Ambiente

27/8/2020

Humedales, extractivismo y coronavirus

Los incendios en las islas del delta del Paraná desnudan una vez más el accionar extractivista de los grandes grupos económicos.

Fotos: Maximiliano Ríos (@maxirios.98) y Facundo Rodriguez (@facurodri7).

Durante las últimas semanas se registraron una gran cantidad de focos de incendios en la ecorregión delta e islas del Paraná, pero lamentablemente no es una noticia. El Servicio Nacional de Manejo del Fuego informó que ya se consumieron unas 90.000 hectáreas, área equivalente a casi cuatro veces y media la Ciudad de Buenos Aires.

En Argentina existen aproximadamente 600.000 kilómetros cuadrados de humedales, lo que representa más del 21% del territorio, y equivale a casi tres veces y media el tamaño de la provincia de Córdoba. En estos días se está debatiendo en el congreso la sanción de una ley de humedales (también denominada “ley de presupuestos mínimos de protección ambiental para la conservación, salvaguarda, restauración ecológica y uso racional y sostenible de los humedales”) ya que a la fecha no existe ningún marco legal que proteja estos ambientes tan ricos en biodiversidad y poseen la mayor productividad primaria (cantidad de energía producida) del mundo. El proyecto ya obtuvo dos veces media sanción en el Senado pero nunca fue sancionada por la Cámara de Diputados, a pesar de ser un reclamo de las organizaciones ambientales desde hace muchos años.

¿Qué es un humedal?

humedales.org.ar

Si utilizamos un criterio amplio, definido por la Convención Ramsar (a la cual nuestro país adhirió en 1991 a través de la Ley N° 23.919), son “extensiones de marismas, pantanos y turberas, o superficies cubiertas de aguas, sean de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de seis metros”.

Los proyectos de ley en debate establecen que debe realizarse un inventario de los humedales del país para poder garantizar su conservación. Sin embargo, como puede observarse en una definición tan amplia, nos preguntamos qué porcentaje de los humedales se tomará en cuenta para realizar el inventario: el rango podría ir desde un 11% a un 25% del territorio nacional, llegando a contemplar algunos salares en donde hay presencia de litio dependiendo del criterio establecido. Un merecido debate tendrá que llevarse a cabo entre los distintos agentes involucrados en la realización de dicho inventario, que no solo tendrá componentes técnicos sino también políticos.

Particularmente, en el delta e islas del río Paraná poseen una gran diversidad, ya que contiene ambientes tan diversos como selvas en galería (selvas vinculadas a los márgenes de un río), pastizales, paleodunas y bosques secos. Dichos ambientes sufren frecuentes períodos de inundaciones y sequías en torno al flujo de agua del río Paraná, siendo su inundación un proceso cíclico e indispensable para la conservación de la biodiversidad: el agua al subir atraviesa las barrancas elevadas de los márgenes de las islas e ingresa al interior más deprimido de ellas; allí permanece en los humedales, los cuales filtran sus contaminantes, para luego poder retornar al río durante una bajante, ya naturalmente purificada. Por lo tanto, no nos debería sorprender si debido a este comportamiento cíclico en pocos meses los productores agropecuarios que hoy inician los incendios salgan en televisión reclamando obras para evitar inundaciones. Es indispensable para la conservación de la biodiversidad de dichos ambientes que persista un régimen de inundaciones.

De hecho, la existencia de una selva a pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires es producto del río Paraná y sus humedales, ya que son necesarias determinadas características de suelo y humedad, y además el río funciona como una autopista de semillas desde la selva misionera. Sin ir más lejos, se siguen registrando nuevas especies en la selva en galería paranaense: un ejemplo es el Arary (Calophyllum brasiliense), una especie de árbol registrada por primera vez en nuestro país en el año 2009 en los márgenes del río Paraná -lo que llevó a incluirla a la larga lista de biodiversidad de los humedales y de especies de toda la Argentina.

