Aniversarios

8/10/2016

A 109 años de la huelga de inquilinos de 1907

La enorme actualidad de un aniversario
 


Foto: Huelga de inquilinos en Buenos Aires en 1907. Marcha de las Escobas a través de La Boca


Hace 109 años, entre el 1 y 2 de octubre de 1907 el movimiento de lucha de los inquilinos contra el aumento de los alquileres se convierte en huelga, cuando más de 250 conventillos de la ciudad se suman al desacato y se producen violentos enfrentamientos entre los inquilinos y la policía. La Federal, bajo las órdenes de Ramón Falcón, intenta desalojar por la fuerza el conventillo “14 Provincias” (San Telmo) que cobijaba a más de 200 familias y asesina al obrero baulero Miguel Pepe, de 17 años. Al día siguiente una movilización de más de 15.000 personas acompaña el féretro. Gobierna la ciudad Carlos Torcuato de Alvear y el país José Figueroa Alcorta, de la coalición conservadora. Las crónicas no pueden soslayar la actualidad de esta historia, cuando los alquileres son extorsivos y se necesitan más salarios para llegar a la vivienda que en cincuenta años, pero omiten un dato importante. La preparación y la organización de esta huelga fue parte de la agenda del movimiento de lucha de la clase obrera.


          Mucho antes que los soldados de regreso de la Guerra del Paraguay trajeran la fiebre amarilla y el tifus a Buenos Aires (1870) y la oligarquía dejara los palacetes ubicados en la zona sur de la ciudad para desplazarse hacia el norte y alejarse de la epidemia, mucho antes, la oligarquía y los comerciantes mas poderosos de la ciudad habían convertido el acceso a la vivienda y a la tierra en un negocio a escala nacional y un infierno para los trabajadores inmigrantes que accedían a estas tierras con la esperanza del trabajo o la chacra.


          Hacia 1907 el precio de una pieza triplica en valores reales el de 1870. “Los costos de habitaciones humildes eran ocho veces mayores que en París o Londres” (1). “Ejemplo del pingüe negocio que constituía la explotación de conventillos es el hecho de que si bien las filas de los propietarios se engrosaban mayoritariamente con comerciantes – generalmente extranjeros, también se dedicaron a esta actividad desde el próspero empresario naviero Nicolás Mihanovich o el estanciero Anchorena hasta el músico y financista Pedro Esnaola” (2). El proceso de confiscación sobre la base del monopolio y la valorización especulativa de la tierra urbana va a tener su mayor expresión en Buenos Aires y en Rosario, centros de afluencia de los inmigrantes. “La suba de los alquileres responde de modo casi directo a la valorización de la tierra”, consigna la Memoria Anual de la Municipalidad de Rosario, en 1908.


          En la medida que la corriente inmigratoria deposita 40.000 trabajadores cada año en la ciudad, el negocio especulativo se extiende mucho mas allá de las casas abandonadas por la oligarquía en la zona sur. El auge de la construcción de finales del siglo XIX e inicios del XX está motivado no solo por las obras públicas sino por la construcción acelerada de “casas para pobres” con la fisonomía del patio de cemento central y las habitaciones (sin ventanas) en derredor.


          Las propiedades, desconociendo el mensaje de los médicos higienistas (Rawson, Wilde, Coni y otros), poseen, en muchos casos, a lo sumo un baño para su multitud de ocupantes. El Censo Municipal de 1904 registra 559 casas de inquilinato sin baños y un promedio de un cuarto de baño, en el resto, para sesenta personas.  El mismo Censo revela que, del casi millón de habitantes de la ciudad, 138.188 viven en las 2.462 casas de inquilinato porteños, es decir un 15 % de la población total. El saqueo al salario obrero es feroz. “Una familia suele vivir en una o – a lo sumo dos piezas, por las cuales paga casi la mitad del salario que percibe entonces un obrero” (3).


Al servicio de los especuladores (y de la disciplina social)         


El régimen actúa en defensa del negocio inmobiliario. El Hotel de Inmigrantes otorga un alojamiento de cinco días al recién llegado de Europa y luego lo lanza a la vía pública con una suma de dinero insignificante. No hay construcción de viviendas populares – la primera experiencia, a cuentagotas en relación a las necesidades, se va a dar en 1915. “Depositado” en el conventillo, el inmigrante sabe que el no cumplimiento del contrato por parte del locatario durante dos meses produce la demanda ante la justicia y el inmediato desalojo con auxilio de la fuerza pública.


          El inquilinato es, también, un método de regimentación social. A través de los “reglamentos internos” se establece una dictadura interna sobre la vida de las familias obreras que otorga a los “caseros” o responsables facultades omnímodas.  Estos se convierten en uno de los personajes mas odiados por la población explotada de la ciudad.


¿Porque en 1907?


          “Es curioso que, a pesar de los problemas habitacionales tan graves, no se produjeran conflictos de importancia entre propietarios e inquilinos hasta 1907”, se interroga Suriano (2).


          Una respuesta aproximada es que en 1907 la organización gremial de los trabajadores ha llegado a su punto más alto. “La proporción  de obreros en las distintas huelgas desarrolladas durante el año 1907 representa el 32 por mil sobre la población total de Argentina” (4), una proporción por encima de la de cualquier país en ese momento. “En el año 1906 la organización gremial de los trabajadores había adquirido una importancia excepcional. Más de 200 gremios organizados, arriba de 100.000 trabajadores agremiados…” (5).


