Venezuela-Guyana, los intereses en juego

Nicolás Maduro, presidente venezolano

El 3 de diciembre se llevó a cabo en Venezuela un referéndum convocado por el gobierno de Nicolás Maduro para definir la situación del territorio del Esequibo, que actualmente forma parte de Guyana y que Caracas reclama como propio. El resultado fue un apoyo del 95% a la conformación de dicha zona como provincia venezolana, si bien la participación fue solo del 50% del padrón electoral –unos 10,5 millones de personas-, y esto siempre según las cifras oficiales, que la oposición considera infladas.

Sobre la base de este resultado, Maduro ordenó la formación de una autoridad de la Guayana Esequiba, a cargo de Alexis Rodríguez, la instauración de una comisión para la recuperación de ese territorio, la apertura de una oficina para entregar la nacionalidad venezolana a sus habitantes, y la configuración de un nuevo mapa de Venezuela que añade a la nación caribeña los 160 mil kilómetros del Esequibo, equivalentes a dos tercios de la superficie actual de Guyana.

Lo más sintomático, sin embargo, es la creación de una división de la petrolera estatal Pdvsa para el Esequibo (así como también de la siderúrgica CVG), con la intención de otorgar licencias para la exploración y explotación de petróleo, gas y recursos minerales. Esta es la razón de fondo de la disputa. Desde que en 2015 se hallaron reservas de petróleo en el mar equivalentes a 11 mil millones de barriles de crudo, se reactivó el litigio fronterizo. Hasta entonces, el reclamo venezolano, si bien hubo hitos a lo largo del siglo XX, permaneció larvado, básicamente porque se trataba de una región selvática sin tanta gravitación económica.

Guyana respondió a la iniciativa venezolana declarando a sus fuerzas armadas en estado de alerta máxima y, además, recurrió al auxilio extranjero. Hace días, nada más, se llevaron adelante operaciones aéreas conjuntas entre el Comando Sur yanqui y Georgetown. El gobierno guyanés mantiene buenos lazos con el imperialismo yanqui.

La tensión que reina en la zona se visualiza en el desplazamiento de 600 efectivos militares, por parte de Brasil, a la frontera que comparte con ambos países. El gobierno carioca señaló que no permitirá que su espacio sea empleado como base de operaciones por ninguno de los dos Estados para atacar a su rival.

El conflicto histórico

El territorio al este del río Esequibo que lleva su mismo nombre, estuvo durante más de un siglo en disputa entre España y Holanda. En 1777, quedó bajo la órbita formal de la flamante Capitanía General de Venezuela, o sea de la realeza española, pero en 1814 pasó a manos del Reino Unido, que en 1796 había invadido la Guayana Holandesa y emprendido un proceso de colonización en la región.

En 1899, un tribunal internacional dictaminó las fronteras actuales entre Venezuela y la Guayana Británica, pero Caracas consideró ese fallo amañado. Desde entonces, sigue reclamando el territorio del Esequibo, aduciendo que a la Venezuela independiente le corresponden los mismos territorios de la Venezuela de la época colonial española.

En 1966, el mismo año en que Guyana se independiza del Reino Unido, se estableció el acuerdo de Ginebra, entre Londres y Caracas, con el objetivo de llegar a una solución negociada sobre el Esequibo. En la interpretación de Caracas, ese acuerdo anuló el fallo de 1899.

El petróleo

En el año 2015, como señalábamos al comienzo de esta nota, se descubrieron ingentes reservas de petróleo y gas en las aguas territoriales en disputa. La ExxonMobil, compañía norteamericana que participó del hallazgo, conformó un consorcio empresario en que actúan como socios menores la también estadounidense Hess y la estatal china Cnooc (con el 25% del paquete).

El consorcio liderado por la ExxonMobil  ya cuenta con 63 proyectos de perforación en el Esequibo. Debido a la magnitud de sus reservas petroleras, Guyana viene experimentando un crecimiento astronómico de su PBI en los últimos años. El país, de apenas 800.000 habitantes, ya produce entre 400 y 600 mil barriles diarios de crudo, y se estima que pasará a producir más de un millón en 2027.

