Ambiente

7/12/2023

COP28, la cumbre climática de la ONU dirigida por las petroleras

Lobbies, gobiernos capitalistas y disputas comerciales en la conferencia de Dubai.

Activistas ambientales protestan frente a la COP28.

La cumbre climática anual de la ONU concentra una atención decreciente los últimos años, porque ya todos saben que los “pactos climáticos” no tienen la menor incidencia en la realidad, y los magros compromisos que se asumen son incumplidos de punta a punta por los 190 países que participan. Así y todo, la COP28 que se desarrolla en Dubai superó todas las imposturas, copada por el lobby de las petroleras cuando el mundo marcha a toda máquina hacia un calentamiento cuyas consecuencias ya estamos sufriendo.

El presidente de la COP28 es el Sultán Al Jaber, que es al mismo tiempo director ejecutivo de la petrolera estatal de los Emiratos Árabes Unidos y declara que “no hay ciencia, o ningún escenario, que diga que la eliminación gradual de los combustibles fósiles es lo que va a lograr 1,5 °C” -considerado el umbral de aumento de temperatura, respecto de la era preindustrial, a partir del cual puede producirse una alteración catastrófica del clima. La ONG Global Witness relevó que entre los participantes de la cumbre hay inscritos casi 2.500 empleados de las compañías petroleras, que “superan a los delegados de los 10 países más vulnerables al clima juntos”.

Esta presencia estaría bloqueando hasta la sola mención -ni hablar de compromiso real alguno- de declarar como objetivo la eliminación gradual de los combustibles fósiles para menguar la emisión de gases de efecto invernadero, como principal medida para comenzar a mitigar el cambio climático. Dentro de eso hay algunas curiosidades que demuestran la hipocresía de los políticos capitalistas: Lula, mientras desde el atril pronunciaba discursos sobre cuidar el ambiente, anunció que Brasil se integra a los países de la Opep+ (la Organización de Países Exportadores de Petróleo y aliados); una posición alcanzada fundamentalmente por la extracción offshore de hidrocarburos del Presal, que amenaza los arrecifes amazónicos y ya está mostrando graves daños al ecosistema marino. Petrobras viene de anunciar la instalación de once plataformas nuevas en los próximos cuatro años.

Es la tónica general. En paralelo a la COP de Dubai se desarrolla una cumbre del Mercosur que Lula hizo todo lo posible por convertir en escenario de la firma del tratado de libre comercio con la Unión Europea, pero volvió a frustrarse porque Francia insiste en mantener los aranceles a los productos agropecuarios sudamericanos amparándose en pautas ambientales, simplemente para proteger a sus subsidiados productores. No hay una verdadera preocupación climática, porque mientras tanto la francesa Total es una de las que, junto a Shell y firmas chinas, explotan con Petrobras el Presal. Lo que ocurre es que se excusan en un presunto “pacto verde europeo” para sostener barreras proteccionistas de sus capitales. Vale el ejemplo para entender por qué ninguno de los llamados pactos climáticos tuvo el menor impacto en el calentamiento global.

A tal punto es así que la COP28 no solo tiene en crisis la firma de su declaración final, con casi la mitad de las delegaciones oficiales rehusándose a adherir, sino que se convirtió en un campo de lobbies capitalistas cruzados. Los pactos para cumplir con el Acuerdo de París y la ilusión de crear un “mercado de carbono” quedaron sepultados bajo los escombros de las guerras imperialistas y las disputas comerciales.

Las petroleras pretenden bloquear toda obligación de incrementar sus inversiones en energías limpias a costa de la producción de combustibles fósiles, mediante la promesa de instaurar y desarrollar mecanismos de captura de carbono. Esto cuando la Agencia Internacional de Energía (AIE) señaló que en 2022 el sector destinó a renovables “menos de un 3% de su presupuesto de capital” y representa “un 1% de toda la inversión mundial” en el rubro. Claro, priorizan un rumbo que el año pasado (guerra en Ucrania de por medio) les permitió batir récord de ganancias: Exxon rompió su marca histórica al ganar 55.000 millones de euros, la también yanqui Chevron 35.000 millones, Shell 39.000 millones, Total 36.000 millones. Nada mal.

Con la transición energética fuera de debate, las miradas se dirigieron a cómo aminorar la emisión de gases de efecto invernadero de otras actividades, sobre todo la agroindustria. Circulan estudios según los cuales la tercera parte de las emisiones globales es producida por el agro, fundamentalmente por la deforestación, el uso de los fertilizantes nitrogenados, el metano que se libera por la digestión de los vacunos y el óxido nitroso de las heces y la orina. A eso hay que sumar el consumo energético de la industria frigorífica y el transporte. Todo, sin contar la erosión de los suelos y la contaminación del agua y el aire con agrotóxicos. Desde ya, salieron al cruce los capitalistas de los agronegocios y las delegaciones oficiales de los países donde, como en Argentina, representan una parte importante de sus exportaciones.

Mientras los lobbies empresariales y los gobiernos capitalistas se pasan la pelota, los riesgos para la humanidad y la biodiversidad asociados al cambio climático son cada vez más alarmantes. Las olas de calor extremo que caracterizaron al verano boreal están quedando opacadas por las temperaturas inaguantables como las que se vivieron recientemente en Brasil. Gavin Schmidt, director del Instituto Goddard de la Nasa, asegura que “no sólo 2023 será excepcionalmente cálido y posiblemente un año récord, sino que 2024 será aún más cálido”, debido al fenómeno de calentamiento del Pacífico conocido como El Niño.

En paralelo, otros analistas acentúan en que estamos cruzando umbrales de no retorno, especialmente en cuanto al deshielo en los círculos polares, con el consecuente alza en el nivel del mar. La agencia meteorológica de Naciones Unidas afirma que entre 2011 y 2020 la capa de hielo de la Antártida retrocedió un 75% más que los diez años anteriores. Tim Lenton, del Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter, afirma que “los puntos de inflexión en el sistema de la Tierra plantean amenazas de una magnitud nunca enfrentada por la humanidad. Pueden desencadenar devastadores efectos dominó, incluida la pérdida de ecosistemas enteros y la capacidad de cultivar cultivos básicos, con impactos sociales que incluyen desplazamientos masivos”.

Sostiene además que a diferencia de otros cambios en el clima, como las olas de calor y las lluvias más intensas, estos sistemas no cambian lentamente sino que pueden cambiar de un estado a otro completamente diferente de golpe. Estiman que 500 millones de personas que habitan en ciudades costeras corren riesgos por las crecidas de las mareas. Es una dinámica de retroalimentación negativa sobre la biodiversidad, como ejemplifica la amenaza de extinción de los manglares, especie arbórea fundamental para proteger las áreas terrestres del aumento del nivel del mar y la abrasión costera.

No va a ser la solidez de las investigaciones científicas ni su realismo alarmante lo que imponga un viraje en el rumbo de depredación ambiental y calentamiento global antes de que el daño sea irreversiblemente mayor. Será el fruto de una lucha popular contra los capitalistas y sus Estados, especialmente las multinacionales y el imperialismo, esos que ahora están reunidos en Dubai en la COP28.

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