          La rebelión de los inquilinatos, por otra parte, fue preparada por los anarquistas organizados en la FORA desde un año antes a través de una campaña que tuvo su centro en las organizaciones obreras. El VI Congreso de la FORA (19 al 23 de setiembre de 1906, en Rosario) llamó a organizar “una activa propaganda oral y escrita, en el seno de las agrupaciones obreras, a fin de producir un movimiento huelguístico de inquilinos” y a impulsar “un comité central pro rebaja de alquileres” basados en representantes electos en los conventillos. Este mismo año se constituyó la Liga de Lucha contra los Altos Alquileres e Impuestos, que se pone a la cabeza de la campaña por la huelga.


          Cuando al comenzar 1907 se produce un fuerte aumento de los impuestos municipales y territoriales que los propietarios trasladan a los alquileres, la huelga es cuestión de tiempo. A fin de agosto los inquilinos del conventillo Los Cuatro Diques (Ituzaingó 279 al 325) resolvieron dejar de pagar y presentar un pliego de reclamos exigiendo la rebaja del 30 % de los alquileres, la supresión de los tres meses de depósito, mejoras sanitarias y ninguna represalia. Un petitorio de similares características va a ser presentado en cada uno de los inquilinatos que se suman a la huelga. En octubre el movimiento de lucha se ha extendido con una rapidez inusitada: casi 2.000 conventillos han dejado de pagar el alquiler, casi un 80 % del total de inquilinatos en Buenos Aires con unos cien mil huelguistas en su interior. La huelga se ha hecho fuerte en Rosario y comienza a desplegarse en Bahía Blanca y Córdoba.


          Por un momento, aparece la posibilidad de una victoria obrera neta. La huelga es inmensamente popular, el frente patronal no es homogéneo – se ha constituido una Corporación de Propietarios y Arrendatarios que rechaza las demandas y pide a la justicia el desalojo en masa de los inquilinos en huelga, pero varios dueños ceden frente a los reclamos. El intendente de la Ciudad de Buenos Aires le pide al gobierno nacional la supresión de los impuestos sobre las casas de inquilinato, una manera de dar marcha atrás haciendo cargo al Estado de los costos. El gobierno se niega y cierra filas contra la huelga, ordenando apoyar los desalojos y aplicar la Ley de Residencia contra sus dirigentes.


          Se abre una etapa de batallas campales en los inquilinatos en las que las mujeres y los pibes juegan un papel clave en la organización de la huelga y son protagonistas de defensas heroicas. La FORA llama a los locatarios desalojados a acampar en las plazas públicas y la Sociedad de Resistencia de Conductores de Carros se pone a disposición de los huelguistas.


          Pero a esta altura, solo la FORA persiste. El temor a una rebelión ha hecho cesar los planteos de tímido apoyo de la UCR y los coqueteos de medios como La Nación, La Prensa o La Capital. No es parcial la apreciación de un dirigente de la FORA: “cuando la cuestión salió del terreno de la propaganda y entró en el de los hechos, extendiéndose la huelga de un conventillo a otro y de uno a otro barrio, quedaron solo los anarquistas en apoyo de las reivindicaciones de los inquilinatos” (6). La huelga decae y concluye hacia fin de año, aunque una gran cantidad de inquilinatos, los mejor organizados, han impuesto un virtual congelamiento de alquileres durante 1907.


PS:  No a la huelga, sí al Hogar Obrero


          En un balance, el PS va a repudiar la huelga. “Ha sido un estallido instintivo, irreflexivo, incoherente y desordenado…de una gran parte de nuestra población obrera, que para remediar el mal, no encontró mejor remedio que el de no pagar los alquileres. Mal remedio, por cierto”. Va a proponer como salida “las cooperativas de edificación” – entre las cuales “El Hogar Obrero es un modelo y un ejemplo”, para construir “casas para obreros”. El supuesto es “una política municipal inteligente” que suprima los impuestos sobre la edificación de casas, grave los terrenos baldíos y subsidie a la construcción de esas “casas para obreros”, una política que acababa de ser negada a sangre y fuego (7). El planteo del PS era naturalmente inviable para la inmensa mayoría de los trabajadores, carente de los recursos suficientes y hasta de la nacionalidad. La Protesta va a denunciar ácidamente esta política: “¡No queremos casas para obreros, exigimos habitaciones para hombres¡¡…no pedimos, exponemos un derecho, no pagar ¡exigimos que os cortéis las uñas!!” (8).


Ayer y hoy


          Hoy el trabajador no es extranjero pero su condición es la misma. El laburante es sistemáticamente expulsado de la Ciudad en tanto el suelo imprescindible para una urbanización de carácter social está en manos de las corporaciones de los “oligarcas y comerciantes” de este tiempo.


(1) Scobie, James, “Buenos Aires, del centro a los barrios”, Solar/Hachettte, 1977


(2) Suriano, Juan, “La huelga de inquilinos de 1907”, CEAL, 1983


(3) Centro General de la Ciudad de Buenos Aires, 16 al 24 de octubre 1909


(4) Departamento Nacional del Trabajo, Informe 1908


(5) Jacinto Oddone, “Gremialismo Proletario Argentino”, Editorial La Vanguardia, 1949


(6) Diego Abad de Santillán, “La FORA, ideología y trayectoria”, Editorial Proyección, 1971


(7) La Vanguardia, 24 de noviembre 1907.


(8)   La Protesta, 4 de octubre de 1907