Degradación ambiental capitalista

Históricamente, la gran diversidad biológica y la complejidad del ecosistema delta e islas del Paraná han permitido el desarrollo de diversas actividades productivas, entre las que destacan pesca, caza, forestación y ganadería, practicadas de manera estacional y acopladas al régimen de pulsos de crecidas del río. Sin embargo, en las últimas décadas el avance de la frontera agropecuaria, sumado al control del nivel del río por medio de las represas sobre el río Paraná, aumentaron la intensidad de las actividades productivas y generaron la pérdida de regularidad e intensidad de estos pulsos de inundaciones. Esto genera un gran impacto en la estructura del ecosistema y una gradual pérdida de biodiversidad asociada a la degradación de los humedales.

La existencia de dichos ambientes genera servicios ecosistémicos (aquellos beneficios que un ecosistema aporta a la sociedad y que mejora la salud, la economía y la calidad de vida de las personas) invaluables para la sociedad, regulando las inundaciones y sequías. Además, actúan como una esponja alrededor de los grandes ríos, lo cual previene que los desbordes lleguen a las ciudades. También influyen en la formación del suelo ya que retienen los sedimentos que arrastra el río Paraná, incluyendo posibles contaminantes que quedan retenidos en los sedimentos. Por último, influyen en el ciclado de nutrientes y la retención de dióxido de carbono de la atmósfera, lo cual es sumamente importante en estos tiempos de crisis climática mundial.

Otra razón para que defendamos estos ecosistemas y nos opongamos a su destrucción, es que las selvas en galería a la vera del río Paraná son el último relicto de bosque natural en pie más cercano a la región pampeana (en donde habita más de la mitad de la población del país). Y además esta región alberga muchas especies que encuentran amenazada su supervivencia debido a la destrucción de sus hábitats naturales, refugiando poblaciones de alisos de río, lobito de río, entre otros.

Origen de enfermedades

Las actuales prácticas extractivistas que se llevan a cabo sobre el ambiente son altamente dañinas para las poblaciones naturales, pero también lo son para nosotros. Estudios científicos previos a la pandemia señalaban el riesgo que representa la gran deforestación provocada en las últimas décadas dado el aumento de la interacción con fauna silvestre que esta práctica genera. Es importante que la población sepa que el coronavirus no se generó de una sopa de murciélagos, como fue viralizado, sino como potencial consecuencia de las prácticas agresivas con el ambiente y la explotación desmedida de los recursos naturales. Los murciélagos y los humanos llevamos toda nuestra existencia conviviendo en el planeta, sin embargo en los últimos 20 años han surgido tres brotes de enfermedades virósicas de la familia de los coronavirus. Esto puede deberse al aumento del contacto de las poblaciones silvestres y los humanos.

El distanciamiento social implementado para prevenir la propagación del cononavirus debería extrapolarse a los actuales sistemas de producción industrial de carnes (granjas avícolas y porcinas industriales, feedlots vacunos) donde hacinan a los animales y generan condiciones perfectas para el surgimiento de nuevas pandemias. Por otro lado, el desplazamiento de las poblaciones silvestres obligadas a sobrevivir en pequeñas áreas protegidas y el avance de la deforestación y la frontera agrícola, generan una mayor interacción forzada entre las especies silvestres con las especies domésticas y con nosotros mismos.

Para que un virus “salte” de la fauna silvestre a los humanos tienen que darse ciertas condiciones, y estas son generadas por la explotación capitalista del ambiente. De esta manera, vemos un claro ejemplo de cómo al continuar presionando a la flora y la fauna silvestre, restringiéndolas a los últimos fragmentos de hábitat -como se está generando con los incendios en las islas del Delta del Paraná- puede traer consecuencias sanitarias severas, como las que vive en este momento la población de Santa Fe y Entre Ríos, y consecuencias irreversibles como la actual pandemia del coronavirus. Es necesario que la comunidad tome conciencia y se empodere en una lucha contra la lógica extractivista del capitalismo que destruye la vida en nuestro planeta.

Desde el Partido Obrero llamamos a los trabajadores y a la comunidad a luchar por su patrimonio natural, ese que aún no tiene el reconocimiento que merece y se deja en manos de los grandes lobbies capitalistas. Consideramos urgente poner en pie un plenario nacional de organizaciones ambientales para frenar esta terrible problemática que afecta a todo el pueblo trabajador.