Ambiente
2/3/2020
El glifosato se llevó puesto al presidente de Bayer AG
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En medio de una ola de fusiones entre grandes corporaciones vinculadas al negocio agrícola, que han sido dictadas por la crisis mundial, producto que la sobreproducción ha provocado un derrumbe de los precios de las materias primas, en junio de 2018 Bayer compró a Monsanto en 63 mil millones de dólares. Con ello Bayer realizaba la mayor apuesta comercial, que fue motorizada por las fusiones de Dow y DuPont y de ChemChina y la suiza Syngenta. Ello le permitía dominar más de un cuarto del mercado mundial de semillas y pesticidas.
Tentados por semejante proyección, no evaluaron correctamente los problemas que ya se empezaban a haber con la empresa Monsanto. Es constante el desprestigio de esa química por múltiples denuncias respecto a la toxicidad de sus productos, principalmente el glifosato.
Es así que junto con la cartera comercial también compraron las demandas de productores de EEUU sobre los efectos cancerígenos producidos por el glifosato. En agosto del 2018 tres juicios iniciaron esas demandas por cifras millonarias, que pese a descuentos obtenidos en Tribunales de Segunda Instancia significaron grandes desembolsos de millones de dólares.
El actual presidente Werner Wenning fue impulsor principal de esa adquisición y es por ello que el directorio de la empresa reprobó su comportamiento y solicitó su salida desde abril próximo. Cabe aclarar que las acciones de Bayer han caído alrededor de un cuarto en valor desde agosto de 2018 y se enfrentan a miles de demandas en todo el mundo.
Los juicios en EEUU, en escalada
La ola de demandas judiciales a las que se ve enfrentado el gigante químico-farmacéutico alemán Bayer en Estados Unidos a causa de los posibles riesgos cancerígenos del herbicida glifosato como principio activo volvió a aumentar de manera drástica. Si bien la empresa en octubre sostuvo que los litigios son 42.700, y que podrían costarle alrededor de 12.000 millones de dólares, un informe reciente señala que el número de demandas se elevó entre 75.000 y 85.000 o incluso más, con lo cual el costo de las demandas podría subir enormemente. Reportándose demandas en Canadá, Australia y otros países.
Otra cuestión que pesa enormemente es el comportamiento reprensible de Monsanto por "entorpecer, desalentar o distorsionar la investigación científica", cuando los primeros estudios realizados habían "sugerido que el glifosato podía causar cáncer".
Si bien la empresa intenta llegar a acuerdos extrajudiciales, los montos en juego hacen tambalear sus finanzas y por lo tanto, el directorio le bajó el pulgar al presidente por su mal manejo del tema y por subestimar los riesgos en el momento de la compra.
Además, siempre está latente la posibilidad de que nuevos países se sumen a iniciar demandas en atención a que las denuncias de efectos cancerígenos del glifosato se están registrando en todo el planeta. En EEUU, el dicamba, otra herbicida producido por Monsanto y también por BASF, ha registrado más de 2000 demandas por parte de productores.
Los productores, en el país y en el mundo, son cada vez más rehenes de un “paquete tecnológico” que le insume una mayor porción de su renta y que, en un punto, se convierte en confiscación lisa y llana. La fusión de estas mega empresas es generarse, ante los problemas derivados de la bancarrota económica mundial, la garantía de perpetuar sus beneficios y ganancias a costa de quien sea. Ni por asomo buscan en la ingeniería genética ni en la producción de agroquímicos brindar más y mejores servicios a los productores, ni hacer más productiva la agricultura, ni acabar con el hambre.
A Bayer la jugada de fusionarse con Monsanto no le salió bien y las pérdidas económicas se han llevado puesto a su principal directivo.