Universidad

17/6/2004|855

La Universidad y la izquierda

Los profesores León Rozitchner, Horacio González y María Pía López denuncian en un artículo reciente (Página/12) las campañas lanzadas por las camarillas profesorales en las facultades de Ingeniería y Filosofía de la UBA. En la primera, para destituir al decano que se oponía a los negocios particulares con corporaciones empresarias; en Filo, contra las autoridades que habilitaron una cátedra paralela que mina el poder de las “capillas” que medraron con Shuberoff y Franja Morada.


Pero Rozitchner, González y López critican también a la izquierda, “que considera a la universidad sólo como un espacio del cual extraer militantes para una acción política externa…”. Se trata de un leit motiv de la derecha. La izquierda, en verdad, no ha extraído sino introducido la militancia en la universidad, en los términos de la nueva etapa que marca a este país desde los acontecimientos de diciembre del 2001. La izquierda ha conquistado la Fuba y federaciones y centros estudiantiles en todos los rincones del país; abrió la universidad a los piqueteros y a los “nuevos movimientos sociales”; ha ganado la calle con los docentes, en cuyos gremios, además, también ha crecido la posición dirigente de la izquierda. Es decir, la izquierda es una bocanada de aire fresco en los “claustros” dominados por pandillas vinculadas a los intereses y a la política capitalista de los gobiernos de turno.


Por otra parte, la “acción externa” a la universidad es uno de los principios básicos de la Reforma del ‘18. La “unidad obrero-estudiantil” planteada por los reformistas del ‘18 tiene un carácter genético porque fue una huelga general común la que posibilitó la victoria del movimiento que pasó entonces a la historia.


Rozitchner, González y López pecan de dogmatismo universitario cuando plantean que “las definiciones sumarias de la izquierda corren el riesgo de permanecer inmutables sin que el debate en la universidad las transforme”. ¿A qué debate y cuáles definiciones sumarias se refieren? El reino intelectual de la vaguedad está pavimentado, entre otras cosas, de prejuicios y vaguedades respecto a la izquierda (comenzando porque agrupa de un modo genérico tendencias y organizaciones de muy diverso carácter). En todo caso, el debate transforma cuando se encarna en la acción práctica y la lucha misma. ¿Por qué no transformar las aulas y las casas de estudio con la labor militante y revolucionaria de la izquierda? Además de pensar hay que actuar.


La universidad no es una isla; está recorrida y fragmentada por los intereses antagónicos e irreconciliables que polarizan la vida social del capitalismo. Pretender elevar a la universidad por encima de su condición social conduce al limbo de un “puro saber”. En todo caso, la ciencia social comienza cuando vamos de la tierra al cielo, y no al revés.


Las definiciones pueden ser “sumarias” o no, lo que importa es que sean adecuadas para develar la realidad. No hay revolución educativa sin revolución social. El movimiento universitario se escinde en el choque de clases con aspiraciones y determinaciones históricas distintas y contrapuestas. La degradación capitalista se ha transformado en un bloqueo incompatible con la educación. Su asfixia y penuria material no se ha modificado –y aún ha empeorado– con los supuestos reconstructores de una burguesía y una cultura nacional. ¿Sí o no? No es la izquierda la que rehuye el “debate” que reclaman los compañeros profesores. En todo caso es preferible la diversidad a la Universidad. El universalismo no existe.