obra flexibilizada de los planes del tipo “Argentina Trabaja”. O el negociado que subsidió la instalación de empresas electrónicas en Tierra del Fuego con la excusa de que desarrollarían planes propios de investigación en su área y que terminaron absolutamente en la nada.

Queda como reflexión final algo obvio: un gobierno que ha pagado deuda al FMI y a la banca como nunca antes, que bajo la excusa de un desarrollo industrial ha convertido a la industria en una armaduría y a las exportaciones en soja dependientes y que ha saqueado los fondos de los jubilados para subsidiar al capital y a la usura; ¿por qué promovería una política científica nacional? No son sólo las burbujas financieras las que hay que pinchar. Como aquéllas las del kirchnerismo terminarán derrumbándose por su propia inconsistencia.

 

1. “Grupo de Gestión de Políticas de Estado en Ciencia y Tecnología”, www.grupogestionpoliticas.blogspot.com.

2. Emilia Subiza, “Inversiones pendientes en innovación” en La Nación (31/7).

3. “Grupo…. ídem anterior.