Ambiente

14/2/2008|1026

Las papeleras se van de Finlandia

La depredación obrera y ambiental es mundial


Grande podría la sorpresa de los luchadores ambientalistas de Gualeguaychú si supieran cómo está repercutiendo en la propia Finlandia la cuestión de las pasteras.


En la ciudad de Kemijarvi, en lo más nórdico de Finlandia, se acaba de cerrar una filial de la Stora Enso, la misma que ya está plantando bandera en la ciudad uruguaya de Colonia. El cierre dejó centenares de obreros en la calle. En los primeros días de enero, los trabajadores ocuparon la planta y reclamaron que el Estado se hiciera cargo de la planta o que la pastera pasara a otras manos. Con el cierre de Stora Enso, ya suman seis las fábricas que cerraron; más de dos mil trabajadores papeleros que quedaron desocupados. Al calor de estos cierres se ha creado un movimiento social muy importante, pero no para que cierren las fábricas sino por el mantenimiento de la fuente de trabajo.


La industria forestal fue, durante mucho tiempo, uno de los resortes básicos de la economía finlandesa. Los periodistas especializados concuerdan que, gracias a esta industria, Finlandia pudo pagar la cuantiosa deuda externa de la postguerra con la Unión Soviética (en el '52). Pero todo ha cambiado. Las multinacionales fueron paulatinamente desplazando a las pasteras finlandesas. Ahora, la mayoría de ellas está firmemente decidida a emigrar en búsqueda de mayores ganancias.


La respuesta patronal al reclamo por el tendal de obreros papeleros desocupados es contundente. La decisión de cerrar sus plantas en Finlandia obedece a razones de "peso". La primera es que el precio de la madera en Finlandia duplica el de América del Sur. Además, en los climas templados y semi-tropicales, el crecimiento de los árboles es más rápido; en el mismo tiempo y con una inversión menor, se "producen" más árboles.


En América del Sur, los impuestos son casi nulos, en contraste con los altos gravámenes, proporcionales a la producción, establecidos por el gobierno finlandés; además, tanto Uruguay como Brasil establecieron "zonas francas" para la instalación de pasteras.


A todo esto hay que agregar que la diferencia en el costo de la mano de obra (salarios y cobertura social) es mucho menor en América Latina; con el sueldo de un obrero finlandés, las pasteras pagan el de cinco uruguayos.


Finalmente, los reclamos contra la contaminación son más fuertes en Europa que en América; con la excepción de la Asamblea de Gauleguaychú nadie parece levantar fuerte la voz contra la depredación ambiental. Las papeleras argentinas arrojan impunemente al Paraná los residuos tóxicos de una producción de casi 850 millones de toneladas anuales.


En algunos años nuevos negocios y nuevos rumbos dejarán en Uruguay la misma estela de contaminación y desempleo que las pasteras están dejando hoy en Finlandia. Unamos la lucha de los ambientalistas entrerrianos con la de los obreros finlandeses. Sólo la expropiación de estos capitales carroña y la puesta en marcha de las plantas bajo control de los trabajadores evitará la secuencia de contaminación, desempleo y barbarie capitalista. Sólo se muda la celulosa de norte a sur; no la explotación.