En comparación, la producción petrolera venezolana declinó de los 3 millones de barriles diarios de comienzos de siglo a los 750 mil actuales. Maduro dio un plazo de tres meses a las compañías que hacen negocios petroleros en Guyana para que negocien con Caracas. Venezuela aún alberga, más allá de su producción declinante, las mayores reservas del mundo: 300 mil millones de barriles.

Las diatribas públicas de Maduro se han dirigido contra la ExxonMobil, pero han omitido referencias a las otras firmas que también operan en Guyana. Es que, mientras practica una retórica nacional de recuperación del Esequibo, el régimen venezolano lleva a cabo una política de reprivatización petrolera y acelera la entrega de licencias a compañías extranjeras, lo que ha ido a la par de un severo ajuste contra las masas trabajadoras.

Recientemente, como parte de un nuevo proceso de negociación entre el gobierno venezolano y la oposición, Estados Unidos flexibilizó las sanciones económicas impuestas en 2019, permitiendo que Venezuela pueda volver a exportar gas y petróleo, pagar deuda a acreedores externos en barriles, e inclusive rehabilitó las inversiones extranjeras en el área. Un detallado artículo de El País de Madrid (27/11) informa que, en el nuevo escenario, la francesa Maurel and Prom “retoma sus operaciones en el Lago de Maracaibo”; vuelven al país las empresas de servicios Halliburton, Baker and Hughes y Schlumberger; se discute con Trinidad y Tobago la explotación conjunta del campo Dragon, a cargo de la anglo-holandesa Shell; la japonesa Mitsubishi quiere reemprender un proyecto petroquímico; y la China Petroleum (Sinopec) e Indian Oil negocian acuerdos específicos con Caracas. A todo esto se suman las operaciones que ya tienen la española Repsol y la italiana Eni, y la licencia especial con que cuenta la yanqui Chevron. También se confirmaron proyectos con la colombiana Ecopetrol y se evalúa un posible regreso de la brasileña Petrobras.

Estados Unidos tiene razones para flexibilizar el bloqueo que van más allá de las negociaciones políticas entre el gobierno y la Plataforma Unitaria. Ocurre que el estallido de la guerra en Ucrania derivó en una escalada de los precios internacionales del crudo que se trasladó a los surtidores norteamericanos. Si Biden quiere mantenerse en carrera a la reelección, necesita resolver este problema. La Casa Blanca estima que la exportación venezolana puede ayudar a aumentar la oferta global. Para Caracas, en tanto, el alivio es clave en términos de divisas, además de que pasa a depender menos de las complicadas operaciones en el Indico en las que tenía que vender con descuentos de hasta el 40%.

El contexto político

El lanzamiento de la cruzada soberanista por parte de Maduro no es inocente: la convocatoria al referéndum se efectuó un día después del desarrollo de las primarias de la oposición venezolana, que consagraron a la ultraderechista María Corina Machado como candidata a presidenta, con el 90% de los votos. Recientemente, el gobierno y la oposición venezolana habían pactado la realización de elecciones generales para el segundo semestre de 2024, en el reinicio de negociaciones en la isla caribeña de Barbados.

La oposición asegura que 2,4 millones de personas votaron en las internas. Pero, al igual que ocurre con el referéndum del oficialismo, son cifras incontrastables. Y, en cualquier caso, equivalen a menos del 10% del padrón electoral, por lo que el exitismo que muestran sus organizadores debería ser matizado.

La oposición venezolana aún arrastra el peso del fracaso de la intentona golpista de Juan Guaidó. Machado misma, estrella en ascenso de la política venezolana, ensayó un giro al aceptar la negociación con el régimen, dado que hasta ahora era partidaria de la “vía insurreccional” para acabar con Maduro. Parte de esa negociación pasa por su propia habilitación como candidata, ya que se encuentra -igual que otros referentes opositores- impugnada por el régimen. Maduro le ofrece que interponga un recurso ante el Tribunal Superior de Justicia para destrabar su inhabilitación, pero a la par, golpea sobre su entorno, a través de un pedido de detención contra algunos de sus máximos asesores, con el argumento de una conspiración y de que recibirían financiamiento de la Exxon.

