Ambiente

14/2/2023

Argentina y el verano más caluroso de su historia

El calentamiento global y la destrucción ambiental de los capitalistas y sus gobiernos.

Altas temperaturas.

Las altas temperaturas que sufrimos por estos días contabilizan la octava de las olas de calor registradas en los últimos tres meses. Este dato por si solo es alarmante debido a que históricamente en los periodos de noviembre a febrero de cada año se daban como mucho unas 4 o 5 olas de calor. Aclaramos que una ola de calor es un período excesivamente cálido en el cual las temperaturas máximas y mínimas superan, por lo menos durante tres días consecutivos y en forma simultánea, umbrales que dependen de cada localidad. Estos eventos no se deben a una casualidad de la naturaleza, ocurre que nos encaminamos hacia una tendencia al aumento de las frecuencias de las olas de calor en Argentina, que “está asociada al problema del cambio climático global”, según explica la científica Inés Camilloni (Infobae, 13/2).

Cambio climático

Aquella tesis que afirma que las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por las mayores potencias del mundo terminan perjudicando a aquellas naciones subdesarrolladas como la Argentina es un planteo cierto pero a medias. Esto porque oculta el rol de los gobiernos capitalistas de los países semicoloniales que toleran la depredación del ambiente a través de los desmontes (que por caso en Argentina se deforestan a razón de 300 mil hectáreas anuales); el agronegocio que nos inunda de herbicidas que arruina los suelos y cursos de agua (siendo que nuestro país por persona es de los que consume más agrotóxicos a nivel mundial, unos 530 millones de litros al año); la megaminería que insume millones de litros de agua, contamina ríos y arrasa glaciares y salares; el fracking para extraer hidrocarburos que comprometen los subsuelos; el acaparamiento de humedales para asentar grandes emprendimientos inmobiliarios y comerciales mientras cajonean el proyecto de ley para protegerlos, el saqueo en el Mar Argentino que a través de la pesca de arrastre remueve sedimentos del fondo marino y contribuye a liberar carbono a la atmósfera, los polos industriales y petroquímicos del área metropolitana de Buenos Aires, Bahía Blanca, etc., y sigue la lista.

Todos estos factores reducen los ecosistemas que son las herramientas claves para mitigar los fenómenos cíclicos extremos. A su vez, producen las consecuencias más frecuentes de olas de calor, sequías, bajantes de ríos y lagunas e incendios que se retroalimentan y que hacen un círculo vicioso. De hecho, en el año 2022 Argentina entró en “default ambiental”-, o sea, que agotó todos sus recursos naturales previstos anualmente a mitad del mismo.

Por caso, debemos recordar que los bosques son reguladores de la temperatura y del régimen de precipitaciones, a lo que su reducción alteran para mal estas características.

Debemos adicionar también al fenómeno natural de “La Niña” (corriente oceánica del Pacífico), que genera menor humedad al sur de Sudamérica y mayores lluvias en el norte sudamericano. Este evento en condiciones normales se producía de a uno en un período de tres a siete años. Con el calentamiento global esto se ha modificado y ocurren dos o tres cada dos años, lo cual trastoca el clima en gran parte del mundo, haciendo más habitual las sequías en el Cono Sur y nuestro país, expresándose en menos lluvias que alimenten los ríos principales como el Paraná y el Uruguay o los acuíferos de la Cuenca Del Plata. O los casquetes de la cordillera de Los Andes con escasez de nieve, fundamentales para que estas nutran a los ríos que van de oeste a este en la República Argentina.

En tanto, el actual gobierno nacional del Frente de Todos no puede echar solo las culpas a los países centrales. En síntesis, tampoco el cambio climático es una fatalidad, tiene claras causas y que son las que enumeramos someramente.

La población trabajadora, la más castigada

Cuando el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) emite los alertas por las altas temperaturas la centralidad de la situación solo se enfoca en las “recomendaciones” del Ministerio de Salud a través de los medios de comunicación para evitar los “golpes de calor”. Sin embargo, está abstraído de una realidad social con más del 40% de la población y del 50% de las niñeces y juventud sumergidas en la pobreza y de regiones enteras del territorio nacional (ejemplo el NOA y NEA) con enormes carencias para el abastecimiento de agua.

En las grandes ciudades y sus conurbanos los trabajadores y sus familias tienen que apelar a todo tipo de malabares para conseguir alguna pileta para refrescarse. Toda vez que se les imposibilita ir a algún club o centro recreativo y mucho menos viajar para vacacionar. Ni hablar de comprar un aire acondicionado, cuyos precios no bajan de los cien mil pesos.

Por otro lado, en estás épocas los “apagones” son recurrentes debido a la precaria infraestructura del sistema energético a causa de la huelga de inversiones de la que nos tienen acostumbrados las grandes compañías eléctricas. Eso sí, reciben generosas subvenciones y autorizaciones para aplicar brutales tarifazos.

Cómo contraste, las clases más pudientes gozan de todo tipo de privilegios. Con countries que se cuelgan de la luz, cargan sus piletas y riegan sus jardines sin ninguna restricción o los edificios de lujo en los centros urbanos que demandan cuantiosas cantidades de agua mientras se restringe el acceso a los barrios populares que reciben a cuentagotas el suministro de agua.

Cuando se dice que el cambio climático profundiza las desigualdades sociales, es literal. Llegándose al extremo que en algunas naciones ha producido desplazamientos migratorios forzosos.

A organizarnos

Cuando describimos este panorama calamitoso nos obliga a no resignarnos y que la única salida por la positiva es organizar urgentemente al pueblo trabajador contra este régimen capitalista de explotación social y destructor de la naturaleza. La unidad de asambleas ambientales en conjunto con el movimiento obrero ocupado y desocupado es el primer paso para conseguir las reivindicaciones transitorias.

Nuestras condiciones elementales de vida están en juego, por lo que sólo un gobierno de los trabajadores a futuro garantizará la plena satisfacción de la humanidad de vivir en un planeta sano, sin que una minoría social someta a la mayoría y una producción material en armonía con la biodiversidad y el ambiente que nos rodea.

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