Ambiente

2/3/2006|935

Nacionalicemos a los contaminadores

Gestión y control de los trabajadores de los recursos naturales


El conflicto por la instalación de las papeleras de Ence y Botnia en Fray Bentos ha puesto en el tapete el tema de la contaminación. La crisis ha alcanzado una magnitud que supera la territorialidad propia del conflicto.


 


Ha dejado al descubierto todo el andamiaje de complicidades entre los gobiernos, las multinacionales imperialistas y las burguesías nativas.


 


La contaminación del Río Paraná, del Riachuelo, de la cuenca del Plata; la producida por la explotación minera en Catamarca, Chubut, Salta, Jujuy, Santa Cruz y San Juan, da cuenta de ello; lo mismo vale para Bolivia, Brasil, México, etc.


 


Las industrias de pasta de celulosa son las principales fuentes de contaminación de los ríos por la eliminación de compuestos órganoclorados. Estos compuestos afectan la vida acuática, ya que se almacenan en los tejidos grasos de los organismos. Al ser bioacumulables, llegan a los seres humanos a través de la cadena alimentaria.


 


Los compuestos órganoclorados provocan trastornos en los sistemas nervioso, inmunológico y reproductor; entre ellos existen numerosos compuestos cancerígenos y mutagénicos.


 


En el proceso de blanqueamiento de la pasta se pierde mercurio y esa pérdida acelera la contaminación vertida en el río, afectando a los aparatos respiratorio y digestivo y las mucosas (Ambito Financiero, 22/2).


 


Las impresionantes extensiones de las plantaciones de eucaliptos dan por tierra con los recursos forestales y las napas de agua potable, provocando el agotamiento y desertificación de los suelos. Liquida la agricultura, la apicultura, la pesca y el turismo.


 


Otro tanto sucede con la explotación minera que contamina el aire, el suelo y el agua. Las explosiones despiden minerales a la atmósfera que luego llegan a los ríos. El uso del cianuro, prohibido en Europa y Canadá, contamina el agua y los suelos.


 


En San Juan, donde la empresa Barrick Gold explotará la mina de Pascua Lama, la contaminación de los glaciares afectará la salud de la población, la producción agrícola y los viñedos de los oasis sanjuaninos. La mina demandará 1.000 litros de agua por segundo, mientras una familia tipo emplea unos 650 litros diarios. Una reedición local de la mina de oro de Esquel.


 


La otra cara de la moneda


 


Fray Bentos tiene una población de 20.000 habitantes, su economía se basa fundamentalmente en la actividad agropecuaria, la pesca artesanal y el turismo.


 


Es un pueblo empobrecido y con alto índice de desocupación, muchos creen ver en las papeleras, a fuerza de propaganda oficial, una fuente laboral que cambiará su vida. Pero la ilusión pronto se hará trizas.


 


Al finalizar la construcción de la planta, los 1.000 trabajadores que hoy están empleados, se transformarán en desocupados de tiempo completo. La fábrica empleará 300 personas; 292 serán profesionales y técnicos, la gran mayoría de los cuales no se encuentran en Fray Bentos; sólo están previstos ocho operarios con formación primaria.


 


Las máquinas peladoras harán el trabajo de cientos de obreros y la red ferroviaria que proyectan reflotar eliminará el trabajo de los camioneros que hoy trasladan la materia prima.


 


No habrá desarrollo económico posible para la población; la contaminación y el monocultivo habrán terminado con la pesca artesanal, el turismo y la actividad agropecuaria. Es un hecho que la reactivación económica para el pueblo de Fray Bentos no vendrá de la mano de las plantas de celulosa, muy por el contrario. (Extraído de la entrevista a Delia Villalba, ex edil de Fray Bentos por el FA, quien terminó su mandato como edil independiente por su oposición a la instalación de las plantas.)


 


Otro tanto sucederá en San Juan, con la explotación de la mina de Pascua Lama, donde los productores de vid de la zona ven derrumbarse las inversiones hechas en la construcción de frigoríficos para exportar uva en fresco, ante la perspectiva de que las aguas con que riegan sus cultivos se contaminan con minerales, algo que será inevitable.


 


Apenas algunos ejemplos que muestran cómo la depredación de los recursos naturales en manos del capitalismo, contamina el medio ambiente hasta destruirlo, dejando una secuela de hambre y desocupación.


 


Una ayudita de “mis amigos”


 


Todo un entramado de leyes hechas “a medida” favorecen a las multinacionales.


 


Además de las exoneraciones fiscales que benefician las inversiones extranjeras, el gobierno de Batlle firmó con el grupo Botnia un convenio marco. El frenteamplista Tabaré lo mantiene en vigencia. Este convenio compromete al Estado uruguayo a resarcir al capital privado finlandés por cualquier alteración de las condiciones sociales o legales que perjudiquen el lucro esperado en función del capital invertido. También compromete al Estado uruguayo a compensar cualquier tipo de daño causado por posibles contaminantes. Tabaré ha renunciado de antemano a la soberanía de manera vergonzante. ¡¡En ambos casos, habrá que pagarle a Botnia el lucro cesante!!


 


El progre de Tabaré ha declarado zona franca al predio de 80 manzanas que ocupa la empresa y a su puerto particular. Una suerte de Estado propio, sin injerencia alguna del Estado uruguayo. De esta manera Botnia no aporta un céntimo al fisco estatal ni paga impuestos por importación o exportación.


 


Sus trabajadores no estarán comprendidos dentro de las leyes laborales uruguayas ni podrán acceder al sistema de seguridad social.


 


Algo similar ocurre en nuestro país. La ley de promoción minera exime de cargas fiscales a las empresas y del pago de impuestos de importación y exportación, a la vez que habilita mecanismos que permiten sacar divisas del país. En el caso de la mina de Pascua Lama, sólo quedará en Argentina el 3% del valor extraído, al cual habrá que descontar los gastos (¡!).


 


Nacionalización


 


El conflicto por la instalación de las papeleras concentra en sí mismo todas las aristas de la crisis capitalista mundial. Pone de manifiesto el agotamiento de un régimen que se derrumba y la voracidad imparable del imperialismo por recomponer su tasa de beneficio a través de la superexplotación irracional de los recursos naturales.


 


La depredación capitalista es una necesidad de la recomposición de la rentabilidad.


 


La destrucción del medio ambiente y la contaminación no van a ser resueltos por los mismos gobiernos que han hecho el campo orégano para esta depredación y el saqueo de las multinacionales.


 


Ambos pueblos unidos deben movilizarse y tomar en mano propia el problema de la contaminación para darle una salida.


 


Es preciso organizar una campaña que unifique al pueblo argentino y al pueblo uruguayo en una acción mancomunada.


 


Hay que organizar la lucha por la nacionalización de las papeleras uruguayas y argentinas y de todas las industrias contaminantes de ambos países para ponerlas a producir bajo gestión y control de sus trabajadores.


 


Hay que nacionalizar los recursos naturales para que los trabajadores los utilicen y procesen de manera racional y planificada bajo su estricto control, erradicando la destrucción del medio ambiente y la contaminación.


 


Hay un programa para Uruguay y Argentina, vayamos por lo nuestro. Ahora es cuándo.