Aniversarios
14/3/2017
A 134 años de la muerte de Karl Marx
Discurso de un dirigente socialista en su funeral.
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A 134 años de la muerte de Karl Marx, reproducimos el discurso que en aquella ocasión pronunció Wilhelm Liebknecht, uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata de Alemania. El texto del mismo fue publicado en el ejemplar del diario Der Sozialdemokrat editado días después (22 de marzo de 1883) y se encuentra publicado en inglés en el portal marxists.org. La presente traducción es de Prensa Obrera.
He venido del corazón de Alemania para expresar mi amor y mi gratitud a mi inolvidable maestro y fiel amigo... ¡A mi fiel amigo! El mayor amigo y colega de Karl Marx [NdeR: se refiere al discurso pronunciado previamente por Friedrich Engels] lo ha llamado “el hombre más odiado de este siglo”. Eso es verdad. Era el más odiado, pero también el más querido. El más odiado por los opresores y explotadores del pueblo; el más amado por los oprimidos y explotados, tanto como estos tienen plena consciencia de su posición social. Los oprimidos y los explotados lo aman porque él los amó. Porque el difunto por cuya pérdida estamos haciendo luto fue grande tanto en su amor como en su odio. Su odio tenía al amor como su fuente. Él era un gran corazón en la misma medida en que era una gran mente. Todos los que lo conocieron saben eso.
Pero aquí estoy no sólo como alumno y como amigo; estoy como representante de los socialdemócratas alemanes, que me han encargado expresar sus sentimientos por su maestro, por el hombre que creó nuestro partido –tanto como se puede hablar de “creación” en este terreno.
Estaría fuera de lugar aquí entrar en discursos pomposos. Porque no hubo enemigo más vehemente de la fraseología barata que Karl Marx. Es precisamente su mérito inmortal que el haber liberado al proletariado, al partido del pueblo trabajador, de frases, y darle el fundamento sólido de la ciencia que nada puede sacudir. Un revolucionario en la ciencia y un revolucionario a través de la ciencia; escaló el pico más alto de la ciencia para llegar luego al pueblo y hacer de la ciencia el bien común del pueblo.
La ciencia es el libertador de la humanidad.
Las ciencias naturales nos liberan de Dios. Pero Dios en el cielo sigue viviendo aunque la ciencia lo haya matado.
La ciencia de la sociedad que Marx reveló al pueblo mata al capitalismo, y con él a los ídolos y amos de la tierra que no permitirán que Dios muera mientras vivan.
La ciencia no es alemana. No conoce barreras, y menos aún las barreras de la nacionalidad. Es natural, entonces, que el creador de El Capital también se haya convertido también en el creador de la Asociación Internacional de Trabajadores.
La base de la ciencia, que debemos a Marx, nos pone en posición de resistir a todos los ataques del enemigo y de continuar con una fuerza cada vez mayor la lucha que hemos emprendido.
Marx transformó a la socialdemocracia: de una secta, una escuela, la llevó a ser un partido –el partido que ahora está luchando sin temor y que será victorioso.
Y eso es cierto no sólo para nosotros, los alemanes. Marx pertenece al proletariado. Fue al proletariado de todos los países que estuvo dedicada su vida. Los proletarios pensantes de todos los países tienen por él una agradecida reverencia.
Es un golpe pesado el que ha caído sobre nosotros. Pero no lloramos. El difunto no está muerto. Vive en el corazón, vive en la cabeza del proletariado. Su memoria no perecerá y su doctrina será efectiva en círculos cada vez más amplios.
En lugar de hacer luto, actuemos en el espíritu del gran hombre que ha muerto y luchemos con todas nuestras fuerzas para que la doctrina que enseñó y por la cual luchó se ponga en práctica lo antes posible. ¡Esa es la mejor manera de honrar su memoria!
Amigo fallecido, pero vivo, seguiremos hasta el objetivo final que nos has mostrado. ¡Lo juramos en tu tumba!