1810-2010: un nuevo escenario histórico de crisis y revoluciones

Mayo de 1810 no fue un hecho aislado. Como todo el proceso independentista de América Latina es parte del ciclo histórico de la revolución burguesa: el de la emancipación de las colonias inglesas en 1776 y el de la Francia de 1789, dos grandes acontecimientos que tuvieron una influencia muy marcada en las rebeliones del sur del continente americano.

Crisis mundial (I)

El sistema colonial había crecido al amparo de una nueva era histórica y se agotó como parte de una etapa de crisis y revoluciones. Las colonias norteamericanas buscaron un camino propio cuando desde Londres se las asfixiaba con una confiscación impositiva intolerable, que tenía la finalidad de reconstituir las finanzas inglesas luego de una prolongada guerra con Francia. Del mismo modo, las colonias del sur buscaban quebrar el asfixiante monopolio hispano, que le vedaba un acceso independiente al mercado mundial, en expansión bajo los efectos de la revolución industrial. El desarrollo general de las fuerzas productivas, que el sistema colonial había contribuido a desarrollar, había encontrado su límite. El desarrollo del mercado mundial a partir del descubrimiento de América y el comercio a larga distancia fueron la condición de la industria moderna que revolucionó la capacidad productiva de la humanidad.

Las contradicciones del sistema colonial estallaron al calor de una crisis mundial que tuvo por centro a sus metrópolis. El detonante fue la invasión de España por Napoleón, que buscaba crear un sistema continental protegido contra la competencia inglesa. La invasión napoleónica dejó a toda la administración colonial hispana colgada del pincel. Fue la oportunidad para que la débil burguesía rioplatense (estancieros y comerciantes) y la pequeña burguesía criolla que pretendía encarnar el espíritu de la época formaran la primera “junta” (denominación tomada de las “juntas” que se constituían en España contra el régimen de los invasores franceses), liquidando a la desgastada burocracia virreinal.

La necesidad y la contingencia impulsaron una revolución en las despobladas pampas, en la comarca más lejana del imperio colonial español. El centro vital de éste era el Alto Perú, que en ese mismo momento comenzaba una declinación irreversible, luego de haber regado con oro y plata la acumulación de capital en Europa. Treinta años antes de 1810, la verdadera masa explotada, los indígenas de las minas y campos, se levantó contra el explotador colonial con Tupac Amaru en el Alto Perú, con los comuneros en Nueva Granada. Estos levantamientos marcaron el límite histórico de las oligarquías criollas, que se espantaron con el accionar del pueblo insurgente. Estas mismas oligarquías le dieron el contenido histórico de clase al movimiento de la independencia ríoplatense, que se plasmó en el régimen de la estancia y en la balcanización de Sudamérica.

Crisis mundial (II)

Nuestro Mayo se presentó al mundo en una etapa de crisis y revoluciones que marca el período que conduce al apogeo de la civilización burguesa. Su límite histórico quedará expuesto en el curso del siglo XIX, con las revoluciones europeas del 48 y el final de la guerra civil norteamericana en 1861. Diez años después, será el alba de un nuevo ciclo histórico, el que anticipa la gesta de la Comuna de París en 1871. Luego, bajo la presión de una gigantesca depresión capitalista mundial, el proletariado forjará sus partidos de masas y su Internacional. Esa crisis mundial abre paso también a la época del imperialismo capitalista. En 1890 esa crisis mundial llevó a la Argentina a la bancarrota y abrió la vía a un nuevo protagonista histórico en nuestro suelo: el proletariado, que con sus luchas marcará todo el período previo al Centenario, cuando la oligarquía terrateniente festejaba su condición de semicolonia de Inglaterra.

En el Bicentenario, la historia nos encuentra en una nueva bisagra histórica -una nueva etapa de crisis y revoluciones, que ahora cubre la etapa senil del capital.

América Latina no reunió las condiciones para desarrollar una nación, según la trayectoria que marcaron las colonias norteamericanas -que de todos modos necesitaron un levantamiento nacional (1776) y una enorme guerra civil en la sexta década del 800. Mientras la burguesía industrial norteamericana empleaba las armas para acabar con el sur esclavista, la oligarquía de los terratenientes y comerciantes pro-ingleses libraban una guerra de esclavización contra pueblo de Paraguay y para consolidar definitivamente la estructura semi-colonial del espacio rioplatense. Lo que no logró en el período de formación de los Estados nacionales, se sigue presentando, sin embargo, como una tarea histórica pendiente en el período de ladescomposición de esos Estados nacionales y de decadencia histórica del capitalismo. Es por eso que sobrepasa las posibilidades de la burguesía nacional y de su expresión política -el nacionalismo burgués. Argentina fue, en el siglo XX, el territorio de una amplia experiencia de nacionalismo burgués, del yrigoyenismo al peronismo, que fracasó en conquistar la independencia nacional, que no puede ser otra que la unidad de América Latina. La expresión de este fracaso está a la vista en la posición marginal que ocupa en la economía y política mundiales, y en su colonización por el capital financiero. El peronismo acabó creando a la Triple A. Otra expresión política la encontramos en el kirchnerismo, esa farsa que protagoniza la historia cuando quiere repetirse. En lugar de misiones revolucionarias hacia Paraguay y el Alto Perú, tenemos el Fondo del Endeudamiento.

El Bicentenario nos encuentra ante una nueva crisis mundial, en la época de declinación del capitalismo. Provocará, como ya lo hace, crisis políticas y levantamientos populares, y crisis internacionales. Se trata de cambiar la historia en forma radical, para terminar con la explotación y las guerras. Para afrontar sus responsabilidades históricas, la clase obrera mundial necesita desarrollar su independencia política y construir partidos obreros revolucionarios.