Por lo demás, la oposición sigue atravesada por grandes disputas de camarillas y divergencias. Mientras Machado exigió la suspensión del referéndum por el Esequibo (no así del reclamo territorial), Henrique Capriles y el gobernador Manuel Rosales concurrieron, aunque con críticas, a votar, lo que no deja de ser un indicio de la legitimidad del reclamo a los ojos del pueblo venezolano. Capriles, además, se bajó de la interna opositora, alegando un problema personal.

El conflicto con Guyana, la apertura petrolera, el levantamiento de las sanciones y las elecciones 2024 se entrelazan como parte de un mismo paquete. De hecho, la situación en el Esequibo podría ser invocada eventualmente para dictar un estado de emergencia y la suspensión de los comicios.

A la luz de las observaciones precedentes, parece claro que Maduro se está valiendo del reclamo en el Esequibo  como un arma para sostenerse en el poder y debilitar el intento opositor por desplazarlo en 2024. Por lo demás, es de destacar que, cuanto más habla el gobierno acerca de la soberanía nacional, más desenvuelve, en cambio, la entrega de las riquezas naturales al capital extranjero.

La mediación brasileña

El gobierno de Lula da Silva encabeza las tentativas de mediación y participaría de una reunión bilateral entre Maduro y el mandatario guyanés, Irfaan Ali, el jueves 14. Brasilia se muestra en contra de una guerra y aparece, hasta aquí, equidistante. Junto a Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile, Colombia, Perú y Ecuador, instó, en un comunicado a las partes, al “diálogo” y a una “solución pacífica”.

La postura de la Casa Blanca es más artera. Aunque Biden habría solicitado a Brasil que interceda para lograr una salida negociada (La Nación, 9/12), el jefe del Departamento de Estado, Antony Blinken, respaldó en una comunicación telefónica con el líder guyanés el fallo de 1899 y, como ya señalamos, realizó ejercicio militares conjuntos con Georgetown. Solo que Blinken dejó también las puertas abiertas de una salida diplomática: dijo que el fallo arbitral es válido, salvo que las partes enfrentadas “lleguen a un nuevo acuerdo o un órgano legal competente decida lo contrario”. Presumiblemente, a Washington, que tiene varios frentes abiertos (Ucrania, Palestina), que va a elecciones presidenciales en 2024, y que patrocina los intereses económicos en la región de varias petroleras (Exxon, Chevron, etc.), no le interesa un baño de sangre.

También es significativo que Rusia se haya pronunciado por una salida diplomática. Pidió “soluciones pacíficas y aceptables para todos” y “abstenerse de cualquier acción susceptible de desequilibrar la situación y causar daños mutuos”. China ha dicho que ambos países son “buenos amigos” suyos.

En estas condiciones, probablemente Maduro esté tratando de forzar una negociación para arrancar concesiones a Guyana, más que tener decidida ya de antemano una invasión, si bien una guerra no es un escenario que pueda descartarse.

La disputa por las inconmensurables riquezas del Esequibo recién está comenzando. Así como es importante advertir los verdaderos propósitos y la orientación del gobierno venezolano, hay que alertar y repudiar las maniobras militares conjuntas del imperialismo y el gobierno guyanés, tratando de que emerjan los intereses de los trabajadores, que no están expresados ni por la camarilla de Maduro ni por el gobierno proimperialista de Guyana.

En oposición al saqueo y entrega  de los recursos naturales que confinan a los países  sudamericanos  a  la condición de socios  menores de la expoliación de los grandes  monopolios , llamamos a impulsar la unidad de los pueblos  del continente contra el imperialismo y la lucha  estratégica  por gobierno de trabajadores  y la unidad socialista de América Latina.

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